Marta Canto: El voto obligatorio mejora nuestra democracia
No habrá fortalecimiento de la democracia si no aseguramos una real participación ciudadana en las elecciones y, por lo tanto, la legitimización del sistema democrático. La ciudadanía reclama que quiere autoridades empoderadas, que tomen decisiones, pero reclama que no se ha sentido parte de las definiciones nacionales.
El principio una persona = un voto constituye la base misma de la igualdad entre los ciudadanos mediante el transcurso de todo proceso electoral, y se expande a la posibilidad de elegir a los responsables del ejercicio público y de ser electos para desempeñar alguna responsabilidad de ese mismo carácter. En una democracia representativa, el pueblo está llamado a elegir a sus autoridades, quienes tomarán las decisiones. Así es como todos ellos son iguales en términos políticos.
Importantes reivindicaciones sociales en nuestro país se realizaron vía voto obligatorio. Recordemos, en épocas pasadas, el voto censitario, pasando en 1874 al sufragio universal y la incorporación de las mujeres a la vida política en 1949. Así, podríamos sumar una larga lista de procesos, que se han visto marcados porque se ha ejercido el derecho a sufragar.
La participación en las elecciones ha ido disminuyendo en el último tiempo, fenómeno conocido como “desafección política”, que se observa también en otras democracias del mundo. Diversos factores explican este fenómeno, pero es muy importante revertir esta situación para fortalecer la democracia. Ello, porque no solamente se circunscribe al acto de votar, sino que implica además compromiso, responsabilidad, diálogo e interés por participar en los asuntos públicos.
En política comparada, el voto obligatorio tiene mayor prevalencia en América que en Europa. De la totalidad de países con población de más de un millón de habitantes en América, un 52,2% de ellos cuentan con voto obligatorio, mientras que en Europa corresponde solo al 8,3%. En América, la legislación de Argentina, Bolivia, Costa Rica, República Dominicana, Ecuador, Honduras, México, Paraguay, Perú y Uruguay dispone la obligación de votar. En Europa, son solo los casos de Bélgica, Chipre y Grecia.
Por esta razón y por los acontecimientos que hemos estado viviendo resulta necesario que transcurridas cuatro elecciones con voto voluntario, nos hagamos la pregunta de si no será necesario para salvaguardar la salud de nuestra democracia y mantenerla con vigor, retornar al voto obligatorio, instalando esta discusión y abordándola de forma madura y seria, pensando en qué es lo mejor para nuestro país. No habrá fortalecimiento de la democracia si no aseguramos una real participación ciudadana en las elecciones y, por lo tanto, la legitimización del sistema democrático. La ciudadanía reclama que quiere autoridades empoderadas, que tomen decisiones, pero reclama que no se ha sentido parte de las definiciones nacionales.
Necesitamos ciudadanos y ciudadanas comprometidos con su país y ejerciendo su derecho a voto para que el Acuerdo por la Paz Social alcanzado hace una semana sea la ratificación de la razón social, tan necesaria por estos días. Así fortalecemos nuestra democracia y el funcionamiento de las instituciones y evitamos el camino a los populismos, que han demostrado en algunos países latinoamericanos el deterioro del sistema democrático.
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