Alejandro Gil, ministro de Economía y Planificación de Cuba, acaba de hacer un anuncio sorprendente. La otrora autárquica isla está estudiando la posibilidad de emitir una cripto-moneda con el propósito de flexibilizar tanto su mercado cambiario como su comercio exterior. Huelga subrayar que el anuncio sólo viene a confirmar lo previsible: que la aplicación de la Ley Helms-Burton tendrá efectos muy duros.

El hasta ahora poco conocido ministro Gil no entregó detalles, salvo que dijo esperar con esta medida un surgimiento de las pymes, “las que vendrán a suministrar nuevos productos a las empresas estatales”. La verdad es que se trata de una ecuación bien difícil de comprender. Menos comprensible aún es creer que pueda tener efectos benéficos en las alicaídas arcas fiscales cubanas, las cuales se nutren básicamente de la re-venta de petróleo venezolano (algo que todo indica acabará pronto), venta de mano de obra calificada (servicios médicos y similares a países apremiados por estrecheces financieras) y las remittences de los cubanos en el exterior (disminuidas a 4 mil dólares anuales por persona).

Pese a ello, resulta interesante el protagonismo de Gil en estos últimos meses. Previamente, junto al jefe de Gobierno Miguel Díaz-Canel, había anunciado por televisión un incremento de las remuneraciones generales del país ante el deterioro del poder adquisitivo de la población. Algo que, obviamente, no pasa de ser sólo un anuncio simbólico, pues la oferta de productos sigue en picada. Lo que sí queda claro es que el gobierno busca un efecto comunicacional tratando de prevenir un deterioro de la pesada atmósfera contestataria que reina en el país. La gran pesadilla es que anide e irrumpa un espíritu del tipo Europa 1989.

En suma, estos anuncios ratifican la impotencia del grupo en torno a Díaz-Canel y su ministro, ya que la crisis está provocando estos últimos meses repetidos apagones eléctricos, escasez de alimentos básicos y es claro que la economía no puede crecer al 5 %, necesario para que las cosas no sigan empeorando. En términos reales, según cita Reuters, el anunciado incremento de remuneraciones le permitirá a un médico ganar 64 dólares mensuales. Importante tenerlo en consideración, toda vez que la isla es el paraíso del no-lucro.

Por estas razones no extraña que, en pleno otoño del patriarca (Raúl Castro cumplió 88 años en abril), sean los asuntos políticos los que se hayan vuelto a tomar la dinámica agenda cubana, centrándose en el angustiante tema de la sucesión.

Hasta ahora, el hijo menor de Raúl Castro, Alejandro Castro Espín -coronel y héroe de las guerras de Angola, donde míticamente perdió un ojo en combate-, parecía aguardar con ciertas certezas su gran destino en el Olimpo antillano. Por indicaciones de su padre, había asumido un cargo relevante, como es el de presidente del Consejo de Seguridad y Defensa, desde donde estaría en inmejorables condiciones para crear una buena plataforma de sucesión en el partido, que es el lugar donde radica efectivamente el poder. Sin embargo, los dioses parecen estar jugándole una mala pasada y, según medios cubanos en el exilio, ha caído en aquella circunstancia de intrascendencia definitiva que los griegos antiguos pertinentemente llamaban adiafora. En los últimos meses, el vástago no ha tenido nuevas apariciones significantes y lejos ya están los días de gloria, cuando acompañó a su padre en reuniones tan claves como aquellas con Obama, el Papa Bergoglio y Putin.

Con Castro Espín sin agenda efectiva en estos momentos de crisis económica, otros allegados a Raúl Castro, el hombre que imanta e irradia la legitimidad en el país, parecen haberse entusiasmado con la idea de construir y conducir una transición para el día después.

Muchos estiman que la figura del brigadier general y CEO del todopoderoso grupo empresarial GAESA, Luis Alberto Rodríguez López-Callejas, ha comenzado a emerger con reales posibilidades. No sólo conduce el principal grupo económico del país, sino que es hijo de un veterano comandante de la Revolución y se casó en los 70 con Deborah, una de las hijas de Raúl Castro, con quien tuvo a Raúl Guillermo Rodríguez Castro; desde 2016, jefe del servicio de escoltas de su abuelo Raúl.

En este vaivén de anuncios y movimientos subterráneos, parece justo recordar que los medios extranjeros preocupados de la actualidad cubana (y especialmente los cubanos en el exilio) han tenido no pocos yerros de percepción en cuestiones coyunturales -aquello que Braudel llamaba l´ histoire événementielle– aunque, por otro lado, han dado pruebas de que sí logran divisar los grandes movimientos -los denominados de longue durée. Son justamente esos los que Braudel consideraba vitales. Y lo que se mueve en Cuba en la actualidad pareciera ser efectivamente vital para su futuro.