El lunes 10 de agosto tuvo lugar un nuevo aniversario de la fundación del Instituto Nacional, primer colegio de la República, fruto de la fusión de las principales instituciones educacionales de la colonia –la Universidad de San Felipe, la Academia de San Luis, el Convictorio Carolino y el Seminario Conciliar-. Se constituyó así, como lo recordamos siempre los institutanos, en el “primer foco de luz de la nación”.

A lo largo de sus 202 años de existencia, el Instituto Nacional ha visto pasar por sus aulas a algunos de los más destacados intelectuales, políticos y hombres públicos de la historia de nuestro país. Manuel Montt, Antonio Varas y Diego Barros Arana fueron rectores del colegio; Francisco Bilbao, Benjamín Vicuña Mackenna y José Victorino Lastarria fueron algunos de sus más insignes profesores y es el colegio que ha educado a la mayor cantidad de Presidentes de la República, entre ellos a Jorge Alessandri, Salvador Allende y Ricardo Lagos Escobar. En el mundo cultural, destaca desde  los premios nacional de literatura Antonio Skármeta y José Antonio Varas a un ícono de la cultura popular de nuestro país, Adriano Castillo, más conocido como el “compadre Moncho”.

¿Por qué el Instituto Nacional sigue siendo importante 202 años después de su fundación?

Primero, por la calidad de la educación que reciben más de 4000 estudiantes entre séptimo y cuarto medio, seleccionados entre algunos de los mejores postulantes de Santiago. La confluencia ideal entre buenos educadores y buenos alumnos, un programa exigente de estudios y el deseo siempre presente de los estudiantes por continuar su enseñanza universitaria hacen gran parte de la tarea.

Segundo, por el diverso origen social de su alumnado, proveniente de distintas comunas y de distintos entornos sociales, que no solo contribuye a la movilidad social de sus miembros, sino que también permite un importante punto de encuentro entre personas con diferentes opiniones políticas, visiones religiosas y los más diversos intereses públicos.

Pero lo más importante es el sello republicano que imprime en cada alumno que pasa por sus salas, y que los mueve a contribuir en el desarrollo del país, de sus comunidades, de sus familias y de su propio colegio. Pasar por el Instituto Nacional no es «estar» unos años en el colegio, sino que es tomar la decisión de estudiar y comprometerse con el futuro de Chile, para dar las oportunidades que recibimos y para ampliar las posibilidades de la enseñanza.

Un nuevo aniversario del Instituto Nacional sirve para hacernos reflexionar sobre el estado y perspectivas de la educación de nuestro país.

En ese sentido, la calidad de la educación -que reciben miles de niños en todos los colegios del país- debe ser la principal preocupación del gobierno y de la sociedad civil. Por eso llama tanto la atención la obsesión del gobierno con acabar con los modelos educativos exitosos en vez de extenderlos a la mayoría de los jóvenes. La solución al problema educacional no pasa por limitar o acabar con el Instituto Nacional, o establecimientos similares, sino todo el contrario: es necesario que existan muchos liceos de excelencia a los cuales puedan optar hombres y mujeres a lo largo de todo Chile, en la línea de los liceos bicentenario promovidos por el anterior gobierno. No hay que confundirse, la misión es mejorar todos y cada uno de los colegios de nuestro país, sean estatales o privados, de Santiago o regiones, sin religión o confesionales.

Por otro lado, para nadie es un secreto que la educación municipal enfrenta una difícil situación. Solo este año el sistema público perdió más de 14.000 alumnos y en los últimos tres años, 144 establecimientos municipales fueron cerrados, sin considerar el impacto que la movilización docente tendrá en la matrícula para el 2016. Matrícula que ha sido absorvida por los colegios particulares subvencionados, que solo durante el 2015 aumentaron en 18.000 alumnos. Nuevamente el gobierno ha errado el foco, en vez de centrarse en hacer mejores y más competitivos a los colegios públicos –con más recursos, infraestructura y comunidades escolares más dinámicas–, ha preferido dedicar un primer año de gobierno a promover una legislación que limite la libertad de los padres de escoger colegios distintos y sostener proyectos educativos diversos a los del Estado. Este segundo año tampoco será mejor, porque el gobierno insiste en destinar su gasto educacional a financiar una supuesta “gratuidad” en educación superior, haciendo vista gorda de los problemas económicos y técnicos que enfrenta la educación primaria y secundaria.

Por último, no es de sorprender que a amplios sectores del gobierno y de la izquierda nacional, colegios como el Instituto Nacional les resulten tremendamente molestos. Lo que les desagrada es la cultura del mérito que simboliza el Instituto Nacional, la promoción social que premia a aquel que se esfuerza o trabaja duro. Además, la  izquierda no logra entender que esos alumnos sean al mismo tiempo los que con más fuerza exigen una educación de calidad para que aquellos que no fueron nuestros compañeros de salas. Jóvenes que hemos sido educados en la idea de que el mandato que Fray Camilo Henríquez nos dio el día de nuestra fundación, debe aplicar tanto a nuestro colegio como a miles de otros, de hacer ese ideal republicano de “dar a la patria, ciudadanos que la defiendan, la dirijan, la hagan florecer y le den honor”.

¡Bien por estos 202 años, y que vengan muchos más!

 

Julio Isamit, Presidente ChileSiempre.

 

 

FOTO: CRISTOBAL ESCOBAR/AGENCIUAUNO

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