La derrota del joven gobierno de Boric en el parlamento con el quinto retiro al mes de empezar su período, el primer proyecto significativo que se discute allí, me parece un hecho de mucha gravedad por varios motivos. 

Primero, por el temor a que se repita por otros cuatros años la imposibilidad de un trabajo conjunto entre el Poder Ejecutivo y Legislativo, como ocurrió en el gobierno pasado. Demostraría que el problema principal no era sólo que Piñera fue un Presidente con baja aprobación ciudadana y con numerosos y graves defectos, como decían tanto sus opositores, algunos de su propia coalición política y muchos periodistas. Aquí habría un problema estructural del sistema de gobierno nacional.

El segundo motivo es que esa derrota confirmaría la tesis de varios especialistas respetables de que el mayor defecto que debería corregir una nueva Constitución Política para Chile es la fragmentación de partidos políticos (más de 20 en el Congreso de hoy). Esto, junto a otros factores, ha impedido aprobar leyes indispensables para el país como la Reforma del Sistema de Pensiones por ya más de 10 años.

En tercer lugar, ese hecho mostraría lo lejos que está la actual Convención Constituyente de hacerse cargo de proponer lo realmente necesario o imprescindible que debe contener una nueva Constitución adecuada para el Chile de hoy. Si no se corrige este problema de gobernabilidad de nuestro actual sistema político, casi todo lo que proponga la nueva Constitución va a quedar sólo en el papel porque difícilmente el Parlamento se pondrá de acuerdo en las leyes que debieran implementar sus textos. Si no lo ha logrado por ya 10 años en lo relativo a pensiones y delincuencia, ¿qué puede hacer pensar que lo lograría en decenas de temas más controvertidos aún y que están lejos de corresponder a problemas que los ciudadanos declaran como los que más les preocupa?

El resultado del fracasado esfuerzo legislativo de Boric este mes en el Congreso me hizo recordar una anécdota en que me tocó casualmente participar con Gonzalo Blumel, el Ministro de la Presidencia de Piñera, tal como Jackson lo es hoy de Boric. Fue con ocasión de una invitación de los suscriptores de El Líbero, creo que tipo abril del 2019, a un año aproximadamente del inicio del gobierno de Piñera 2. La charla del ministro Blumel se centró principalmente en las dificultades para implementar su programa de gobierno debido a la oposición u obstrucción de un Congreso en que no tenía mayoría. El clima político estaba ya muy tenso, con muchas confrontaciones y acusaciones mutuas entre ambos poderes del Estado. Le pregunté entonces en público porqué el gobierno no se adaptaba a esa realidad de tener minoría legislativa y abandonaba la pretensión de aprobar las leyes que tenía consideradas en su programa y se concentraba mejor (o en vez) en hacer un gobierno centrado en mejorar la gestión del Estado en tantas materias en que se podía y debía mejorar sin necesitar aprobar nuevas leyes. El ministro me dio una respuesta muy elegante y políticamente correcta sobre la necesidad de cumplir con su programa, responder a sus electores y algo más. Finalizado el evento, me encontré con el ministro en la puerta y le dije que su respuesta pública me había parecido impecable, pero que no me convencía nada. Y agregué que consideraba que esa estrategia del enfrentamiento para ver quién era más fuerte, tenía más poder o buenas razones era un error grave, que podía no llegar a nada y tener funestas consecuencias. Espero no ser infidente si cuento que el ministro se quedó unos segundos en silencio, y me dijo: “Personalmente no pienso muy distinto a ti, pero tú probablemente conoces cómo es el Presidente que tenemos”.  Cuando ocurrió el estallido de octubre y sus secuelas, no dejé de recordar esta conversación…

Ahora, tres años después del diálogo que he recordado, el nuevo presidente en que una mayoría de ciudadanos ha depositado su confianza parece encontrarse en una situación equivalente de minoría en el Congreso. Pero tiene tres diferencias con el anterior: una, que lleva apenas un mes y no un año de gobierno. Dos, que lo apoya una coalición más joven unida bajo un programa de transformaciones más profundas en las cuales hay expectativas muy elevadas. Y tres, que parece no tener la personalidad competitiva a toda costa que busca ganar siempre y en todo lo que emprenda, como el anterior presidente. ¿Cómo irá a reaccionar el nuevo Presidente Boric ante esta misma circunstancia política que se presenta de nuevo? Es la pregunta del millón y mi sueño es que estemos en manos de un gobernante que tenga poco ego y más humanidad y sabiduría.

*Ernesto Tironi es economista.

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