Casi tres décadas han pasado desde que un atentado terrorista puso fin a la vida del fundador de la UDI, Jaime Guzmán. Período en que el partido ha debido sortear varias situaciones complejas que han puesto a prueba la solidez de nuestro proyecto político.
Este proyecto, desde su fundación en 1983, ha estado orientado por tres ejes centrales: una colectividad que defiende la libertad individual, de inspiración cristiana, y raigambre popular. Es aquí donde precisamente estriba la mayor fortaleza de la UDI y lo que le ha permitido ser la principal fuerza política del país: el apego irrestricto a los principios y valores que le dan sentido a su accionar en la vida pública.
Esa concordancia entre lo que pensamos y hacemos en política ha permitido mantenernos unidos en el éxito y la adversidad, y le ha dado consistencia a nuestro rol en la sociedad. Estoy convencida de que esa coherencia es altamente valorada por la ciudadanía, que en cada elección nos ha entregado un respaldo permanente en las urnas. Se trata de un activo que debemos cuidar, especialmente hoy, cuando la izquierda intenta imponer una hegemonía cultural con una agenda de temas que tienen resonancia mediática, pero que no forman parte de las prioridades y necesidades que demanda la mayoría de los chilenos.
Algunas fuerzas políticas se han rendido a la tentación de dejarse arrastrar por la marea del “populismo”, traicionando las ideas que las perfilaron como actores políticos del país. Los resultados de esa felonía están a la vista.
Guzmán fue certero al afirmar: “Le atribuyo tanta importancia al estilo de hacer política como a los principios, valores y proyectos políticos, porque precisamente creo que el ambiente que reine en un partido es el que atrae o retrae a las personas”. Han pasado 27 años desde su partida, pero el proyecto político que él forjó, y el estilo que le imprimió a la colectividad siguen siendo el sello que hemos contribuido a consolidar quienes formamos parte de la UDI en la actualidad.
Proyecto que sigue muy vigente en su sentido doctrinario, pero que después de tres décadas consideramos necesario actualizar. Esto no supone en ningún caso traicionar los principios y valores que nos identifican, sino tener la capacidad de responder a los nuevos desafíos que imponen los tiempos modernos.
Ello implica, entre otros aspectos, abordar temas que hace 30 años no estaban presentes en la realidad del Chile de esa época, como el rol más activo de la mujer en los distintos ámbitos de la sociedad, el cuidado del medioambiente, el aumento en el promedio de vida de las personas, el desarrollo de las nuevas tecnologías, por mencionar algunos.
En el país de ayer la pobreza era la principal tarea a resolver; mientras que ahora, gracias al éxito de las ideas que siempre hemos defendido con fuerza, vivimos en una nación predominantemente de clase media, cuyos anhelos, expectativas y dilemas son distintos y diversos.
Estamos preparados para representar el Chile del presente y del mañana, aunando nuestros esfuerzos y capacidades para lograr que el desarrollo humano y el progreso económico lleguen a todos los rincones del país. Aquí radica la esencia del proyecto que soñó Jaime Guzmán: un partido donde todos los segmentos de la sociedad se sientan identificados. Una UDI popular de la que nos podemos sentir muy orgullosos.
Jacqueline Van Rysselberghe, senadora, presidenta de la Unión Demócrata Independiente (UDI)
FOTO: JUAN GONZALEZ/ AGENCIAUNO