Matilda, una perrita pug, está preocupada. Ha escuchado que algunos seres humanos quieren prohibir las mascotas en los edificios y los condominios. ¿Los “muy humanos” no tienen cosas más importantes entre ellos a solucionar?

Matilda está confundida y furiosa: “Hace unos meses me implantaron un chip en mi cuerpo, al real estilo Orwelliano, para el registro de animales, según una ley llamada Cholito. Aunque mi ‘amo tenedor’ (parece que así llaman a mi sirviente, quien se cree mi dueño) sospecha que la motivación detrás de tal operativo es preparar el terreno para cobrar impuestos por albergar animales. Dice que el apetito por parte del Estado es ilimitadamente voraz. Eso del ‘Estado’ debe ser una especie de jauría de lobos a cargo de un rebaño gigante de ovejas”, interpreta Matilda.

La perrita sigue lamentándose. “Ahora esos lobos quieren eliminarnos de los edificios y los condominios. ¿Por qué? No hacemos más que acompañar incondicionalmente a todos, pobres y ricos, familias, solitarios y especialmente a los viejitos. Entregamos beneficios socio-psicológicos, pucha que los necesitan los humanos. Hasta aguantamos a los gatos bajo el mismo techo; logrando una perfecta “integración territorial”, según aboga el alcalde Lavín. Aparentemente molestamos a los que no aprecian a los seres más fieles que el mundo ha conocido. ¿Vendrá un movimiento #NoMasMascotas?”

“Seguramente el próximo paso será prohibir en los edificios a las ‘camadas humanas’, guaguas les dicen (notable coincidencia sonante con nuestros ladridos). Esos sí que hacen ruido. Ahora, como los infantes son nuestros mejores amigos, procederemos a aliarnos con ellos para defendernos de los desalmados. ¿Se imaginan la Alameda con miles de niños y sus mascotas marchando?”

Admite la pug que existen dog lovers, amenazados por los emergentes dog haters. Matilda no entiende por qué a las ovejas siempre les gusta dividirse; polarización lo llaman. Bueno, concluye, por algo siguen siendo ovejas a merced de los lobos.

“Quizás puedan aprender algo de nosotros”, especula Matilda. “Cómo disfrutamos, por ejemplo, nuestra pura existencia. Nos amistamos con desconocidos en la calle, independiente de su raza u origen. Celebramos a cualquier miembro de la familia llegando a la casa. ¡Sean alegres, se supone que Ustedes son los inteligentes!”

Ya airadas sus frustraciones, finalmente Matilda está optimista. Los que siempre pretenden meterse en las vidas privadas están aullando a la luna. “Las mascotas somos los nuevos niños. Y nadie se mete con nosotros. ¡A ver quién nos saca de nuestros hogares!”

FOTO: AILEN DIAZ/AGENCIAUNO