“Chile no frenará la llegada de inmigrantes”. Esta simple frase de una ministra de Estado sugiere que la política es que venga el que quiera, sin importar condicionante alguna, como la formación académica o el historial penal. Los países europeos y Estados Unidos saben que una inmigración sin exigencias involucra desafíos y que la situación no es tan simple.

Resulta habitual en los vuelos desde Panamá y de República Dominicana a Santiago, encontrarse con grupos compuestos por decenas de haitianos, esperando todos juntos el trámite de migración y luego el embarque. A primera vista uno creería que se trata de un grupo de deportistas, de un grupo que viaja por razones de trabajo o un tour, pero al observarlos con detención, se puede notar que vienen a unirse a los más de 400.000 inmigrantes que han llegado a Chile en las últimas décadas. Se añaden así a una larguísima tradición: la inmigración en Chile comenzó con las tribus nómades de la Patagonia; luego llegaron los españoles y las diversas colonias que todos conocemos. La motivación era siempre la misma: buscar un futuro mejor.

En algunas ocasiones, las menos por cierto, los inmigrantes traen recursos económicos o bien tienen formación profesional. Pero en la gran mayoría estamos frente a personas que tienen carencias básicas y no poseen formación.

Países como Canadá o Australia han sido pioneros en políticas de inmigración. Allá la condición es siempre la misma: deben aportar valor a la sociedad a la que se integran, para lo cual deben acreditar su condición académica y además, integrarse a la sociedad sin condiciones, respetando en forma estricta la ley. Si no lo hacen y caen en conductas criminales, son deportados en forma inmediata.

Bélgica y Francia han tenido situaciones muy complejas. Han recibido inmigrantes desde distintos lugares, pero hoy enfrentan una situación más complicada, debido a que la diferencia cultural con personas de religión musulmana ha llevado a conflictos que la sociedad no siempre está en condiciones de resolver satisfactoriamente. En Bruselas, donde la población musulmana llega al 25%, recientemente se prohibió poner el árbol de Navidad para que los islámicos no se sientan ofendidos.

Chile es un país aún en desarrollo con importantes carencias en salud, vivienda y educación. Cuando el gobierno en forma irresponsable decide abrir las fronteras a quien quiera venir, nos está causando un daño a todos, chilenos e inmigrantes. No podemos desconocer el aporte que han hecho en nuestra historia importantes extranjeros que se quedaron en nuestro país, pero eso no es justificación para que entre el que quiera.

 

Ramón Cañas

 

 

FOTO: MARIO DAVILA/AGENCIAUNO

Deja un comentario