En política, el depredador tiende a ser cualquiera que amenace la continuidad en el poder de quienes lo sustentan. Para los parlamentarios y sus coaliciones, dicha continuidad está amenazada cada cuatro años por efecto de los procesos electorales, que definirán en definitiva su permanencia o no en los cargos.

En el caso de la oposición, el PS, actuando como líder de la manada, realizó un intento desesperado por congregar a todos los miembros de su rebaño para exonerar del cargo a la ministra de Educación, intentando con eso demostrar una sólida unidad y, de paso, atacar al gobierno. Como ya sabemos, hubo quienes no estuvieron dispuestos a actuar en contra de sus convicciones y las intenciones del PS se vieron frustradas al rechazarse la acusación constitucional. Y fue justamente contra quienes no se prestaron para seguir al rebaño que se descargaron todas las frustraciones surgidas del fallido intento por asegurar la sobrevivencia. No importó que aquellos que votaron en conciencia lo hicieran para respetar la institucionalidad y el Estado de Derecho, ni que lo hicieran con el convencimiento que no tenía mérito jurídico para ser aprobada. Las descalificaciones no se hicieron esperar.

Hoy más que nunca se requiere una oposición constructiva y no una que esté dispuesta a que el gobierno fracase, sin importarle las consecuencias para el país, creyendo que así podrán volver al poder.

La política del rebaño con que el PS intentó exonerar a la ministra Cubillos es egoísta en su esencia, porque de lo que se trató desde un comienzo fue conseguir la unidad de la oposición alrededor de un libelo que tenía un propósito central, cual era causarle daño al gobierno, y uno subyacente, destinado a mostrar una oposición cohesionada y dispuesta a hacer valer su mayoría a cualquier costo, con lo cual asegurarían su supervivencia, que ven amenazada en las elecciones de gobernadores, alcaldes y concejales en 2020, y en la de las grandes ligas en 2021, al no tener unidad y nada que ofrecerle al país.

El balance de lo acontecido tiene de dulce y de agraz. Por una parte, la institucionalidad se vio reforzada por la honesta actitud de quienes, disintiendo políticamente con la ministra Cubillos, no estuvieron dispuestos a apoyar un libelo de carácter netamente político, que habría desvirtuado totalmente el recurso de ultima ratio que es una acusación constitucional. El agraz lo pone la actitud asumida contra esos parlamentarios, que han sido atacados por sus pares de oposición hasta el grado de pedirle la renuncia al diputado Auth a la testera de la Cámara, por haber ejercido su derecho constitucional de votar en conciencia.

La política del rebaño es nociva para el país. Cuando se critica la libertad de acción con que actuaron los disidentes, aduciendo que más importante era la unidad de la izquierda que la institucionalidad, es Chile el que pierde. Hoy más que nunca se requiere una oposición constructiva y no una que esté dispuesta a que el gobierno fracase, sin importarle las consecuencias para el país, creyendo que así podrán volver al poder.

El rebaño quedó debilitado y su supervivencia está amenazada. Lo que no entienden es que mientras sigan con su actitud obstruccionista, la ciudadanía los va a seguir castigando.