En el cine es recurrente el caso de personajes que olvidan su pasado y tienen la posibilidad de “partir de cero”. El ejemplo más cercano y obvio es la saga de Jason Bourne, inspirada en la novela de Robert Ludlum: un agente de la CIA que sufre de amnesia y busca su historia, porque no sabe quién es, ni por qué tiene las habilidades que espontáneamente utiliza.

En la política también los personajes tienen una relación especial con su pasado, hay algunos que, al contrario de Bourne, lo recuerdan perfectamente, pero prefieren olvidarlo; otros no tienen uno y necesitan construirlo. En todo caso, igual que en el cine, los personajes no viven sin historia, de hecho se dice mucho que lo más importante de un candidato es su biografía, porque toda campaña no es más que un combate entre las biografías de los competidores.

Esta es la causa de la fragilidad de Alejandro Guillier. Está bastante claro que es el candidato más competitivo de la Nueva Mayoría, pero entre los dirigentes de ese sector hay muchos que se resisten a asumirlo como la única opción; fundamentalmente porque falta mucho tiempo para la elección y no les ofrece garantía de solidez, sienten que en cualquier momento se puede derrumbar. Esa desconfianza se explica en su carencia de una historia que le dé coherencia y credibilidad a una oferta de cambio social, o sea, a una oferta de gobierno.

Esa es la diferencia de fondo con la Presidenta Bachelet, que sí tiene una historia de vida a la cual se pueden asociar sus promesas. En su primera elección ella ofrecía la materialización de varios valores: que gobernaran los débiles; era una suerte de reivindicación, pero con reconciliación, lo que se expresaba en su vínculo con la familia militar; era la capacidad de vencer la adversidad. Y en la segunda era fundamentalmente la posibilidad de alterar la distribución del poder por una redistribución de las rentas.

A nivel internacional el caso más emblemático es el de Obama, un brillante abogado miembro de una minoría racial que había alcanzado todas las metas, a pesar de una vida que comenzó sin ningún recurso. Cuando él decía: “Sí podemos”, estaba diciendo implícitamente “si yo pude, es que sí se puede, por lo tanto, sí podemos”.

Así, en los buenos candidatos es el testimonio de vida el que hace viable la promesa.  Claro, no todas son historias de superación personal, con épica humana. También hay historias de éxito, que tienen una suerte de épica del talento, como es el caso del propio Sebastián Piñera, alguien a quien se puede “poner a cargo” y confiar en que las cosas van a funcionar. Su historia avala eso. Así como es verdad que se puede decir que Guillier tiene un imagen que da confianza, en otra dimensión Piñera da certeza: si él gobierna, la gente sabe exactamente lo que puede esperar.

¿Podrá Alejandro Guillier superar la falta de una historia personal con cierta épica que se proyecte en un proyecto político o le bastará con ser un “rostro”? En teoría sí es posible ser un candidato exitoso a pesar de esa carencia, porque no todos los candidatos ganadores tienen historias épicas, no la tenían Reagan, Clinton ni el mismísimo Churchill, todos los cuales eran más bien talentos puros para la política. Pero, también es verdad, ellos eran talentos probados en la política.

Por todo lo anterior es que, aunque a la larga supere la carencia, no podrá desprenderse de ese cierto temor respecto de su fragilidad, de no ser un candidato probado en grandes ligas y, por lo tanto, incapaz de generar tranquilidad, ni menos proyectar una biografía individual a un sueño colectivo.

Al final del día, Bourne no recordaba su pasado, pero sabía que tenía ciertas aptitudes y, por ello, sabía que había un pasado, sólo era cuestión de buscarlo. Hay una gran diferencia con Guillier, hasta ahora.

 

Gonzalo Cordero, #ForoLíbero

 

 

FOTO: SEBASTIAN BELTRAN GAETE/AGENCIAUNO

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