Pocas cosas son tan dolorosas como la agresión sistemática y reiterada de quienes están en una posición de superioridad y ante la cual no podemos defendernos. Antes, las burlas escolares se vivían como “cosa normal”. Era común que los padres les enseñaran a pegar a sus hijos como forma de defensa y el matón del colegio gozaba de una suerte de admiración del entorno.
Hoy los educadores sabemos identificar “agresor, víctima y testigo”. Relevando el rol de este último, pues permite que adultos significativos medien para repararen el daño producido. Durante los años 2016 y 2017 aumentaron en un 30% las denuncias por matonaje escolar o “bullying”. Pero, ¿es acaso el bullying cosa de niños? ¿Están las situaciones de acoso restringidas al ámbito escolar?
Yo digo que no. Todos hemos sido testigos del caso de José Antonio Kast. Apliquemos entonces los pasos que consideran los protocolos para enfrentar el bullying:
¿Se trata de una situación permanente en el tiempo? Admitamos que sí: Kast fue agredido a las afuera del Congreso cuando vino el bus que definía niños y niñas según su genitalidad; cuando fue a presentar su posición frente al aborto en tres causales; cuando se le canceló la charla en la Universidad de Concepción y cuando lo sacaron a patadas de la Universidad Arturo Prat, en Iquique.
¿Es una situación asimétrica? Es decir, el agredido ¿pudo o no defenderse? El ex diputado es un hombre que ha tenido cobertura en los medios de comunicación, ha podido de hacerse escuchar. Frente a la Rectoría de la Universidad de Concepción se defendió e interpuso una demanda civil por discriminación invocando la Ley Zamudio. Sin embargo, en Iquique las cosas pasaron a mayores y efectivamente lo podríamos considerar como “víctima”, pues el “linchamiento” no está dentro del marco de lo legal.
Se establece entonces, que la víctima de bullying es JA Kast y que los agresores son los que lo golpearon en Iquique. Lo que corresponde es continuar con el paso siguiente: Reflexionar con las partes acerca del sucedido, ver a quiénes se hirió y qué alternativas de comportamiento existían.
José Antonio: tu discurso calmado y sereno en determinados contextos puede resultar en extremo provocador, también hay violencia tras una postura serena y pasiva. Existen otras formas de hacerse oír sin tener que buscar ser la víctima de insultos y agresiones. Dominar desde la indefensión a la larga se percibe como manipulación y genera rabia en el corto plazo. Hazte cargo. Eres padre de 9 hijos, no te sigas exponiendo.
Agresores: En democracia se permite la libertad de expresión. Si sienten que José Antonio los está provocando, el camino correcto es simple: no asistan a sus conferencias, no lean sus crónicas, argumenten en contra de sus ideas y, lo más importante, fortalezcan la democracia y cada vez que corresponda no voten por él.
El tiempo hará su trabajo, dejará de ser noticia y, colorín colorado, sus cuentos habrán acabado.
JAK les está haciendo “huichi pirichi” y está ganando la partida. Sean creativos para neutralizar su discurso, porque acá el que se pica… pierde.
Teresa Lagos Söhrens, profesora y directora
FOTO: CRISTIAN VIVERO BOORNES / AGENCIAUNO