Harald Ruckle: China: Otra cosa es con guitarra
El solo hecho que el embajador haya escrito la carta se debe tomar como una señal que China moderna tiene interés de incorporarse en la comunidad global. La mención “que el diputado se preocupe de su distrito”, tildado como inusual en círculos diplomáticos, pretende ilustrar cómo se siente cuando otro opina sobre la responsabilidad de uno. No hay una relación cara a cara, ataca la dignidad, un concepto profundo en la cultura china.
El intercambio de cartas editoriales entre el embajador de China en Chile y el diputado chileno Jaime Bellolio, referente a la reunión del segundo con uno de líderes de las marchas en Hong Kong, ha llamado la atención. Siempre es entretenido ver gente peleando, y más cuando se percibe a un David justiciero contra el Goliat villano. Es tan obvio, tan políticamente correcto, dar la razón al diputado chileno… a no ser que se entienda un poco al país al que se critica. O se revisen analogías propias de tierras más cercanas.
El partido al que pertenece el diputado suele argumentar que el gobierno militar en Chile era inevitable, dado el contexto nacional del momento. Y a la larga, bueno para el país. Sin entrar en el debate que haya sido así o no, Chile, apoyado por el mismo sector, tomó su camino ignorando las protestas internacionales. Posteriormente, un gobierno democrático de izquierda “rescató” a Pinochet de la persecución extranjera, inentendible para los defensores globales de derechos humanos. ¿Y ahora, se quiere aleccionar a China, imponiendo políticas internas que se contraponen con el contexto histórico del país asiático?
Sobra constatar que China hará lo estime lo correcto. Desde su perspectiva, y en este momento, no puede aceptar una democracia tipo occidental en Hong Kong. Sería equivalente a permitir la escisión de Hong Kong de la nación. Después de haber esperado 99 años de recuperarlo pacíficamente (podría haber invadido la colonia británica décadas antes) y haber inventado un esquema novedoso de un país – dos sistemas.
El argumento que se trató de un cafecito no más y que la reacción del embajador es lo agraviante, es no entender el mensaje, no saber leer entre líneas. El solo hecho que el embajador haya escrito la carta se debe tomar como una señal que China moderna tiene interés de incorporarse en la comunidad global. La mención “que el diputado se preocupe de su distrito”, tildado como inusual en círculos diplomáticos, pretende ilustrar cómo se siente cuando otro opina sobre la responsabilidad de uno. Equivale a una bofetada en la cara, vulnera un concepto cultural chino profundo que es el “save face” (salvar la cara).
Circula una anécdota en China. Aparentemente, cuando un presidente de Estados Unidos, hace tiempo, criticó las severas restricciones de libre tránsito de los ciudadanos chinos, su par chino le contestó: ¿Cuántos millones de chinos quiere que le mandemos a su país, 100 o 200 millones? Mensaje: Es fácil de criticar desde afuera. En Chile diríamos, “otra cosa es con guitarra”.
China con sus 1.400 millones de ciudadanos y sus 4.000 años de civilización sabe trazar su propio camino. Está muy consciente, aunque se abstrae de difundirlo, de las futuras demandas ciudadanas que le esperan. Y las incorporará en sus políticas, a su manera y a su ritmo. Los horizontes de tiempo son largos en China. Hasta ahora, ha avanzado lentamente en la materia ciudadana, seguro que mejor que Rusia. La desintegración de la Unión Soviética y el desorden posterior en esas latitudes es un ejemplo de pavor para China, como no hay que “occidentalizarse”.
China llegó al teatro mundial para quedarse. Tiene mucho que aportar y lo hará, en su forma pragmática y paciente. La polémica entre el embajador y el diputado es interesante, estimula a reflexionar, y es, desde nuestro punto de vista, un ejercicio de libre expresión. Pero aquí termina su utilidad. No tendrá ningún impacto en el actuar de China, y si lo tuviese tendría el efecto opuesto, a reforzar su posición A los países no les gusta que los afuerinos los critiquen. Preguntemos a los brasileros qué opinan del presidente de Francia. Son temas delicados de orgullo y soberanía nacional, y de integridad territorial. Pensemos de España y Cataluña. O más cerca de casa: ¿República Independiente Mapuche?
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