“Un caballero acaba de morir

y le ha pedido a su mejor amigo

que pronuncie las frases de rigor”.

 

Estos versos son parte del Discurso fúnebre, un poema de Nicanor Parra que se refiere a la muerte y los espíritus, que habla de la vejez y las tumbas. Vale la pena recordarlo en estos días, ya que el martes 23 de enero falleció el poeta y antipoeta chileno, nada menos que a los 103 años. Fue un repetido precandidato al Premio Nobel de Literatura, que nunca obtuvo. En cambio sí recibió efectivamente el Premio Cervantes 2011, reconocimiento que antes distinguiera a sus compatriotas Gonzalo Rojas y Jorge Edwards. No pudo asistir a recibir la distinción por su avanzada edad, siendo representado por su nieto Cristóbal Ugarte, conocido como Tololo.

Fue, sin duda, una hermosa ceremonia, que se realizó el 23 de abril de 2012 y que contó con la presencia de los príncipes de Asturias, Felipe y Letizia, el Presidente español Mariano Rajoy, su ministro de Educación Ignacio Wert, los ministros chilenos Luciano Cruz-Coke y Alfredo Moreno, de Cultura y Relaciones Exteriores respectivamente, además del embajador de Chile en España Sergio Romero y el rector de la Universidad de Alcalá, Fernando Galván. Sin embargo, no cabe duda que la figura de la jornada era el Tololo, que hablaría a nombre de su abuelo.

Estaba algo nervioso ese día, pero lo hizo muy bien; leyó unos cuantos párrafos y recitó otros tantos versos: “Lo cierto -expresó el joven- es que dejé a mi abuelo en su casa de Las Cruces, en la costa chilena, rodeado de libros. La mayoría de ellos son versiones y estudios del Quijote, pero hay también algunos libros de la biblioteca de Don Quijote, como, por ejemplo, los seis tomos de La Araucana, de Alonso de Ercilla. Y hay varias enciclopedias abiertas sobre las mesas y los sillones, con las páginas más importantes señaladas con bolsitas de té en reciclaje. Para esta ocasión, voy a leer algunos de los poemas y antipoemas de mi abuelo, ya que por de pronto fueron estos los que merecieron la cariñosa atención del jurado, para considerarlo acreedor al llamado ‘Nobel de las Letras Hispanas’”.

En el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, el entonces príncipe Felipe se dio el gusto de jugar con la figura de Cervantes y Parra, señalando que el español reconocería en el chileno “un espíritu afín, un poeta desnudo de adornos, con atuendo de vecino de Chillán”, reflexionando además que las palabras de Parra “nos unen en la lengua de Cervantes y ensanchan nuestra vida”. 

Parra fue un poeta muy singular, excepcionalmente popular, como lo hemos confirmado tras su muerte. Formó parte del clan de los Parra, una familia de incontables artistas; fue hermano de la no menos famosa Violeta, pero hay muchos otros hijos, sobrinos y nietos que han escrito canciones y libros, han hecho música y poesía, y forman parte importante de la historia de la cultura nacional. Nicanor Parra, en este sentido, destacó con vuelo propio, se volvió un hombre inclasificable, poco convencional, disruptivo y capaz de hacer pensar dos veces lo que algunos sólo interpretaban  linealmente. En alguna ocasión se definió políticamente: “anarquista renovado”, me parece que fue su autodefinición.

Como suele ocurrir con estas grandes figuras, se pregunta cuál es su mejor obra o su poema más atractivo, su trabajo fundamental o más influyente. En una ocasión se le preguntó esto a un grupo de especialistas, y el poema más repetido y admirado fue El hombre imaginario, obra hermosa y de una gran creatividad, de amor y vida, de realidad y de imaginación.

En lo personal, quizá por vocación y por la tremenda fuerza y dramatismo literario y vital, me gusta especialmente el Autorretrato, que forma parte de su obra De poemas y antipoemas, de 1954. Aquí va el comienzo, pero es una invitación a seguirlo leyendo: es fácil encontrarlo en muchas páginas de internet, y también fue uno de los poemas seleccionados por Justo Jorge Padrón en su monumental Antología poética Hispano Chilena del siglo XX, patrocinada por la Fundación Chile-España, y publicada por Vitruvio.

“Considerad, muchachos,

Este gabán de fraile mendicante:

Soy profesor en un liceo oscuro,

He perdido la voz haciendo clases.

(Después de todo o nada

Hago cuarenta horas semanales).

¿Qué les dice mi cara abofeteada?

¡Verdad que inspira lástima mirarme!

Y qué les sugieren estos zapatos de cura

Que envejecieron sin arte ni parte”.

Tras la muerte de Parra largas filas despidieron al poeta, que es uno de los símbolos más reconocidos de la cultura chilena. Entre quienes fueron a rendir homenaje a Nicanor Parra estuvieron la Presidenta de Chile Michelle Bachelet y el Presidente electo Sebastián Piñera: ambos gobernantes permitieron -según señaló el Tololo en carta a El Mercurio– cumplir la máxima escrita por Nicanor Parra en la década de 1960: “La izquierda y la derecha unidas, jamás serán vencidas”. Además pudimos ver en estos días la presencia de miles de chilenos comunes y corrientes que quisieron dar el último adiós. También numerosas personas acompañaron el cortejo fúnebre del poeta, quien desde este jueves  25 de enero se encuentra enterrado en el balneario de Las Cruces.

Después de todo lo que ha pasado, podemos volver a leer lo que se preguntaba el propio Parra en su “Discurso Fúnebre”:

“Un profesor acaba de morir

¿Para qué lo despiden los amigos?

¿Para que resucite por si acaso?”

Quizá, en el caso de Parra, fue por la simple amistad, admiración y la justicia de decir adiós.

 

Alejandro San Francisco, historiador, académico de la Pontificia Universidad Católica de Chile y de la Universidad San Sebastián, director de Formación del Instituto Res Publica (columna publicada en El Imparcial, de España)

 

 

FOTO: FRANCISCO FLORES SEGUEL/AGENCIAUNO

 

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