La elección de hoy 7 de mayo es una de las más trascendentales de los últimos años. Quienes salgan elegidos tendrán la responsabilidad de escribir un nuevo texto constitucional, el que debiera ser el definitivo, pues no podemos darnos el lujo de seguir eternamente desarrollando procesos de esta naturaleza, pues Chile no puede continuar sumido en la incertidumbre.
Los escenarios que podrían darse hoy dependen de varios factores, pero hay dos que son los más relevantes; el número de votantes que concurran a las urnas y la cantidad de votos válidamente emitidos.
Es así que, si votan 13 millones de personas, como ocurrió en el plebiscito del 4-S o incluso más, las probabilidades de que la derecha tenga un muy buen resultado son altas, pero si eso no ocurre y tan solo lo hacen 8 millones que fueron los que votaron en la segunda vuelta presidencial, o menos, sería la izquierda la más favorecida, con todas las consecuencias que eso implica, pues lo que pretenden es tener una Constitución instrumental a su ideología.
Por algo el senador Juan Ignacio Latorre, presidente de RD, declaró el jueves pasado en Radio Duna «si la derecha más la extrema derecha logran sumar los 3/5, el texto podría quedar peor que la Constitución del 80, lo que podría significar tener que rechazar la propuesta de Carta Magna. Y la Moneda lo consideró un “error táctico”.
El otro tema crítico es sufragar con votos válidamente emitidos; es decir con una preferencia marcada correctamente. ¿Por qué digo esto? Porque existen en la derecha quienes han llamado a anular el voto en esta elección, por no estar de acuerdo con el proceso y también desde la izquierda, para intentar boicotearla porque huelen un fracaso.
Anular el voto tiene consecuencias, es altamente riesgoso y una enorme irresponsabilidad, puesto que, si los votos válidamente emitidos disminuyen considerablemente, existe una alta probabilidad de que resultar elegido termine siendo una verdadera lotería, pues dependerá de la cifra repartidora en cada región -que se calcula de acuerdo al sistema D’Hondt, y si son pocos los votos válidos, ésta puede ser muy baja y por lo tanto podría salir electo cualquiera. El voto nulo es un voto invalidado de acuerdo con nuestra legislación y por lo tanto sería una muy irresponsable decisión votar de esa manera.
Cada elección es también un claro reflejo de cómo la ciudadanía está evaluando el desempeño del gobierno. Qué mejor ejemplo que el efecto del plebiscito del 4-S con ese 62/38 del Rechazo, que obligó a Boric a cambiar el gabinete y llamar al socialismo a integrarse a su coalición gobernante.
Si hoy votan más de 10 millones de personas, existe una muy alta posibilidad que el Gobierno vuelva a sufrir una gran derrota, lo que le estaría diciendo al Presidente, por segunda vez, que Chile no aprueba su programa y que lo está haciendo muy mal.
De cada uno de nosotros entonces depende el destino de nuestra Patria. No solo para lograr tener una buena Constitución, sino que también para enviarle un potente mensaje al Presidente y sus dos almas, que lo que el país desea y necesita urgentemente es certidumbre y moderación; vivir en paz y no más violencia; orden y seguridad; certezas y no más de esas promesas que sus propias acciones terminan desmintiendo.
En resumen, lo que el país reclama es recuperar la amistad cívica y volver a la senda del desarrollo, que le permita a cada uno de sus habitantes hacer realidad sus sueños.
Hoy es nuestro día D. El llamado es a votar y hacerlo válidamente. Chile nos lo demanda.