De nuevo en la palestra, el tema del relato del gobierno. Del actual gobierno. Hace unos días la vocera de gobierno intentaba explicar (¿el que explica se complica?) que el relato está dado por la preocupación por la clase media y los niños y, desprendemos, eso sería suficiente para dar por finalizado el debate por el relato. De hecho, agregaba: “El relato no es un tema discursivo”. Días después, la que también fuera vocera del gobierno de Piñera, la actual senadora Ena Von Baer, hacía el intento de explicar que el gobierno lo está haciendo bien, factual y comunicacionalmente. Coincidiendo con su par de RN, la senadora UDI señalaba que la propuesta del gobierno apunta a la clase media: “El Estado ocupado y preocupado no solamente de los más vulnerables, sino que de la clase media”.

El relato es un ejercicio muchísimo mayor del ejercicio de la política y, en Chile Vamos, nadie parece entenderlo del todo.

Sin embargo, en política no basta con tener una idea o sólo un buen líder. Lo tiene claro uno de los actores de Chile Vamos que más se ha preocupado por entender y desarrollar el concepto del relato político, el senador Andrés Allamand. Unos días antes, de hecho, partió una semana cargada de entrevistas en que buscaba dilucidar también el tema del relato, a partir de un texto que él mismo escribió sobre el tema y que circulaba al interior de las filas de Chile Vamos. En El Mercurio afirmaba que «un proyecto político no puede descansar solo en los méritos de un líder», como si supiera que venían y se anticipaba a las entrevistas de la voceras, la actual y la ex, en que una y otra alababan las cualidades de Piñera y Lavín como líderes, respectivamente. Pero en su propio texto, Allamand no termina de entender que “el relato” no es la simple difusión de ideas. Afirma Allamand: “Como nunca antes la centroderecha, es decir el gobierno y los partidos que lo apoyan, cuenta con una narrativa política potente que sólo debe articularse y difundirse adecuadamente”. Aquí el tilde de “sólo” juega un rol clave, pues da cuenta que la palabra en uso refiere a “solamente” y, por lo mismo, revela que para el senador el relato consistiría, solamente, en articular las ideas y difundir. De hecho, su texto sobre el relato es una lista de ideas y que fue acompañado por una serie de entrevistas, como preámbulo de una posterior gira por el país dando cuenta de estas mismas ideas. Sin duda hay coherencia, pero lo cierto es que el relato es un ejercicio muchísimo mayor del ejercicio de la política y, en Chile Vamos, nadie parece entenderlo del todo.

La clase media o el desarrollo no lo son, pues corresponden al propio grupo objetivo de la comunicación, en primer caso, y una meta racional, en el segundo. Ni uno ni otros son figuras simbólicas capaces de convertirse en causas a las cuáles querer adherir.

“Partiendo de un nivel muy elemental, la política fabrica fórmulas retóricas con las que busca un espacio semántico de relevancia social, de manera que muchos se asocien a una causa”, afirmaba en El País una de las mayores expertas de habla hispana en comunicación política, que incluso estuvo de visita en La Moneda durante el primer gobierno de Sebastián Piñera, María José Canel. Pero lo que no aparece ni en las entrevistas de la vocera Pérez ni de la senadora Ena Von Baer, como tampoco en el texto del senador Allamand, lo que le falta al relato del gobierno es una comunicación capaz de convocar y cautivar a la ciudadanía por una causa. Si se quiere, el relato del gobierno y Chile Vamos parece más la misión de una empresa, a saber, poner el foco en la clase media y llevar el país al desarrollo, que propiamente la articulación de una causa a la cual esa misma clase media se pueda asociar.

El relato del gobierno debiera ser capaz de transmitir la épica y simbología necesarias, para que la ciudadanía adhiera a una causa.

La causa de la igualdad del gobierno de Bachelet, guste o no, era efectivamente una propuesta propiamente simbólica. En cambio, para el actual gobierno, la clase media o el desarrollo no lo son, pues corresponden al propio grupo objetivo de la comunicación, en primer caso, y una meta racional, en el segundo. Ni uno ni otros son figuras simbólicas capaces de convertirse en causas a las cuáles querer adherir. ¿Cómo va a querer asociarse la clase media a la preocupación por la propia clase media? Sin duda, no será ese el camino de un relato simbólico suficiente. ¿Será entonces la promesa de llevar el país al desarrollo? Podría ser esta línea eventualmente el sustrato para un posterior relato, pero carece de la simbología necesaria para convertirse en una casua. El desarrollo, entendido como el estadio en que el PIB per capita alcanza un nivel determinado, es el camino esperado de cualquier país que avanza, más aún uno gobernado por una figura como la de Piñera que por su historial se espera de él exactamente eso, que lleve al país a un mayor bienestar económico. Pero en jerga común, esto sería sólo “el desde” y, por lo mismo, no será jamás una causa convocante. A lo sumo una promesa razonable y que además, no convoca a terceros a participar.

El gobierno actual sigue teniendo una buena oportunidad. Su buena gestión, la consolidación de su coalición política y la desarticulación de la oposición son una base suficiente para pensar en ganar otra vez las elecciones y continuar a cargo del gobierno y quizás con una mejor posición, hasta mayoritaria, en el parlamento. Su relato, por tanto, debiera ser capaz de transmitir la épica y simbología necesarias, para que la ciudadanía adhiera a una causa. Carlos Peña ha dado cuenta hace bastante tiempo de lo que ha denominado “la nueva cuestión social”. La Encuesta Bicentenario de la UC lleva varias ediciones explicando que los chilenos estamos en una etapa de valores postmaterialistas. La clase media debe ser ciertamente el grupo objetivo del relato del gobierno, pero ¿sabrán articular la narrativa adecuada, el montaje dramático, el ejercicio simbólico que se requiere, para cautivarlos realmente y que adhieran a su propuesta? Ahí está la verdadera prueba. El gobierno y Chile Vamos debe saber lo que relata o se convertirá sólo en una re-lata.

FOTO: SEBASTIAN BELTRAN GAETE/AGENCIAUNO