José Antonio Viera-Gallo: El año de la rata
Si levantamos la mirada y nos liberamos de las pequeñas cuitas del presente, podremos enfrentar este año con decisión. No somos un país poderoso. Lo que nos hace relevantes es nuestra capacidad de unirnos tras un proyecto compartido.
El horóscopo chino indica que esta década -no sólo este año- está marcada por el signo de la rata, animal inteligente y astuto, pero que nosotros no asociamos con Mickey Mouse, sino con lauchas y guarenes, con roedores de cola larga que nos producen repugnancia o nos ponen en guardia frente al peligro. En China, en cambio, es presagio de prosperidad y buenos augurios.
En el 2020 todo es posible: el vértigo ante el abismo o el salto al futuro. El destino no está escrito. Depende de nosotros mismos, al menos en gran medida. Es verdad que estamos condicionados por la globalización, pero el abanico de posibilidades sigue siendo amplio.
La clave está en la forma en que enfrentemos los desafíos. Siguiendo a Gramsci, es fundamental el pesimismo de la inteligencia para tener un diagnóstico lo más acertado posible del momento que vivimos, de las fuerzas en conflicto, de los humores de la gente, de sus anhelos y frustraciones. Pero no basta: luego, según el mismo autor, debe venir el optimismo de la voluntad. No de la ilusión, sino del propósito de formar un proyecto común que nos permita resolver los problemas. Hay que superar la rutina de los lamentos o de las profecías negativas.
Tal vez este sea el punto donde estamos flaqueando. Porque abundan las descripciones de lo que nos sucede como país, pero carecemos de una hoja de ruta para enfrentar la crisis. Los llamados a poner orden y recurrir a la fuerza de cierto sector o la propuesta de que otro Chile es posible sin precisar ni la ruta ni la meta, no pasan de ser cantos de sirena que a poco andar harían chocar al país con los acantilados.
El año de la rata exige ingenio, astucia, realismo y persverancia dúctil. Hay un camino posible que se va diseñando poco a poco, casi a cuentagotas, pese a la depresión imperante. Ese camino supone: una agenda social con cambios de fondo en los sistemas de pensiones, salud y laboral, un proyecto de crecimiento económico que mediante la colaboración publico-privada abra posibilidades de progreso para todos, un fuerte impulso en ciencia y tecnología y una relación estrecha e inteligente con los países vecinos. En lo político debemos trabajar seriamente para tener una Constitución que responda a los desafíos que hoy tiene la democracia.
Si levantamos la mirada y nos liberamos de las pequeñas cuitas del presente, podremos enfrentar este año con decisión. No somos un país poderoso. Lo que nos hace relevantes es nuestra capacidad de unirnos tras un proyecto compartido.
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