Ganó Macri en segunda vuelta, por un margen más estrecho del que se esperaba. Es que tantos años de peronismo y luego de kirchnerismo serán difíciles de erradicar de la vida política y social de Argentina.

Los desafíos son inmensos. Macri no sólo recibe un país con la economía en severos problemas, con un aparato público muy extendido y ramificado con grandes problemas de eficiencia, y con un conjunto de prácticas político-sociales que nada tienen que ver con la búsqueda de bienestar ciudadano y la solución a los casi infinitos problemas de la sociedad.

El talento del líder, y su equipo, parecen estar a la altura de las circunstancias. La manera en que desarrolló su campaña -inclusiva, veraz y oyendo a la gente y sus problemas reales- augura tiempos difíciles, pero preñados de esperanza. Con el andar del nuevo gobierno, es probable que las voluntades de los diversos sectores se vayan sumando al esfuerzo gubernamental. Se sabe, y se nota, que han aprendido de las lecciones del pasado. Tendrán que luchar contra los espejismos de políticas fracasadas, de ideas populistas yermas y de un clientelismo que ha provocado el sedentarismo intelectual de amplias capas de profesionales.

Al frente quedará la oposición, posiblemente liderada por la Sra.K. Pero ese modo de hacer política, ese populismo verborreico, pero escaso en realizaciones concretas y prácticas, irá quedando atrás a medida que se vayan plasmando las políticas de nuevo cuño, respondiendo a lógicas pragmáticas y eficientes, y éstas comiencen a mostrar sus frutos.

El populismo en nuestro subcontinente ha traído aparejada la esperanza traicionada de unas promesas incumplidas (que fácil es prometer, que fácil es diseñar programas para la “galería”), y de un cúmulo de problemas que se van amontonando a medida que el engranaje oxidado de gobiernos ignorantes en el buen hacer van fabricando problemas y postergando soluciones.

Ejemplos en nuestra región hay muchos y se acostumbra a agrupar a Venezuela, Brasil, Argentina y Ecuador en un mismo saco. Bolivia un poco aparte pero, eso sí, en peldaños inferiores. Todos estos países en problemas por razones y errores similares: una mala administración y un mal manejo económico, donde se confunden la ignorancia y una ausencia de estudios de impacto de políticas públicas mal diseñadas. Algunos incluso dirán que por razones de mala fe y provecho propio: esto avalado por sonados casos de corrupción política y económica en casos como Brasil y Venezuela.

El Presidente electo ha mostrado un gran pragmatismo. Ya en sus primeras declaraciones y pasos en conformar un nuevo gobierno, que asume en diciembre, ha priorizado tanto las tareas como los escollos que se presentarán para la resolución de las mismas. El tema económico tiene prioridad en cuanto a que Argentina, aislada por largos años de los mercados financieros mundiales (¿puede estimarse esto como normal?), debe arbitrar las medidas para reinsertarse en el mismo, renegociar la deuda con problemas, unificar en forma lógica el sistema cambiario, hasta dar un mayor desahogo y facilidad al sector exportador.

Argentina es un país potencialmente muy rico, como ya lo demostró en un pasado que parece muy lejano. Por lo tanto, es un país con enorme potencial en el sector agrícola y su industria anexa. Con las medidas adecuadas, puede lograrse una recuperación favorable. Esto como punto de partida. Luego, en el sector regional y en el sector exterior ya se anuncian medidas que son muy importantes y que, de ser bien implementadas, dotarán al cambio de un impulso adicional.

Mercosur, por ejemplo, ha sido un grupo de países que ha trabado su comercio externo y, simultáneamente, convertido el tema económico en un tema político. De allí la falta de lazos económicos del grupo, como entidad, con el resto del mundo. Resistirse a la globalización es como quejarse que hace mucho calor o mucho frío: son variables constantes que están fuera del control de los individuos o de sus entes rectores. Además, se da el error de la aproximación selectiva a la globalización: algunos aspectos se toman y otros se desechan. China, por ejemplo, entendió muy bien, y mucho antes que el resto, esta dicotomía, ya que desde 1978 ha liderado e implementado un proceso de apertura económica con resultados evidentes para todos.

Es posible que Argentina consiga deshacerse del lastre “populista” de la política exterior. Una de las medidas será mirar atentamente y buscar sinergias con los países que conforman la “Alianza del Pacífico”, quienes han sido más certeros en aprovechar la ola de globalización en contraste con el Mercosur.

En esta coyuntura, Chile deberá estar atento a las nuevas oportunidades que puedan emerger en el ámbito de la cooperación económica. Por ejemplo, ya se habla del puerto de Mejillones como alternativa de abastecimiento para el gas que necesita Argentina. Los corredores bioceánicos necesitarán de un escrutinio más práctico que político, así como los túneles que se han planteado a un nivel bilateral: la conexión, tanto del Pacífico como del Atlántico con el resto del mundo y con Asia ya están aseguradas y en pleno desarrollo. Una logística adecuada puede morigerar las diferencias en días de navegación, sin necesidad de entramparse en proyectos de infraestructura a gran escala que siempre se atascan en algún punto de su diseño o ejecución. Es por ello conveniente involucrar aún más a la sociedad civil de ambos países en el desarrollo de una agenda bilateral. Al tener ésta menos recursos disponibles, existe un necesario y vital pragmatismo que acelere el encuentro de puntos de sinergia.

El caso de Venezuela es singular, ya que sus elecciones son en el próximo mes. Macri ya ha señalado que le interesa abogar por elecciones limpias, donde se respeten los resultados y que, además, se libere a los presos políticos. Será toda una prueba de diplomacia y eficiencia. Hay mecanismos que existen -ya sea en la OEA (ahora que despierta de su letargo) o en el Mercosur- que pueden constituirse en buenas herramientas de persuasión y presión. Estas iniciativas pueden ser un agente que cristalice una voluntad democrática de múltiples actores de la región, que han tenido problemas para hacer oír su voz.

En suma, si Argentina juega bien sus cartas, con orden, lógica y persuasión, se convertirá en un nuevo líder regional, en un área del mundo donde el populismo se ha enseñoreado con prácticas matonescas, donde se oye a quien más grita y no a quien le asiste la razón y la ley, y donde un cúmulo de actores buscan una voz que les permita traspasar su visión a un ámbito más amplio, facilitando un cambio y una evolución en la política: el tránsito de un mundo dividido y fragmentado por la lucha ideológica, que a nada conduce, a un mundo más pragmático, donde lo que se impone son las soluciones a los problemas verdaderos, y no el clientelismo ni agendas regionales donde se abusa del léxico sesentero que llevó a nuestros países a sufrir décadas de atraso y despotismo.

Si China y Asia lo pudieron hacer desde fines de la década de los 70, no veo cuál pueda ser el obstáculo para nuestra región, donde los valores de la buena fe, el bien común y el desarrollo inclusivo y sustentable están allí, al alcance de quienes estén dispuestos a sembrar en buena ley y cosechar el fruto de su imaginación y disciplina.

 

Enrique Subercaseaux, ex diplomático y gestor cultural.

 

FOTO: FANPAGE MAURICIO MACRI

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