A muchos nos llamó positivamente la atención el respaldo tan explícito que el Papa Francisco le dio al rector de la Universidad Católica, Ignacio Sánchez, cuando le agradeció que defendiera con coraje la identidad de la institución que encabeza. Nos sorprendió, porque el Papa no suele personalizar cuando felicita y si eligió empezar su discurso en la UC con ese saludo personalizado, es porque ahí hay un trasfondo muy relevante.
En efecto, la libertad de conciencia es un asunto de la máxima importancia. A la mayoría le puede parecer un tema lejano, porque muy pocas personas en su vida diaria toman decisiones sobre la vida o muerte de alguien o dirigen universidades y firman convenios con el Estado. Pero sería un error creer que esto es un problema que afecta sólo al rector Sánchez por estar a la cabeza de una institución que defiende la vida. El punto central es que, desde su particular ámbito de acción, el rector está defendiendo el principio de la libertad, y esto no debería dejar indiferente a ninguno de nosotros, ya que en el día a día todos estamos tomando decisiones en conciencia en nuestros respectivos ámbitos de acción, uno de los cuales es, sin duda, la empresa.
Los hombres y mujeres de empresa podemos entender y empatizar perfectamente con el rector Ignacio Sánchez porque cada día, desde nuestro lugar de trabajo y de acuerdo a nuestras responsabilidades, tomamos decisiones en conciencia que impactan en el bienestar de algunos, cientos o miles de personas. Y esas decisiones las tomamos a nombre de una institución, organización o empresa que, en último término, está al servicio del bien común.
Alguien podría sorprenderse de que se hable de la conciencia en el ámbito de las empresas y que se le otorgue tanta relevancia. Pero sucede que el tema está presente en la definición misma de lo que es una empresa. Éstas son, antes que todo, comunidades de personas que organizan su trabajo productivo para servir a la sociedad y que, producto de ese trabajo, obtienen una legítima retribución. En el origen de toda empresa lo que hay son personas que tuvieron un objetivo común, escogido en base a valores por ellas compartidos, que quisieron proyectar dichos objetivos y valores en el tiempo, y personas que posteriormente se sumaron voluntariamente a dichos objetivos y valores cuando se incorporaron libremente a la empresa.
Las personas que conforman una empresa toman decisiones y actúan en consecuencia, siguiendo los dictados de su propia conciencia tanto individual como colectiva. Como se ve, las empresas son mucho más que contratos o intereses individuales, ellas son el despliegue de compromisos con bienes y valores superiores, compartidos de modo voluntario por quienes las conforman, desarrollando así cada una su propio ideario y camino de servicio al bien común.
Esta manera de entender la actividad empresarial como una noble vocación USEC la viene promoviendo desde su fundación, hace 70 años. En aquel tiempo los principios de que la empresa debía servir al bien común y poner al centro el respeto de la dignidad de la persona eran una novedad, pero con el tiempo las empresas de a poco han ido tomando conciencia de la importancia de ello. Tanto así que muchas de estas ideas ahora están contenidas en las normativas y estándares. De la misma manera, ya nadie se sorprende de que una empresa tenga “conciencia ambiental” o deba relacionarse como un buen vecino con su comunidad, de que tenga una política de responsabilidad social, de que elabore reportes de sustentabilidad o incluso de que tenga responsabilidad penal. Todas ellos no son sino los diversos modos como la empresa expresa sus decisiones tomadas en conciencia y asume su responsabilidad por ellas.
Por eso, a los hombres y mujeres de empresa sí nos importa que nuestra propia libertad de decidir en conciencia, tanto individual o como expresada en forma colectiva en nuestras empresas, sea siempre y en todo momento reconocida, promovida y protegida con el mayor de los respetos, ya que ella está en la base de nuestra libertad de emprender. Del conjunto de libertades que gozamos por vivir en un país democrático, la libertad de conciencia es una de las más importantes, si no la principal. Y sin ella, el resto de las libertades pierde su raíz, sentido y fundamento.
Solidarizamos con la Universidad Católica y la apoyamos en su defensa de la libertad de conciencia, pues la diferencia entre un actuar democrático de uno totalitario es precisamente el nivel de respeto y cuidado que se le reconoce a dicha libertad por parte de las distintas instituciones del Estado. La conciencia es inviolable, nadie puede obligarnos a actuar en contra de ella; no lo puede la autoridad, ni siquiera Dios quiere hacerlo. La conciencia es un ámbito sagrado; es un derecho humano esencial, que no se compra ni se soborna con un subsidio.
Ignacio Arteaga E., presidente Unión Social de Empresarios, Ejecutivos y Emprendedores Cristianos
FOTO: RODRIGO SAENZ/AGENCIAUNO