Al igual que en el tenis, en la política los empates no existen. La Nueva Mayoría sufrió una importante derrota a manos de Chile Vamos, que pasa a ser la coalición más votada del país, con la mayor cantidad de alcaldes y concejales. Efectivamente, las noticias son más positivas para las aspiraciones de Sebastián Piñera que para Ricardo Lagos de cara a la presidencial de 2017.

Pero necesariamente debemos extender el análisis un poco más allá. La abstención –que en las proyecciones se asomaba como un factor clave– llegó a un nivel histórico. Prácticamente dos de cada tres chilenos optaron por no ir a votar. En las regiones extremas del país la situación fue dramática, llegando incluso al 87% de abstención en Tarapacá.

Y aunque los afectó en distinta magnitud, tanto la Nueva Mayoría como Chile Vamos vieron reducidas sus votaciones. El caso más dramático es el de la Democracia Cristiana, que pese a que sigue siendo el partido más grande de su coalición, perdió casi 400 mil votos a nivel nacional. Lo cierto es que el saldo es negativo para todos los partidos tradicionales que en total redujeron su votación en casi un millón de votos.

Entonces, ¿alguien puede sacar cuentas alegres?

Definitivamente no. Comparado con el escenario de 2012, esta vez tendremos alcaldes que, dada esta baja participación, ganaron sus municipios con menos del 10% del padrón electoral. Caso emblemático es el de Felipe Alessandri en Santiago, quien a pesar de haber ganado, obtuvo menos votos que Zalaquett en 2012 cuando perdió frente a Carolina Tohá.

Nada de esto implica un inminente regreso al voto obligatorio. El desinterés por la política se debe en gran medida a la poca capacidad de movilizar que han tenido los partidos tradicionales y a su escasa capacidad de renovarse. A ojos de la ciudadanía, la oferta de las coaliciones tradicionales resulta poco atractiva. Un buen ejemplo es la elección de Evelyn Matthei en Providencia. Aún cuando destaque como una de las principales victorias para Chile Vamos, su votación refleja el desencanto de la gente. Comparado con 2012, en esta elección votaron 7 mil personas menos, y la propia Matthei se alzó con la victoria obteniendo 5 mil votos menos que los obtenidos por Josefa Errázuriz la vez anterior.

Tanto en el caso de Alessandri como en el de Matthei sus victorias fueron fruto de una baja participación electoral y de una debilitada gestión municipal de sus antecesores. En pocas palabras, el triunfo político de Chile Vamos esconde un peligroso escenario de desafección, del cual ninguno de los partidos tradicionales se está haciendo cargo. En resumen, más allá de haber avanzado y de posicionarse como la coalición más votada, Chile Vamos obtuvo victorias con menos votos que en elecciones pasadas.

El desafío para la elección parlamentaria y presidencial de 2017 pasa en primer lugar por renovar la oferta de alternativas políticas. Si algo positivo encierran los resultados de estos comicios municipales es el espacio que se abre para los nuevos partidos políticos. Aún cuando Renovación Nacional celebre (es el partido con mayor número de concejales), perdió más de 50 mil votos, los que sumados a los más de 350 mil que perdió la Democracia Cristiana, muestran un interesante escenario para la nueva coalición de centro conformada por Ciudadanos, Amplitud y Red Liberal.

Esperemos que luego de la borrachera electoral, los partidos políticos se tomen en serio el problema de la desafección y busquen mecanismos para mejorar la participación y no se contenten con pequeñas victorias electorales. Lo que está en juego para la próxima elección no es solamente quien gobernará el país por los próximos cuatro años, sino también el respaldo ciudadano que tendrá el próximo Presidente.

 

 Enzo Napoli, director ejecutivo de Plural

 

 

Foto: SEBASTIAN BELTRAN GAETE / AGENCIAUNO

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