Ejercer nuestro derecho a voto es más que un simple trámite que muchos realizan de mala gana cada cierto tiempo. Detrás de dicha acción se conjuga una serie de anhelos, carencias y preocupaciones por nuestro futuro personal y el de nuestro país. Siendo éste un año electoral, es necesario realizar un balance sobre la actual situación de Chile, la que lamentablemente evidencia más desaciertos que aciertos. Frente a esto cabe preguntarse, ¿en qué minuto nuestros políticos dejaron de lado valores como la responsabilidad y la sensatez? ¿En qué minuto estos principios dejaron de ser importantes en la política?

Quienes vivimos en democracia presenciamos con horror, pena y cierta distancia la dramática y extrema situación que hoy viven los venezolanos. Sin embargo, parece que olvidamos los factores que detonaron esa realidad, un conflicto al cual no se llegó de la noche a la mañana. La falta de tolerancia, la poca valoración hacia la libertad individual, la poca confianza en los otros y en nuestras capacidades, la polarización y la exacerbación de pasiones, son en parte los grandes culpables de la debacle de una sociedad.

¿Somos los chilenos conscientes de este debilitamiento en las bases de nuestra convivencia? Creo que no. Sin pecar de pesimista, basta observar las noticias, las manifestaciones y las actitudes que han guiado los últimos procesos políticos y sociales, en donde priman la intolerancia, la desconfianza y el desprecio hacia otros. Al parecer, hemos olvidado la vital importancia que tiene el respeto por la libertad individual de cada uno de nosotros. ¿Cuánto ha contribuido a este debilitamiento y polarización, la retórica refundacional del actual Gobierno y de ciertos grupos de la sociedad civil?

Paradojalmente, muchos hablan de democratizar, de aumentar la participación, de hacer más democrático al país, pero lo hacen a través de un discurso maximalista y confrontacional que contribuye poco a mejorar la calidad democrática de Chile. Por el contrario, aumenta la desafección de los ciudadanos con respecto a la política y su desdén con respecto a la democracia misma. Esto incentiva la aparición de demagogos que prometen el cielo y la tierra, sin mucha responsabilidad, promoviendo actitudes pendencieras.

¿Queremos que esta lógica de la intolerancia sea la que guíe a nuestro país? ¿Cuánto estamos hoy contribuyendo a que Chile sea efectivamente un país mejor?

Esto debería incentivar a involucrarnos, a no olvidar la importancia que tiene cada uno en el proceso democrático. Recordemos que una democracia se conforma también de deberes, el primero de ellos es promover una ciudadanía responsable, la única capaz de preservar la democracia misma.

 

Yasmin Zaror, asistente de Investigación de Fundación para el Progreso

 

 

FOTO: JORGE FUICA/AGENCIAUNO

 

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