Hace poco tuve la suerte de asistir como invitada internacional al curso de Venture Philanthropy en París y quedé gratamente impresionada por el estado de ánimo que sentí allá desde el primer momento: energía positiva, ganas de cambiar el mundo y búsqueda incansable de soluciones para lograr impacto social.

Lo que impulsa esta tendencia mundial de abordar la filantropía como un emprendimiento es encontrar la forma de sacarle más partido al dinero procedente de las donaciones de carácter caritativo, para así maximizar el impacto de estos aportes en todos los ámbitos a los que se destinan.

Para lograr dicho objetivo, se ha puesto en práctica la estrategia de adoptar las técnicas de análisis y desempeño que les dieron buenos resultados a las entidades de capital de riesgo en los años 90, centradas fundamentalmente en una mayor interacción entre el donante y el receptor, y con un marcado énfasis en obtener resultados cuantificables.

Como fruto de este esfuerzo ha nacido el movimiento que hoy se conoce como “venture philanthropy” (VP), que podemos traducir como “empresariado social”, “filantropía estratégica” o, incluso, “e-filantropía”.

Esta filantropía de riesgo se caracteriza, por tanto, en concentrar recursos importantes (financieros, conocimiento, dedicación de tiempo) en unas pocas organizaciones que son cuidadosamente seleccionadas. Tal como ocurre con el capital de riesgo, hay que decir “no” a la gran mayoría de candidatos para financiación, a veces también a proyectos muy atractivos en algunos aspectos. Sin embargo, los fondos más determinantes para la VP son las inversiones que crean una organización y una infraestructura a la vez eficiente y duradera, no para financiar los proyectos que parezcan más “sexy” dentro de una determinada iniciativa.

El movimiento de las venture philanthropies subraya constantemente el hecho de que ayudar a los demás no es simplemente una cuestión de repartir dinero, sino de comprometerse a largo plazo y de prestar mucha atención a los resultados. En este sentido, sus ideas están plenamente alineadas con lo que una organización como Empatthy está promoviendo acá en Chile.

Así, se requiere de un gran compromiso que se manifiesta en una estrecha relación entre los gestores de las organizaciones sociales y los filántropos de capital riesgo, así como en un involucramiento directo de estos últimos que va más allá del ámbito financiero. A la vez, se le da importancia al desarrollo de organizaciones sólidas, lo que se logra mediante el financiamiento de costes operativos, más que de proyectos individuales. Este financiamiento es “a medida”, gracias a la utilización de un amplio rango de instrumentos, escogidos en función de las necesidades de cada organización receptora de la inversión.

Por otra parte, también son elementos clave el apoyo no financiero, a través de ofrecer servicios de valor añadido como la planificación estratégica enfocada a reforzar la gestión; la participación en redes, que facilitando el acceso a organizaciones y actores que ofrecen capacidades diferentes a las de la organización receptora, y a menudo complementarias; la proyección multianual, por la vía de dar respaldo a un número limitado de entidades entre tres y cinco años, hasta que son operativas o financieramente sostenibles; la medición del desempeño, centrándose en una buena planificación, resultados medibles, consecución de objetivos predeterminados, y una buena política de transparencia y rendición de cuentas.

Salí del curso muy ilusionada y más decidida que nunca a perseverar en este gran emprendimiento que tiene tan motivado a todo nuestro equipo.

 
Rosa Madera, fundadora de Empatthy

 

 

 

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