Se ha criticado mucho la ausencia de un relato en la centroderecha que abandone el “cosismo”, el “gestionismo”, el “economicismo” y otros vicios que condenan políticos como Andrés Allamand y Hernán Larraín —e intelectuales públicos como Hugo Herrera y Pablo Ortúzar—, para así encontrar una identidad que le dé sustento al proyecto político del sector y le permita hacer frente a la izquierda.

El programa de gobierno del ex Presidente Sebastián Piñera para un probable segundo mandato, presentado la semana pasada, nos da luces claras de la maduración, la reflexión y el norte de una futura administración de centroderecha a su cargo. Una que se haría cargo de las objeciones respecto del período anterior haciendo un planteamiento político inédito tanto en la forma como en el fondo, y que recoge la experiencia vivida tanto dentro como fuera del gobierno.

Aunque parezca obvio, el programa del candidato de Chile Vamos nos recuerda aquello que gente como Aylwin, Boeninger y Lagos entendieron muy bien: La política es el arte de lo posible. En tal sentido, el documento pone su acento en un punto crucial, esto es, una forma de hacer política que hace a un lado los extremos y tira por la borda la retroexcavadora impuesta por la Nueva Mayoría, haciendo ver que el país se construye con todos y entre todos. Por eso, la misión explícita de “rescatar la unidad y volver a la cultura del diálogo y de los acuerdos” resulta esencial.

Los países avanzan cuando las distintas fuerzas políticas se acercan desde lo que las une, no desde lo que las divide. Es en esa unión en donde se recogen el diálogo, los acuerdos y la perspectiva republicana necesarios para conducir el país. Por eso, el programa de Piñera correctamente apela a “actuar con sentido de Estado, fortaleciendo lo bueno, perfeccionando lo regular y corrigiendo lo malo”. No es el enfrentamiento lo que caracteriza el texto, sino “ante todo la colaboración”. En esta manera de hacer política se resume “la forma” del nuevo relato de la centroderecha.

Pero el programa no puede ser sólo forma, pues de lo contrario se podría acertadamente criticar que la identidad del sector se agota en el modo de abordar la política y oculta un vacío de fondo. Nada más alejado de la realidad, como lo evidencia una dimensión clave del texto programático, que tiene implicancias para el conjunto de la propuesta: el enfoque de la familia.

De un tiempo a esta parte, intelectuales como Daniel Mansuy y Catalina Siles, entre otros, han evidenciado la necesidad de poner a la familia en el foco de este relato; pero no vista desde una perspectiva moral o jurídica, sino por sobre todo política. Y es que buena parte de los graves problemas que tenemos hoy como comunidad tienen raíz en el debilitamiento de la familia. La cultura moderna del individualismo ha desplazado por completo a la institución familiar. Por eso el programa se preocupa de reconocer que “el núcleo de la vida social son las familias” y que éstas serán el “alma” del futuro gobierno.

Como bien señala el documento, la familia “es el lugar donde las personas reciben amor, sustento, protección y seguridad. Al mismo tiempo, la familia es el núcleo fundamental y medio natural para el crecimiento, la formación, el bienestar y protección de los niños. La familia les da a sus integrantes el primer apoyo para su desarrollo integral, no sólo durante la infancia y adolescencia, sino también en la vida adulta y la tercera edad.”

Por primera vez se reconoce, en el discurso y en los hechos, a la familia como un sujeto político y social, distinto a los individuos que la componen, dándole una fisonomía propia sobre la cual se construye todo el relato político. Es en la familia donde se inculcan los principios de la libertad, la justicia, el progreso y la solidaridad. Así, poniendo el foco en la familia, se fortalece el sustrato mismo de la comunidad, irradiando sus virtudes al tejido social.

En este aspecto tan crucial el programa del ex Presidente hace un aporte real a la construcción de un proyecto político propio de la centroderecha, y eso es un gran avance para lo que se viene.

 

Pablo Urquízar M., abogado

 

 

FOTO: FRANCISCO FLORES SEGUEL/AGENCIAUNO

 

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