La lucha contra la desigualdad ha sido bandera de lucha de la izquierda, que gusta repetir que Chile es el país más desigual del mundo. Pero la derecha se puede apropiar de la bandera de la igualdad —y derribar el mito de que Chile es el campeón mundial de la desigualdad—, buscando corregir la desigualdad de oportunidades y diferenciándose de una izquierda que promueve igualdad de resultados.
La principal diferencia entre la izquierda y la derecha no es la diferencia de énfasis entre libertad e igualdad. Ni la izquierda tiene el monopolio de la defensa de la igualdad ni la derecha asume la libertad sin letra chica. Muchos en la derecha rechazan la libertad de los gays para casarse, la libertad de los enfermos para decidir cuándo poner fin a sus vidas, o la libertad de las mujeres para decidir cuándo llevar a feliz término un embarazo. A su vez, aunque la izquierda se cree dueña de la bandera de la igualdad, la derecha a menudo defiende la igualdad de oportunidades con más entusiasmo que la izquierda.
La diferencia entre izquierda y derecha está en cómo ambos sectores aterrizan igualdad y libertad a realidades concretas. La derecha valora más el derecho del feto a vivir que el de la mujer para decidir qué hacer con su cuerpo. La izquierda está dispuesta a sacrificar libertad a cambio de menos desigualdad en los resultados. En cambio, la derecha no ve la desigualdad de resultados como un problema cuando todos tienen iguales oportunidades. Si en el país más desigualdad del mundo, todos hubieran tenido iguales oportunidades, la derecha no vería un problema, pero la izquierda igual pondría el grito en el cielo.
Huelga decir que hacer reformas para asegurar la provisión de iguales oportunidades debiera unir a la izquierda y derecha chilenas (aunque es evidente que la unión de intereses no basta para que ese anhelo se convierta en realidad). Pero ahí se terminan los intereses comunes, porque mientras la derecha busca igualdad de oportunidades, la izquierda aspira a igualdad de resultados. Por eso, para enfrentar el discurso de la izquierda sobre el fin de la desigualdad, la derecha debiera explicitar su defensa de la igualdad de oportunidades y aceptable desigualdad de resultados.
Difícilmente hay un mejor ejemplo para explicar la diferencia entre igualdad de oportunidades y de resultados que la selección estudiantil en base al mérito. En sociedades donde el desempeño en exámenes de admisión a colegios está determinado por los ingresos de los padres, no hay igualdad de oportunidades y, por lo tanto, no hay verdadera selección por mérito. Pero en sociedades donde hay oportunidades para todos y aquellos que nacen “sin patines” (usando el ejemplo del Ministro Eyzaguirre) reciben entrenamiento y herramientas adecuadas para competir, la selección por mérito no es moralmente objetable. Cuando todos tienen igualdad de condiciones, la derecha puede defender sin miedo el principio de “que gane el más mejor”.
El debate actual sobre la desigualdad en Chile no refleja apropiadamente las diferencias entre la izquierda y la derecha. Además del mito de que Chile es el país más desigual del mundo, el dogma de que toda desigualdad es mala se ha instalado como verdad incontrarrestable. Lamentablemente, la derecha liberal no ha sabido defender con convicción que hay ciertos tipos de desigualdad que le hacen bien al país. Cuando, en igualdad de condiciones iniciales, hay mayores premios y retornos a los que se esfuerzan más y a los que les va mejor, la sociedad entera se beneficia. Además, aquellos a quienes no les fue bien aceptan la desigualdad resultante porque o se esforzaron menos o simplemente tuvieron peor suerte.
En la medida en que la derecha se sume al objetivo de terminar con la desigualdad de oportunidades —diferenciándose de una izquierda que aspira a terminar con la desigualdad de resultados— su posición será más fácil de entender, más fácil de defender éticamente y probablemente incluso más popular entre los chilenos. Después de todo, la gente sabe que no hay nada gratis en la vida. Los chilenos están dispuestos a trabajar para alcanzar sus objetivos, pero aspiran a competir en una cancha pareja.
Porque los discursos crean realidades, aquellos que creen que Chile tiene más fortalezas que debilidades debieran luchar contra el mito de que somos el país más desigual del mundo. A su vez, porque cree en la igualdad de oportunidades, la derecha debiera abrazar iniciativas que buscan emparejar la cancha para que el éxito esté asociado al mérito y no al origen familiar o a los ingresos de los padres. Más aun, en la medida en que la derecha promueva igualdad de oportunidades, diferenciándose de una izquierda que promueve igualdad de resultados, los chilenos confiarán a la derecha más que a la izquierda la tarea de poner fin a la desigualdad en Chile.
Patricio Navia, Foro Líbero.
FOTO: PABLO OVALLE ISSASMENDI/ AGENCIAUNO