Al momento de escribir estas líneas Mauricio Macri es ya el nuevo Presidente electo de Argentina, todavía no lo asimilo; me resulta casi tan sorprendente como esa noche de noviembre de 1989 en que me enteré que había caído el muro de Berlín. No importa dónde suceda, cada vez que en algún lugar del planeta es derrotada la demagogia, el populismo, los gobiernos corruptos y el estatismo que cercena libertades y posibilidades de progreso, siento ese triunfo como propio. Parafraseando a Donne, diría que donde quiera que doblen las campanas de la libertad están doblando por mí.

Pero esta noche, además esas campanas se escuchan junto a nosotros, en Argentina, un país al que aprecio especialmente y cuyo devenir nos afecta, querámoslo o no. Hace casi 70 años, con la primera elección de Juan Domingo Perón, los argentinos cayeron en la larga noche del peronismo, interrumpida por las dictaduras militares y algunos pocos gobiernos que se perdieron en esfuerzos frustrados e impotentes. Dentro del peronismo, además, el llamado Kirchnerismo ha sido una variante que sólo vino a corromper aún más los parámetros populistas y de ineptitud en el gobierno trasandino.

La sociedad argentina tiene una concepción extraordinariamente debilitada de su pertenencia a un cuerpo político común, la noción de destino compartido, al que todos se deben y en el que todos contribuyen, ha llegado a ser virtualmente inexistente. Sus ciudadanos sienten más bien que esa sociedad política no es más que el espacio del fraude, la “avivada” y los “chantas”. La mejor descripción de lo que el argentino promedio siente de esa sociedad en la que vive la escribió Santos Discépolo, en los versos del tango Cambalache:

“es lo mismo el que trabaja

noche y día como un buey

que el que vive de los otros

que el que mata que el que cura

o está fuera de la ley”

Esa es la descripción de una sociedad en que no hay un sistema de reglas legitimado y eficaz, en que todo lo común es visto como el botín a saquear, en que trabajar y esforzarse es apenas la opción de los “giles”. Este es, y no tengamos temor a decir la verdad, el país de la gratuidad. En Argentina la lógica de que el Estado paga no solo alcanza a la Universidad, es una cultura cuyas raíces han secado las praderas de unos de los territorios más ricos del mundo.

Este es el país que deberá gobernar Macri y el desafío de cambiar esa cultura excede con mucho el esfuerzo posible en un período presidencial. Piqueteros, un aparato burocrático gigantesco, altos niveles de corrupción institucionalizada, subsidios al por mayor, una economía cuyas cifras reales seguramente no conocemos y superarán cualquier pronóstico, por pesimista que sea. De eso, y otras “perlitas” más, estamos hablando.

Por ello, Argentina necesita mucho más que un cambio de gobierno, de lo que se trata es de un profundo cambio cultural y político, transformarlo en una sociedad que vuelve a confiar en el esfuerzo individual como motor del progreso, en que la ley impera para todos por igual, en que se deja de creer en la ilusión de subsidios y gratuidades artificiales.

Desmontar el Peronismo, y especialmente el Kirchnerismo, será una tarea titánica, pero una tarea de la que toda América Latina se beneficiará; por el contrario, el fracaso de Macri sería un duro golpe no sólo para Argentina, sino para todo el barrio.

Pero hay una gran razón para confiar que tendrá éxito: allende los andes, y a pesar de todo, hay un pueblo talentoso, culto, capaz de alcanzar enormes alturas cuando se lo propone. Con todo y a pesar de todo, sigue siendo la tierra de Borges, del tango, de Gardel, de Cortázar y del Martín Fierro.

Tengo la esperanza que Cambalache identifica un pasado que empieza a cerrarse esta noche, pienso en Macri y su triunfo y ya no se me viene a la mente Santos Discépolo, hoy prefiero cantar con Cacho Castaña y decir si vieras que linda que está la Argentina:

“Buenos Aires sigue llena de gorriones,

hay nuevos poetas que escriben sus tangos

y hay nuevos cantores.

Y sigue teniendo la vieja locura

que al doblar la esquina haya una aventura.

Ya ves: sigue viva, y a pesar de todo,

Llena de ternura.

Si acaso te encuentras con otro emigrante

decile que vuelva, que

pronto seremos mejores que antes.

Que todo fue culpa de cuatro atorrantes,

que solo lograron que el pueblo no cante.

Volvé cuando quieras que juntos

Podremos salir adelante”.

Gonzalo Cordero: #ForoLíbero

FOTO: EL LÍBERO

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