Dijeron que abrieron la puerta, el niño le dispara y se va, pero estaba encapuchado. Estamos tremendamente nerviosos y por ello llegamos enseguida, estaban todos llorando”. Este es el relato de Rodrigo Millán, apoderado del primero medio en el que ocurrió el incidente del Patagonian College, colegio con 780 alumnos de prekínder a cuarto medio.

El joven agresor ingresó al colegio alrededor de las 9 de la mañana, cuando las clases ya habían comenzado y por un acceso no autorizado. Llevaba una máscara de Dalí, como las de la serie española “La Casa de Papel”, y usaba una chaqueta militar. Se dirigió a su sala de primero medio que se encontraba con la puerta cerrada. El joven llamó a la puerta y un compañero se levantó a abrirle, momento en el que recibió un disparo que felizmente no fue mortal, a pesar de que el proyectil se alojó en su cuello.

Por alguna razón que se está investigando sólo salió una bala, a pesar de que el joven disparó tres veces. Se cree que por esta razón el adolescente decidió arrancar en vez de usar el resto de la munición que traía consigo. Tras él, dos profesores lo persiguieron hasta darle alcance.

La policía cree que el acto fue premeditado. Dos son las razones en la que sustentan esta hipótesis: primero, que el joven acudió personificado a cometer el acto; segundo, que durante el fin de semana había subido amenazas a las redes sociales, donde advertía lo que haría. Además, el alumno tomó el arma de la casa de su tío abuelo, sin que éste se diera cuenta.

Como sea, el pánico que produjo el hecho obligará al colegio a tomar medidas de seguridad en el ingreso. Cristián Ruiz, apoderado del colegio, afirma que “muchos niños salieron llorando. Hay que ponerse en el lugar de los padres del niño baleado. El colegio con esto va a tomar más medidas de seguridad en el ingreso”, frase que recuerda la propuesta del alcalde Alessandri frente al uso de bombas molotov al interior del Instituto Nacional.

Es claro que para que un adolescente llegue a cometer un acto tan violento, es necesario que ocurran muchas cosas. Los factores de riesgo son conocidos: padres ausentes, cuadros de depresión, uso de drogas, acceso a contenidos violentos en internet o en videojuegos, baja autoestima, y un largo etcétera. Estas son obviamente las causas que como sociedad debemos atender. ¿Cómo es posible que ante las amenazas subidas a redes sociales nadie haya hecho nada? Ni el colegio, ni los apoderados, ni la policía… ¡nadie!

Revisar las mochilas es la medida de último momento. Es “llegar tarde” como han dicho muchos. Puede ser, pero es también una forma de proteger a nuestros niños y una manera de identificar a aquellos adolescentes que gritan desesperadamente por ayuda. Ayudémoslos.