La Presidenta Bachelet está sola. No tiene guardia pretoriana. Quedó demostrado en la entrevista del miércoles. Los partidos de la coalición gobernante no le garantizan no volver a tener episodios como el ocurrido con el “ex ministro del Interior”, Rodrigo Peñailillo.

La soledad en el poder fortalece el ejercicio personalista del mismo. La Presidenta no habló desde La Moneda, desde la institucionalidad, sino desde un simbólico estudio con apariencia de living, el de su casa. Se hizo evidente el subterfugio personalista por sobre la solemnidad del cargo presidencial.

El miércoles en la noche se ratificó que en Chile se vive una crisis política. Pero una cosa es la crisis política y otra muy distinta es la crisis de la política. Los límites entre ambas dimensiones dependen de cómo los actores políticos, a través de las instituciones, afrontan las primeras, las que normalmente viven todas las democracias cada cierto tiempo. Eso es lo preocupante en el caso de Chile, porque la crisis se ha manejado de muy mala manera. Las élites dirigentes no sólo no han guardado las formas y la decencia, sino que han hecho evidente su falta de liderazgo, mostrando que actúan más por convicción que con la necesaria responsabilidad.

Desde que reventó el desagüe con el caso Penta, nadie actuó con la necesaria responsabilidad política. La UDI hizo simplemente una defensa corporativa, trató de tapar el desastre, sin dar ninguna señal política con respecto a las irregularidades que afectaban a dicho partido. La Nueva Mayoría, víctima de su voluntarismo en favor del famoso programa, solo vio el espacio para deshacerse de la oposición, haciendo leña del árbol caído sin ningún miramiento. Jamás pensaron que la podredumbre podría llegar a los talones de Michelle Bachelet. Lo ocurrido con Andrés Velasco refleja muy bien la forma en que primaron ciertas mezquindades, que hoy ante las “asesorías orales” de los hermanos Pizarro Cristi y los informes remedados de Peñailillo, se intentan evitar a toda costa. Es decir, la coalición gobernante ahora pide tener el criterio que no aplicaron con el ex ministro de Bachelet.

En todo este proceso, los partidos sólo han intentado sortear el embate sin asumir ninguna clase de responsabilidad política. Han intentado sacarla barata sin abordar internamente el problema que los afecta, porque entre otras cosas, parece que nadie tiene certeza de no tener tejado de vidrio. Ni Michelle Bachelet parece tener certidumbre en ese sentido. Porque si al interior de los partidos hubiera claridad de quienes han “boleteado”, la noche de los cuchillos largos ya habría empezado, pero todos sospechan mutuamente. Incluso Bachelet. Por eso ayer anuncia sola las medidas.

La Nueva Mayoría murió tras la entrevista a Bachelet. El gobierno está anulado debido a los mismos escándalos que terminaron por anular a la derecha. Ahora primará la lealtad personal y no la institucionalidad de los partidos. Personalismo puro. Grave. Pero peor es que en ese escenario, la oposición no existe. La política, la discusión de los asuntos públicos está paralizada. Los actores políticos están inmovilizados, inclusive los liderazgos habituales a las luces y las cámaras han tendido a ocultarse, a guardar un silencioso sospechoso que contradice su desparpajo habitual. ¿Dónde están Guido Girardi, Fulvio Rossi, Carlos Larraín, Patricio Melero u otros gustosos de hablar a destajo? Algunos todavía siguen sin sonrojarse como Jorge Pizarro. Pero eso no indica nada bueno.

En el fondo, todos están esperando que a alguno le salpique parte de la lava del volcán que sigue en erupción. Eso se traduce en que la Presidente está sola. No puede confiar en los partidos políticos, porque estos no pueden garantizarle “la prueba de la blancura” de sus militantes. Su único y precario recurso ahora es la fidelidad de sus más cercanos asesores. Pero ésta no es suficiente. Peñailillo, el fiel escudero lo denota. La crisis de la política podría estar en ciernes en Chile. El personalismo se impone. Lamentable, sobre todo cuando se quiere impulsar un proceso constituyente.

 

Jorge Gómez, Coordinador de Investigación Fundación para el Progreso.

 

FOTO: RAÚL LORCA/AGENCIAUNO

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