Finalmente el Rechazo se impuso con un 61,86% en un plebiscito de salida limpio, ordenado y participativo. Hablamos de una elección que batió todos los récords, pues asistió a los locales de votación un 85,7% de la población habilitada para sufragar, muy por sobre toda marca anterior. En el estreno del voto obligatorio, el Rechazo se convirtió en la opción más respaldada de la historia con 7.882.958 preferencias. El resultado fue contundente, pero no fue asumido así por parte importante de las fuerzas de izquierda, que en lugar de buscar entender la realidad, han escogido hacerse las vístimas.

En primer lugar, hay quienes han argumentado que el resultado se debe a la proliferación de fake news. Lo cuestionable de ese argumento es que las noticias falsas no corren solo en una dirección. En la actualidad todas las campañas están expuestas a este fenómeno, ¿o no era una noticia falsa decir que el plebiscito era entre la constitución de la Convención y la de Pinochet? Habiendo un acuerdo explícito de las fuerzas democráticas por continuar el proceso constitucional de ganar el Rechazo, ese frame al menos reñía con el rigor de la verdad. También podríamos discutir sobre Piensa Prensa o las plataformas masivas de fake news que actúan con el afán de movilizar a las izquierdas. Además, el recurso de las noticias falsas se convirtió en un comodín para imponer superioridad moral cada vez que se planteaba una interpretación distinta sobre el texto, por ejemplo respecto del consentimiento indígena.

En segundo lugar, se ha hablado del poderío mediático. Curioso. El mismo poderío mediático que impulsó férreamente el proceso constituyente y luego la opción Apruebo en el plebiscito de entrada. El “cerco”, como se le denominaba antiguamente, que tuvo a los convencionales -incluso a los más radicales- presentes en cada matinal, noticiario y programa político, dándoles acceso a audiencias nacionales. Incluyamos además a todas las estrellas de Hollywood, rostros de televisión, cantantes y un enorme etcétera de personas famosos que llamaron a votar Apruebo. El cerco no es tal. Pablo Iglesias -fundador de Podemos en España- alude a los valores que esos medios habrían activado como explicación del resultado. Pero ese supuesto responde a una lógica muy antigua de construcción de la hegemonía, desconociendo la existencia de internet, de las redes sociales y de cómo la sociedad se ha vuelto refractaria a los discursos que no se condicen con su realidad concreta.

Ambos son muy malos argumentos. Todo chileno sabe que el proceso iniciado el 18 de octubre de 2019 obedece a muchísimas variables sociales, políticas, económicas e institucionales. Por lo mismo atribuir un fenómeno complejo a una solución simple es taparse los ojos frente a la realidad. Es escoger ser vístima del sistema, las circunstancias o el rival en lugar de enfrentar la verdad, y la verdad es siempre complicada.

Pertenezco al 22% de chilenos que en el plebiscito de entrada votó Rechazo, opción que también fue arrasada por las urnas. Y claro, frente a escenarios así siempre existe la tentación de culpar a otros por los propios errores o deficiencias, aunque es un camino equivocado. La respuesta sensata en estos casos es guardar silencio, escuchar y estudiar: entender. Si la centroderecha del Rechazo no hubiera hecho eso, probablemente seguiría anclada en la Constitución del 80. Fue justamente el afán por comprender a Chile el que la hizo asumir que la constitución actual está muerta y que debe ser reemplazada, pero no por cualquier texto. Sin la tesis de que el proceso constitucional continuaría de ganar el Rechazo, la convergencia con sectores de centroizquierda, centro e independientes no habría ocurrido y el triunfo del domingo habría sido imposible.

Chile necesita a sus izquierdas. Las fuerzas progresistas han sido relevantes en la historia pasada y reciente, representan sin duda un alma de la chilenidad, pero al mismo tiempo se requieren izquierdas maduras, reflexivas y con profundidad intelectual. No es ninguna novedad decir que se equivocaron reiteradamente durante el proceso constitucional y es importante que lo reconozcan, no como una claudicación, sino como un aprendizaje. Porque figuras como Daniel Stingo, Jorge Baradit, Patricia Politzer, Elsa Labraña, Manuela Royo, Elisa Loncón, Manuel Woldarsky, Jaime Bassa, Fernando Atria o Marcos Barraza hicieron que la Convención Constitucional fuera cualquier cosa menos un proceso sanador para las profundas heridas que tiene Chile. No comprendieron nunca que las mayorías son circunstanciales, pero las instituciones no, que deben ser para todos. En cambio prefirieron aplastar a la minoría de derecha, centroderecha, centro y centroizquierda. El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente, decía Lord Acton. Y bien, los resultados están a la vista.

La realidad es compleja y la realidad chilena actual lo es aún más, por lo mismo encerrarse en la zona de confort con respuestas fantásticas marca un sendero directo al fracaso. Y si fracasan las izquierdas, fracasaremos todos, pues Chile necesita que se sienten en la mesa y busquen acuerdos. Las raíces sociales del pensamiento progresista y conservador-liberal son muy profundas, no se puede generar un pacto social verdadero sin las dos almas de la chilenidad. Pero antes deben tener la valentía de encarar el dolor de la derrota y entenderla. Si siguen haciéndose las vístimas, harán fracasar nuevamente el proceso constitucional que tanto tiempo impulsaron.

*Juan Lührs es periodista.

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