Hasta el momento de escribir esta columna, el PPD reafirmó su decisión de no integrar la ya famosa “lista del indulto” que el propio Boric ha intentado infructuosamente de constituir y el PS optaría por Apruebo Dignidad.

El Presidente ha intervenido personalmente en los partidos de izquierda para intentar que conformen una sola lista, lo que hasta ahora no ha logrado, demostrando la desesperación que le embarga de sufrir un nuevo fracaso electoral de las proporciones del plebiscito del 4S, si el PC/FA compitieran solos en la elección del Consejo Constituyente.

Pero más allá de la coyuntura, el mar de fondo que hay tras este nuevo ofrecimiento de cargos es el reconocimiento implícito del Gobierno de su incapacidad para conducir el país, de su parálisis, sin saber que hacer después del rotundo e inesperado fracaso del 4S y de su urgente necesidad de sumar la experiencia y conocimiento de como gobernar de la vilipendiada ex Concertación.

Dicho lo anterior, es importante reflexionar y tomar conciencia sobre cómo un falso slogan comunicacionalmente potente, carente de todo contenido de realidad pero exitoso en lograr su objetivo, cambió el destino de Chile. “No son $30, son 30 años” incendió la pradera, se quemaron iglesias, bibliotecas, edificios, hoteles, brotó una violencia descontrolada nunca vista en Chile que la izquierda no condenó, el FA y el PC intentaron botar el gobierno constitucional del Presidente Piñera, lograron su asamblea constituyente y finalmente, alcanzaron el poder con Gabriel Boric Presidente. 

Hoy, tras once meses de gestión, el solicitar desesperadamente a la ex Concertación que se una al gobierno ofreciéndoles cargos como moneda de cambio, está demostrando varias cosas. En primer lugar que los denostados 30 años no fueron el desastre que inventaron; que los gobiernos que los precedieron permitieron que Chile tuviera los mejores años de su historia; que el modelo de desarrollo que lo permitió hay que mejorarlo pero no enterrarlo, porque funciona, y que pretender conducir los destinos de un país requiere más que osadía y audacia.

Tras once meses de gestión, hoy existe plena conciencia que la principal preocupación de la ciudadanía es la delincuencia y la crisis de seguridad que tiene atemorizada a la población. El crimen organizado actúa impunemente en todo el país; las balaceras están empezando a ser habituales; en el sur continúan los delitos terroristas, la frontera norte es un coladero de ilegales y de bandas delictuales y sin embargo, este gobierno aún no tiene una agenda legislativa que permita atacar con decisión y con la fuerza necesaria este flagelo, que está adquiriendo dimensiones nunca vista en el país. 

Fue el propio Presidente el que quebró la mesa de la Ministra Tohá al indultar delincuentes, dejándola sin piso ante la oposición, que no tuvo otra opción que retirarse de las conversaciones. Y hoy, los expertos coinciden en que lo que se requiere son proyectos de ley con suma urgencia y discusión inmediata y no más mesas que no solucionan nada. 

En resumen, en once meses de gestión, el gobierno ha tenido que reconocer que solos no son capaces de conducir el país; que fracasaron en su intento refundacional; que no tienen un nuevo plan de gobierno ante el fracaso del original; que necesitan urgente incorporar a su gestión la experiencia de gobernanza de la ex Concertación y que la superioridad moral de la cual se ufanaron fue tan solo un mal producto de esa mala consejera que es la soberbia.

*Jaime Jankelevich es bioquímico y consultor.

Jaime Jankelevich

Bioquímico y consultor

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