La próxima semana la Presidenta inicia visita a Italia, Vaticano, Francia y Bélgica. ¿Qué va a encontrar en la península?

En Italia ya no gobierna Silvio Berlusconi con la coalición de  derecha. Se acabó lo que Giovanni Sartori calificó de «el Sultanato», surgido después de la operación de limpieza de la vida pública emprendida por los jueces y que se conoció como «operación manos limpias». Luego de la disolución de los partidos que habían gobernado Italia desde la postguerra, que no fueron capaces de resistir la prueba de la probidad, Berlusconi concentró en sus manos parte del poder económico, político y mediático. Y lo mantuvo en forma prácticamente ininterrumpida hasta el 2013. Sartori afirmaba entonces: «Él no es un dictador del siglo XX porque no ha cambiado la Constitución, aunque ha intentado vaciarla de contenido desde dentro para quitarle poder al Parlamento. Pero los italianos que lo votan dicen: «Estamos contentísimos con nuestro dictador». Le define la idea de la corte: hace lo que quiere, obtiene lo que necesita, no distingue entre público y privado, el placer del poder le gratifica. Está a medio camino entre dictador y no. Es el padrone a la antigua, el dueño del cortijo». Luego de múltiples procesos judiciales en su contra, fue condenado a cuatro años de trabajo comunitario por fraude al Fisco. Pero sigue al mando de Fuerza Italia, el partido eje de la derecha italiana.

Hoy gobierna el Partido Democrático donde se agrupa el progresismo italiano proveniente del Partido Comunista, Partido Socialista, Democracia Cristiana y otras formaciones menores. Todos bajo un mismo techo. Ese partido sufrió una fuerte sacudida cuando el joven alcalde de Florencia Matteo Renzi, de origen socialcristiano, ganó en 2012 por lejos las primarias internas y produjo un cambio en su dirección en polémica con la vieja guardia ex comunista a la que califica de «izquierda masoquista». Renzi ha impulsado un profundo proceso de renovación institucional, logrando cambiar el sistema electoral y que Italia comience a repuntar económicamente.

El Presidente de la República es Sergio Matarella, también de origen DC, cuyo hermano, asesinado por la mafia en Sicilia, murió en sus brazos. Es reconocido por su austeridad y rectitud. Su límpida trayectoria política en el progresismo DC que confluyó en el  PD, junto a exponentes como Romano Prodi, le ha valido el apoyo de los ciudadanos. Es el polo opuesto de Berlusconi.

Michelle Bachelet encontrará una Italia progresista dirigida por líderes socialcristianos de dos generaciones diferentes, que se han unido a una izquierda renovada. No sin tensiones. Hasta ahora, sin embargo, el PD es la única fuerza progresista europea que pasa con éxito el test de las elecciones.

El otro importante interlocutor de Michelle Bachelet será el Papa Francisco, el gran reformador de la Iglesia que se ha convertido en una figura de primer plano a nivel internacional. Así lo ha reconocido Eugenio Scalfari, laico, ex director de Repubblica. No sólo por su empeño de abrir la Iglesia hacia la sociedad actual -como una tienda de campaña, ha dicho, para acoger a los heridos de nuestro tiempo-, sino también por su compromiso por la paz en Medio Oriente y el reencuentro entre EE.UU. y Cuba.

No es la primera vez que Michelle Bachelet llega al Vaticano. Las ocasiones precedentes ocurrieron en los tiempos de Benedicto XVI. Hoy encontrará un Vaticano en pleno proceso de transformación, tarea que también es ardua. Francisco debe vencer las resistencias de una Curia acostumbrada a tiempos pretéritos y bastante tolerante hacia la corrupción en ciertos ámbitos, como el manejo de las finanzas.

Se ha dicho que la Presidenta llegará al Vaticano con temas de controversia con la Iglesia, como el proyecto de ley de aborto, la reforma educacional y con el delicado asunto del litigio con Bolivia, teniendo en cuenta que dentro de poco el Papa visitará ese país. Pero -sin desconocer esas circunstancias- estoy cierto que primarán los entendimientos de fondo en materia social, cultural y de política exterior. Ninguna de las partes puede obviar que en el 2016 el Papa visitará Chile. Es probable que la agenda se ocupe de otras situaciones críticas en nuestra región como Venezuela, la corrupción y el crimen organizado, las migraciones y los presos de Guantánamo.

Culminará su gira por Italia en el pabellón chileno de la Exposición de Milán, donde dará el punta pie inicial a una conexión con los observatorios del norte, para que todos los visitantes puedan admirar las estrellas del hemisferio austral.

 

José Antonio Viera-Gallo, Foro Líbero.

 

 

FOTO: HANS SCOTT/AGENCIAUNO

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