La construcción del Chile admirado mundialmente tomó más de 40 años. Sin duda que el cambio más significativo para que eso ocurriera fue la implementación por parte del gobierno militar del sistema de economía libre de mercado y todas las transformaciones derivadas de esa decisión.
Una vez recuperada la democracia, la Concertación lo mantuvo vigente, introduciéndole reformas que se requerían, las que basadas en una política de acuerdos consensuados con la oposición, le permitió al país avanzar en forma sostenida durante más de 30 años, lo que finalmente fue reconocido en dos oportunidades por el Presidente Boric.
Lamentablemente, para la izquierda, el virtuosismo de todos esos años había que destruirlo y enterrarlo.
Durante Bachelet 2, el senador Quintana, vocero de la Nueva Mayoría y futuro Presidente del PPD expresó su famosa frase, “Nosotros no vamos a pasar una aplanadora, vamos a poner aquí una retroexcavadora, porque hay que destruir los cimientos anquilosados del modelo neoliberal de la dictadura”.
Cinco años más tarde, como la retroexcavadora no funcionó, el FA junto con el PC armaron la revolución del 18-O, inventando el gran engaño de “no son $30, son 30 años” y la izquierda concertacionista no defendió sus logros. Al contrario, el mismo senador Quintana, en diciembre de 2019 dijo: «Chile no necesita una retroexcavadora, al menos necesita tres: una para cambiar la Constitución, una para generar un nuevo sistema tributario, y otra bien grande para terminar con las AFP».
Las consecuencias de todo aquello fue la llegada al poder de Apruebo Dignidad con Gabriel Boric en la Presidencia, prometiéndole al país que, así como Chile fue la cuna del neoliberalismo, también sería su tumba.
Y bueno, después de 17 meses de gobierno lo único que ha crecido es la delincuencia, los homicidios, el terrorismo en el sur, la inflación, las listas de espera y el desempleo, mientras la economía decrece. Y está claro que, en lugar de seguir construyendo el país en la senda del desarrollo, se está destruyendo el Chile exitoso que conocimos.
Partiendo por el tema de Salud, el nuevo fallo de la Tercera Sala de la Corte Suprema ordenando congelar el precio de las prestaciones GES a niveles de 2019 -ampliamente comentado en la prensa- puede ser el golpe de gracia al sistema Isapres, con impensadas consecuencias para toda la Salud del país, pues sin un sistema privado, el sistema público colapsaría.
Pero más grave es el hecho que la Corte Suprema se autoasignara funciones propias del Poder Legislativo, pues fijar precios es hacer política pública y no le corresponde dictarlas al Poder Judicial, lo que sin duda daña la institucionalidad y el Estado de Derecho.
El otro sistema cuya subsistencia está en juego es el de las AFP, pues el Gobierno, a través de la Ministra del Trabajo ha declarado abiertamente que quiere ponerle fin y existe una iniciativa parlamentaria para eliminar el Decreto 3500, con lo cuál el sistema de capitalización individual está en la mira de la izquierda.
Pero más preocupa que se está destruyendo la unidad nacional, con lo que se está preparando para conmemorar los 50 años del golpe, donde se pretende establecer una verdad oficial, polarizando al país ente buenos y malos, volviendo a abrir contiendas ideológicas ya superadas, pero que le son instrumental al Gobierno para intentar recuperar el control de la agenda.
Para qué decir el daño a la fe pública al conocerse el robo institucionalizado de miles de millones de pesos destinados a ayudar a la gente más necesitada, que fueron otorgados sin fundamento alguno a fundaciones truchas a lo largo de Chile por funcionarios públicos ligados principalmente a RD, partido del ahora ex ministro Jackson, y que hasta el momento involucran a dos Ministerios, Gores, parlamentarios, subsecretarios, etc, sin que el Presidente se decida a imponer sanciones políticas.
También grave es la destrucción del respeto hacia la institución Presidente de la República provocada por acciones de Gabriel Boric, quien queriendo hacerse el popular, tuvo que responderle a una señora que no se había llevado ningún peso para la casa cuando ella le preguntó cuanta plata se había llevado él, o agarrando un megáfono frente a La Moneda hablándole a unos manifestantes contra el gobierno, como si él fuera parte del grupo protestante.
Construir cuesta muchísimo, destruir es muy fácil. En esto estamos.