En la Roma clásica, el Senado zanjaba sus decisiones acorde al número de representantes que se situaban a la derecha o a la izquierda de una mesa.  Los que elegían el lado derecho manifestaban su acuerdo a la moción, los del costado izquierdo, su oposición. Ahora no existe “una mesa”, pero la lógica (siglos después) sigue siendo la misma.  Me explico.

La derecha, cuando se opone, tiende a fundamentar su disconformidad casi siempre recurriendo a porcentajes, estudios longitudinales, análisis de cifras y una serie de investigaciones cuantitativas que muchas veces sólo ella es capaz de descifrar. Los representantes de la izquierda, en cambio, sobre todo aquellos establecidos en el ala más dura –casi cayéndose de la mesa– parecieran actuar bajo la lógica de: “No sé de qué se trata, pero me opongo” (la cita es de Miguel de Unamuno).

Sobre esto último existen varios ejemplos a través de la historia. Todos salpimentados por una retórica armoniosa, pero inconclusa;  peliaguda, rebelde y compleja, que apela a las emociones y anhelos sociales más profundos, y que la hacen digna de cierto reconocimiento por su gran cuota de “aguante” para no dejarse intimidar, a pesar de sus magros resultados.

Un reflejo de aquello es la manera cómo la Confech, atraída por el vértigo que provoca la emancipación y lista para volver al centro de Santiago, ha convocado a un paro nacional para el próximo 1 de junio.

A modo de predisponer el ambiente y para hacer sentir la presión, eligió esta semana lanzar un video con sus demandas. Estrategia bastante efectiva si tomamos en cuenta los hábitos digitales de los chilenos, quienes dedican 13 horas por semana a mirar videos online, un 80% de ellos en su smartphone o tablet mientras se desplazan por la ciudad.

El video “ultimátum” en cuestión, utilizado para clarificar el plan de la Confech, se extiende bastante más allá de la educación. Adherido al mensaje prioritario está su rechazo a la banca, a las AFP y al lucro (hay varias más).  Sin embargo, desde el tiempo que llevamos escuchando sus reclamos, más allá de que éstos hayan sido calificados como injustos, opresivos y arbitrarios, se echan de menos las razones que la llevan a mantener su férrea oposición y cuáles serían sus propuestas (esta vez sí que importan las cifras, las estadísticas y los presupuestos) para convertir en realidad sus demandas.

Parece que se tomaron muy en serio la idea promulgada de “retroexcavar” el terreno, olvidando que cuando entra la pala mecánica es para dar vuelta la tierra, luego sembrar y con el tiempo cosechar frutos, no para comenzar de cero.  ¿No será hora de ponerle freno de mano a la retroexcavadora para dejarla estacionada de una vez?

A pesar de que la mesa está a punto de trizarse, la superficie izquierda se mantiene casi intacta, aunque no exenta de imperfecciones. Lo que está claro es que ese “yo me opongo”, como un reflejo automático ante cualquier situación, nos puede conducir a escenarios imprevistos que, en vez de llevarnos hacia adelante, nos hagan retroceder varios pasos dejándonos por un buen tiempo con algo más que la cojera de una mesa.

 

Paula Schmidt, periodista e historiadora

@LaPolaSchmidt

 

 

FOTO: FRANCISCO FLORES SEGUEL/AGENCIAUNO

 

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