Las sociedades necesitan de fundamentos invisibles para facilitar la vida en común. Algunas los edificarán en la religión, otras en la economía y muchas en la coerción. Pueden durar siglos, como sucede con los estados confesionales o derrumbarse en pocos años. Esto fue lo que ocurrió en nuestro país, donde la libertad de expresión desnudó ante la vista del gran público los abusos cometidos por la autoridad, deslegitimando las instituciones, esqueleto de nuestra convivencia. Desde entonces la emergencia del malestar social fue incontenible y aún no hay nadie realmente preocupado por elaborar un remedio. Ya sabemos que el Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución no solo ha empeorado nuestros males, sino, lo que es más llamativo, las propuestas enfocadas en un rediseño institucional que ponga freno a los abusos brillan por su ausencia. Desde la filosofía de la sospecha podríamos preguntar: ¿es que estamos tan afectados por la endogamia de intereses que nadie puede levantar una piedra sin dejar al descubierto el propio tejado de vidrio?

No cabe duda que si el río suena, es porque piedras trae. De ahí que sea prudente prestar atención al rumor que remece los cimientos de un Chile que se cae a pedazos. Si aguzamos el oído escucharemos retumbar en las estancias de nuestra institucionalidad los ecos de las colusiones, pagos de favores políticos, nepotismos, corrupción, captura del mercado y un largo etcétera de abusos que destruyeron los fundamentos invisibles de nuestra vida común. Estos eran la creencia en el mérito como fuerza vital para mejorar las condiciones de vida y el respeto a nuestras instituciones y su autoridad. 

El mérito se vació de contenido por dos retroexcavadoras, la cultura del pituto y el proceso de acreditación estatal de las universidades. ¿Le extraña? La explicación para el pitutaje es simple. Debido a los altos niveles de desconfianza interpersonal, los cargos se reparten entre conocidos. Solo así, en caso de fraude o estafa, robo y otros, quien comete la fechoría responde con su capital social. En otros términos, el pituto eleva los costos de las malas acciones dando seguridad a los  empleadores. Esta es la verdadera razón que explica cierta ausencia de mérito en nuestra sociedad, a lo que se suma la inseguridad propia de quienes ostentan posiciones de poder que no se ajustan a sus capacidades y, razonablemente, no quieren a nadie cerca que deje en evidencia su posición de inmerecido privilegio. En cuanto a la acreditación universitaria, urge revisar la forma en que ésta homogeniza la diversidad de proyectos asfixiando los espacios de libertad. Es así como, usando el brazo estatal, extirparon el mérito, afectando gravemente la calidad de la educación. Planteado en términos ideológicos, todos estos instrumentos de fiscalización y sus agentes han servido al adoctrinamiento en torno a la estatolatría, en cuyo marco el Estado es el nuevo Dios.

Las escrituras afirman que Jesús dijo: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. En el caso del Chile que sobrevivió al experimento socialista, la piedra fundacional era el mérito. Hoy, si la buscáramos entre las ruinas de nuestra institucionalidad, la encontraríamos en una situación parecida a la del general Baquedano; arrancada del podio. El asunto entonces es preguntarse qué se ha puesto en su lugar para saber cuáles son los fundamentos sobre cuya base estamos avanzando el nuevo Chile. Y la respuesta es la piedra del Presidente. Me explico.

Recordará usted que hace pocos días un feligrés de la nueva religión arrojó una piedra al Presidente quien, como buen pastor de su doctrina, no hizo reclamo alguno ante la justicia. Y es que el Presidente no cree en las instituciones republicanas ni, menos aún, en la necesidad de dar un mensaje a la población que encarne la autoridad que le ha sido conferida. Ello nos habla de su inteligencia y estrategia política, pues una cosa es no lapidar a alguien por pecados de los que nadie está libre y otra, dinamitar la piedra sobre cuya base la nueva élite política liderada por el Presidente Boric está fundando Chile. Sus cimientos ya se observaban claramente en 2018 cuando un estudio aplicado por la Agencia de Calidad de la Educación a alumnos de 8° básico en 2018, arrojaron que uno de cada tres estudiantes considera la violencia como un medio legítimo y, aún peor, el 65% afirmaba estar de acuerdo con que el fin justifica los medios. Como si fuera poco, las denuncias por armas en los colegios habían aumentado un 57%. Está claro que, si se hiciera nuevamente el estudio realizado ese año, los índices empeorarían. En otras palabras, la robustez y poderío de esa primera piedra sobre cuya base se funda el nuevo Chile ha aumentado significativamente. 

Usted me preguntará qué tipo de sociedad puede surgir allí donde la violencia se establece como medio para la consecución de los fines y yo le responderé que es la sociedad anhelada por quienes hoy nos gobiernan. En sus códigos: hay que tensionar los antagonismos sociales para sentar las bases del poder total. Es necesario introducir incertidumbre, permitir y, por qué no, fomentar el descalabro de la seguridad y el orden público, puesto que en una sociedad de ciudadanos acostumbrados a vivir en democracia nadie elige la tiranía, a menos que sea la única solución posible al caos de la guerra de todos contra todos. Así, una vez desarmados los civiles y neutralizadas las Fuerzas Armadas y de Orden, el arma por excelencia será la piedra, la piedra del Presidente. 

*Vanessa Kaiser es directora de la cátedra Hannah Arendt, Universidad Autónoma de Chile.

PhD en Filosofía y en Ciencia Política

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