Conozco a Mario Marcel hace muchos años. Sé de su capacidad profesional, pues me tocó compartir directamente con él, primero en el cálculo del producto tendencial, cuando era director de Presupuestos y yo invitado como miembro al Comité a esos efectos; y luego cuando la Presidenta Bachelet, en su primer mandato, lo designó presidente de la comisión que estudió reformas al sistema que administra las pensiones privadas en Chile. Fui convocado para que los bancos pudieran administrar esos fondos y proveyeran mayor competencia al sistema.

Así también me percaté de su integridad y de su profunda sensibilidad social. Marcel es por ende, en mi opinión, una elección espléndida para estar a la cabeza del Banco Central en los próximos cinco años.

El instituto emisor es una de las entidades más importantes de la república. Desde luego, es una entidad independiente de los sucesivos gobiernos de turno y, dado esto, es un garante de la estabilidad de precios y de prevención de los riesgos sistémicos de la economía, más allá de lo que el Ejecutivo al mando decida. En la profesión se le denomina el “ancla monetaria”, porque debe anclar las expectativas de inflación futuras en una cifra centrada en el 3% y complementa el ancla fiscal caracterizada por el cumplimiento del balance estructural, para suavizar el ciclo económico y permitir que se imponga la tendencia del crecimiento del producto tendencial, más allá del ciclo productivo y los desajustes que se generen en la economía.

En definitiva, el Banco Central es una pieza central de la estabilidad económica y política de la república.

El principal desafío de Mario Marcel será, entonces, competir con los logros alcanzados por el instituto emisor. Ha sido su independencia lo que ha permitido al país contar con estabilidad de precios y financiera por más de un cuarto de siglo desde su creación, no solo para administrar el ciclo económico, sino también para proveer la seguridad a los agentes económicos domésticos e internacionales de que en el mediano plazo ese logro está garantizado.

El segundo desafío, no supeditado al primero, es una mayor transparencia, que el BC se convierta en una verdadera guía para los agentes económicos domésticos e internacionales. Esta es una estrategia ampliamente utilizada por la Reserva Federal de Estados Unidos y por el Banco Central Europeo. Esa transparencia conduce a que todos conozcan el comportamiento futuro del Banco Central y confíen en los instrumentos que utilizará para acomodar el ciclo, así como para dar espacio al crecimiento del producto tendencial.

Si la comunicación de esa estrategia es clara, los mercados reaccionarán positivamente, sobre todo en situaciones turbulentas, otorgándole credibilidad al BC. Por lo tanto, esa será la prueba de fuego a la hora de las evaluaciones del éxito o fracaso en la ejecución de las políticas públicas.

 

Alejandro Alarcón, economista y ex gerente general ABIF

 

 

FOTO: FRANCISCO FLORES SEGUEL/AGENCIAUNO

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