Me habría gustado dedicar la última columna del año a celebrar progresos, alguna buena noticia que nos permitiera a todos mirar con optimismo el 2017, por pequeña que fuera. Por donde miro, sin embargo, veo resultados desalentadores.

El país está creciendo a un tercio de lo que crecía hasta fines de 2013 y, por esa razón, encontrar un empleo hoy es infinitivamente más difícil que hace tres años (y los que se encuentran son por menos plata y peores condiciones). Los servicios públicos han empeorado, especialmente la salud, que vuelve a tener largas listas de espera y una deuda cinco veces mayor que cuando partió la administración Bachelet II. En La Araucanía, uno de los símbolos de la indiferencia de La Moneda y de los valores invertidos que defiende la izquierda, no solo sigue la violencia, sino que ahora se canoniza a sus activistas y nos cuentan de una “machi” que amenaza con morirse de hambre si no la liberan (no sabemos si porque es “machi”, o porque no cometió el delito del que se le acusa, o si, habiéndolo cometido, lo considera justo y reivindicativo).

En fin, no es mi intención enumerar acá el detalle de los retrocesos, pero la lista de plantas que se secan y de las especies de maleza que crecen en Chile hoy es larga y toca prácticamente todas las áreas en donde ha puesto las manos el actual Gobierno. Los responsables, en todo caso, están optimistas, e insisten en que soportan estoicos el rechazo abrumador de los chilenos, porque en un futuro cercano, mediano o lejano –tampoco ellos lo saben– llegará el momento en el que agradeceremos la obra gruesa de estos años.

Pienso que a una mayoría de chilenos la flor en proceso de marchitarse que más nos ha dolido es el Instituto Nacional, cuya decadencia no es una percepción, sino una realidad. Usted recordará cuando el ministro Eyzaguirre, entonces a cargo de Educación, dijo en junio de 2014 que lo que teníamos actualmente “es en una cancha enlozada, un competidor corriendo con patines de alta velocidad y otro descalzo”, y que para resolver esa diferencia, “primero tengo que bajar al otro de los patines”. Pues bien, en un plazo récord, el Gobierno cumplió con ese propósito y el Instituto Nacional, el colegio público más antiguo de Chile, que acogía a los mejores alumnos de familias pobres y de clase media, que aspiraban a llegar cuán lejos les permitiera su esfuerzo y talento, pasó de estar en el lugar 14 del ranking de mejores colegios en 2014, al lugar 101 en 2016. La misma suerte corrió el Liceo Carmela Carvajal, el emblemático para mujeres.

Pobre en resultados y rico en consignas, así está terminando el proyecto político inspirado en el “otro modelo”, que castiga el mérito, no cree en el esfuerzo como motor de superación, reniega de la libertad y la considera un bien exclusivo para una elite, y pone todo –absolutamente todo– bajo el resguardo del Estado.

No es extraño, entonces que todo lo que toca el Gobierno de la Nueva Mayoría se seque, apague o, en el mejor de los casos, se congele. Es tal vez el propósito de un ejército de jardineros infieles, que mientras repiten un discurso embaucador, que encaja con frustraciones y dolores que se arrastran por generaciones, prefiere cultivar la mediocridad antes que permitir que crezcan y se multipliquen las flores del jardín.

 

Isabel Plá, Fundación Avanza Chile

@isabelpla

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