De cuando en vez, algunos líderes de opinión alzan al voz para reclamar por las bajas penas que enfrentan quienes delinquen. Nuestros matinales dedican largos minutos a criticar el sistema por “garantista” y por enviar señales erróneas frente a delincuentes que quedan rápidamente en libertad. Algunos animadores destacan en televisión por su férrea defensa de la ciudadanía ante una delincuencia que aparece desatada.

 

Pues bien, hay dos chilenos responsables de la muerte de una persona que están enfrentado un sistema con penas realmente ejemplarizadoras. Están detenidos hace más de un año en Malasia y, aunque se ha descartado que lleguen a aplicarles la pena de muerte, en caso que sean encontrados culpables deberían enfrentar 30 años de cárcel.

 

En uno de los matinales de la televisión, cuyas animadoras hace algunos meses hicieron noticia por avalar las torturas a ecuatorianos que asesinaron una mujer en Chile, el panel se pregunta qué puede hacer el gobierno para evitar un “desenlace trágico después de estos meses de angustia”.

 

Aunque uno hubiese esperado que al menos un sector de la prensa destacara que existen países donde la delincuencia es realmente enfrentada con dureza, lo que hemos visto es un cúmulo de titulares e imágenes que parecen lamentarse del triste destino que enfrentan los connacionales acusados de homicidio en Malasia. Un portal de noticias se extiende sobre las “pésimas condiciones carcelarias” en dicho país: deficiente calidad de la higiene, malas comidas y celdas sobrepobladas. Nada muy diferente a lo que dicen los artículos de las cárceles chilenas. Una revista de “papel couché” titula su crónica “Pesadilla en Malasia”, relatando un caso judicial en el que no se observa atropello alguno a los derechos de los acusados ni discriminación por el hecho de ser extranjeros. Por el contrario, en otro medio, un experto aclara que el hecho de ser chilenos incluso podría ser favorable para los acusados de asesinato, por la imagen internacional de nuestro país y porque si fuesen de países vecinos a Malasia, los tribunales serían más duros con ellos. En uno de los matinales de la televisión, cuyas animadoras hace algunos meses hicieron noticia por avalar las torturas a ecuatorianos que asesinaron una mujer en Chile, el panel se pregunta qué puede hacer el gobierno para evitar un “desenlace trágico después de estos meses de angustia”.

 

Es decir, cuando hablamos de delincuentes en Chile, nuestra prensa se pone del lado de las víctimas y reclama “mano dura”. Pero cuando son dos connacionales acusados de un delito grave quienes enfrentan la justicia de otro país, tememos que una resolución judicial pueda constituir un “desenlace trágico”. Un diario llamó a la abogada de los jóvenes en Malasia “la abogada de la esperanza”, lo que quiere decir, por cierto, que la esperanza está en que no se condene a los agresores.

 

Cabe destacar que en Malasia no existe un equivalente de nuestra “Ley Zamudio”, que establece agravantes para delitos motivados por la discriminación. Esto es relevante, porque la prensa chilena tampoco se ha cansado de destacar que la víctima en este caso era un “travesti que ejercía la prostitución”, como si las condiciones u ocupaciones de la víctima pudieran representar algún tipo de atenuante de la culpa en los hechos. En Chile sería un agravante.

 

No tengo ningún elemento para inclinarme por algún tipo de condena o absolución en este juicio. Tampoco lo tienen los medios chilenos. Por ello, no estaría demás un poco menos de patrioterismo para tratar hechos delictuales alrededor del mundo, impliquen o no a connacionales.