Sorpresa causó el fin de semana la entrevista a Nicolás Eyzaguirre en El Mercurio sobre el estado de las reformas y la crisis por la que atraviesa nuestro país. En una actitud que se está haciendo habitual, los ministros de Palacio utilizan los medios de comunicación para realizar fuertes críticas a la labor de su propio gobierno, práctica que instaurara la Presidenta Bachelet al pedir la renuncia de su primer gabinete en medio de un programa de televisión.

Si bien hoy existe un consenso generalizado del mal momento político que enfrenta la Presidenta de la República producto del deterioro económico, la crispación social y el contundente y transversal rechazo que suscitan las reformas del gobierno, sigue siendo valioso que el ministro más cercano a Michelle Bachelet y a quien se creía situado en el ala más izquierdista de la administración, realice un profundo mea culpa sobre las reformas y la gestión política.

Esto llama la atención a lo menos por tres cosas.

Primero, la coalición gobernante está olvidando las más elementales reglas de la lógica, y desarrolla una interesante jugada política de ser al mismo tiempo gobierno y oposición. En esto, Eyzaguirre viene a sumarse a un estilo que tan magistralmente ha desarrollado Ignacio Walker en el último tiempo: discurso sensato, mesurado e incluso crítico en columnas y entrevistas, pero al final seguir el ritmo del PC y los sectores más izquierdistas a la hora de impulsar y aprobar proyectos.

Segundo, el ministro Eyzaguirre es consistente con la que ha sido la tónica en este gobierno: la absoluta irresponsabilidad por la situación económica, social y política que enfrenta Chile. Muchos ministros reconocen en público y en privado que el frenesí legislativo dificulta el desarrollo de proyectos serios y técnicamente adecuados, pero la agenda del gobierno sigue imparable, legislando al mismo tiempo la supuesta gratuidad en la educación superior, promoviendo el aborto, la reforma laboral, entre muchos otros.

La triste experiencia de la reforma tributaria que ha debido ser complementada con 50 circulares del Servicio de Impuestos Internos, debiese haber bastado para aprender la lección. Por desgracia, tropezamos con la misma piedra cuando por ejemplo el Ministerio de Educación en vez de concentrarse en dictar los 16 nuevos reglamentos fruto de la reforma educacional, sus autoridades ya están empeñadas en cambiar el financiamiento de la educación superior, del cual conocemos ya cuatro planes distintos y contradictorios, en pocos meses. Cuando hacer mal las cosas se vuelve hábito, el resultado necesariamente es malo.

En tercer lugar, en un escenario como el actual, donde las voces detractoras vienen tanto de la oposición como de sectores cercanos al gobierno, la gran mayoría de chilenos que rechaza al actual gobierno podría confundirse y ver en personas como Eyzaguirre, Lagos o Walker los verdaderos referentes de la oposición al gobierno de Bachelet. No hay que olvidar que esos mismos nombres le dieron todo el apoyo al plan de gobierno en la campaña presidencial y en los primeros meses de gobierno, y solo la pérdida de apoyo popular –manifestada en un histórico rechazo a la presidenta Bachelet- gatilló sus críticas y su nuevo rol detractor.

Se dice que las encuestas son simples fotografías del momento. En esta pasada nadie quiere aparecer con la Presidenta, pero no sabemos qué puede suceder en el futuro y si ella es capaz de recuperar el apoyo popular, y con ello el de sus ministros, sus senadores y los ex presidentes de su propia coalición.

Por otro lado, la verdadera oposición a un gobierno de izquierda y al mayor intento de imponer las ideas socialistas en nuestro país en los últimos 25 años no vendrá de la propia izquierda, sino que de aquellos que promueven con fuerza un Chile más libre y más justo, donde las personas puedan nacer, crecer, vivir y trabajar, para así sacar adelante a sus familias con mejores oportunidades para cada uno de sus hijos. En ese sentido es tremendamente valioso el esfuerzo que partidos políticos, movimientos, centros de estudios y una gran suma de independientes hacen por articular una coalición de centroderecha moderna, con ideas claras, espíritu unitario y un mensaje de futuro.

Ahí radica la verdadera oposición, que tiene el gran desafío de representar a esa profunda mayoría de chilenos que rechaza semana a semana, mes a mes, cada una de las reformas socialistas, que ha dejado de confiar en sus líderes y solo busca una oportunidad para desarrollarse libremente.

 

Julio Isamit, ChileSiempre.

 

 

FOTO:CRISTOBAL ESCOBAR/AGENCIAUNO

Deja un comentario