La guerra en Europa ha relanzado el conflicto a una dimensión global. La pretensión rusa de encapsular la invasión a Ucrania como un conflicto “doméstico”, una “operación especial” destinada a castigar a una banda de nazis según su visión, ha quedado atrás desde un comienzo, cuando se advirtieron que los objetivos profundos del proceso eran reconstituir las esferas de influencia del mundo soviético y zarista en que las disparidades ideológicas han hecho lo suyo, ya que se añadieron a consideraciones geopolíticas, relativas a imaginarios sobre los propios y los suyos, y al control económico que Moscú creía tener sobre Europa Occidental. A pesar del apoyo chino, o mejor dicho gracias a este, la guerra comercial entre China y Estados Unidos ya es política y se proyecta en la competencia global por la hegemonía, donde la dimensión de seguridad es central, como es el caso de Taiwán, Corea del Sur o Japón.

No es extraño que Putin haya dicho que la era de Occidente terminó, que ya no se podrán tratar las potencias retadoras como de segunda clase y que sus relaciones con el resto del mundo estarán condicionadas por el eje Moscú-Beijing, y la nueva arquitectura económica con una moneda BRICS bajo auspicio chino.

Ahora bien, las dudas han obligado a replantear el concepto estratégico bajo presión de la incursión militar rusa sobre Europa del Este y Central y la actual política exterior china –los “lobos guerreros” de Xi Jinping- hacia un enfoque planetario. A la cita de Madrid acudieron los líderes de Japón, y Corea del Sur, para completar los 30 dirigentes que se reunieron en el Palacio Real de Madrid para acoger no solo a los tradicionales líderes europeos y estadounidenses, sino también a los actores de Asia Pacífico, inquietos por el nuevo despliegue militar chino y ruso. Como ha dicho Stoltenberg: “El nuevo Concepto Estratégico deja claro que Rusia es la amenaza más directa y significativa”.

Las ambiciones de la Ruta de la Seda en su momento y ahora las rutas de comercio en países de tercer mundo han obligado a Occidente a mirar con ojos políticos las inversiones, y revisar su lejanía con el África subsahariana. Desde luego, y en el centro de lo que el geopolítico Harold Mackinder consideraba la isla-corazón del mundo donde se lucha por la hegemonía, la OTAN planea quintuplicar sus efectivos y llegar a 300.000 soldados para una fuerza más robusta de acción rápida que la actual de solo cuarenta mil. Junto con eso se propone aumentar su presencia militar en las fronteras con Rusia y sus aliados.

Otro capítulo es el espacio extra europeo. La OTAN se expande hacia otros continentes. En el África subsahariana se pone en el radar de inversiones económicas y asistencia en seguridad, en una zona donde chinos y la compañía Wagner rusa han estado alterando decisivamente el equilibrio de fuerzas en las guerras civiles de la zona. Aquí, Francia ha dejado de gravitar en intervenciones armadas, y es una zona que pierde presencia y lazos con Occidente. El otro espacio es el Indo Pacifico. Aquí las cosas son más directas. Resulta que Asia después de la Guerra Fría mantuvo la preeminencia del enfoque de equilibrio de fuerzas y política realista. La zona es un tablero de disputas nacionales, que se resuelven por cierta fuerza e intimidación, desde palos y piedras en el Himalaya hasta desarrollos misilisticos, pasando por “islas” artificiales, donde nunca ha estado ausente el uso de la fuerza como lo estuvo en Europa entre 1998 y 2014 o en América Latina hasta hoy. Corea de Sur y Japón, y de modo colateral India, son los grandes amenazados por China Popular.  Ahora la inclusión de los líderes políticos de los dos primeros reafirma que, más que una coordinación acotada tipo de AUKUS, lo que viene es la expansión de la OTAN en esa zona de mundo.

Ahora bien, si se mira así, la conflictividad aguda no conviene al gran retador que es China Popular. Las necesidades de 50 años de paz para lograr el estrellato mundial ya se esfumaron. Aunque hoy la urgencia es Rusia, China es el financista y retador integral de Occidente. Y el lenguaje belicista se está extendiendo. El diputado Andrey Gurulyyov, aliado de Putin, maniestó en un programa de TV que “el primero en ser atacado será Londres. Sin duda, la amenaza para el mundo proviene de los anglosajones”. En suma, hay una guerra solapada, multidimensional, que acentúa la desintegración de organismos multilaterales, y aumenta las capacidades de coacción e intervención de las potencias. En ese panorama el concepto estratégico sale de Europa y se plantea en un escenario de competencia global que ya reconoce la gravedad de la situación actual y la consideración de uso de armas no vistas, sumadas a las nucleares, de las cuales Ucrania y el espacio ultraterrestre son el campo de experimentación.

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