En mi anterior columna afirmé que el sistema de AFP, tal como está diseñado y como único sistema para proveer una jubilación digna, dejó de ser viable, incluso aunque aumentemos la edad de jubilación y la tasa de cotización. Ello, porque los números no permiten alcanzar una tasa de reemplazo (monto de la pensión en relación al salario) que sea adecuado. Obviamente la solución no pasa por el sistema de reparto, que es muchísimo peor que el de capitalización individual. Esa alternativa sesentera, promovida por parlamentarios jóvenes en edad, pero viejos y obsoletos en ideas, no es el camino a la salvación, sino todo lo contrario. Pero como es un canto de sirena tremendamente seductor, debemos ser proactivos y creativos para mejorar el sistema actual. La solución no pasa por una revolución, sino por una evolución del sistema mixto que tenemos actualmente, compuesto por un pilar de ahorro individual (AFP y APV) y un pilar solidario compuesto por la pensión básica financiada por el Estado.

Nuestro sistema debe evolucionar hacia uno que no solo entregue una tasa de reemplazo lo más cercana al 70%, sino también una jubilación mínima a todos los habitantes, incluso a aquellos que cotizaron pocos años, porque una sociedad con adultos mayores indigentes, aunque sea por propia irresponsabilidad, va a ser más propensa a estallidos sociales. Sin embargo, ese apoyo no debe desincentivar el ahorro individual, que sería el caso si diera lo mismo ahorrar que no hacerlo.

Partamos con la pensión mensual mínima en torno a los 200 mil pesos. La propuesta consiste en establecer un aporte estatal parejo hasta el séptimo decil, y menor para el octavo, de 200 mil pesos adicionales a lo que le corresponda a cada persona en dichos deciles por su capitalización individual, siempre y cuando haya cotizado a lo menos 15 años. Como ejemplo, si la pensión autofinanciada asciende a 150 mil pesos mensuales, gracias a este pilar solidario, la persona (hasta el séptimo decil) terminará percibiendo 350 mil pesos. Si cotizó menos de 15 años, recibirá un monto proporcionalmente menor. Este diseño no solo permite mejorar la pensión de los deciles más vulnerables, sino que además incentiva el ahorro individual, pues éste se suma al aporte solidario estatal. Esta propuesta implica gastar 2% del PIB, bastante cercano al 1,68% que costará, en el año 2040, la actual pensión básica solidaria.

Para lograr una tasa de reemplazo cercana al 70%, se proponen las siguientes medidas:

  • Aumentar gradualmente, en un plazo de 6 años, la tasa de cotización del 10% al 16%, donde ese 6% adicional sea con cargo al empleador y vaya íntegramente al ahorro individual.
  • Aumentar 1% el IVA, asignando esa recaudación adicional a la cuenta de ahorro individual de cada cotizante en función de su consumo, y hasta un máximo de 20.000 pesos mensuales. En el caso de los tres primeros quintiles, el estado aportará una cifra adicional espejo, que se financiará con el excedente de los que consumen más. Lo que sobre de este aumento del 1% del IVA se destinará a cubrir el costo de la pensión mínima mensual. Con ello podemos solventar una pensión mínima y, al mismo tiempo, incentivar la formalidad de la economía, pues todas las personas se beneficiarán al solicitar la boleta de consumo.
  • Aumentar la edad de jubilación a los 67 años, e indexando posteriormente la edad mínima a la expectativa de vida de hombres y mujeres. Con ello disminuimos la cantidad de años que debe financiar la jubilación.
  • Aumentar el seguro de cesantía para que este incluya el pago de las cotizaciones cuando la persona está desempleada. De esta manera podemos achicar las lagunas.
  • Establecer un ahorro voluntario por defecto, adicionando 1% del sueldo, con cargo al empleado, a la cuenta de Ahorro Previsional Voluntario, con una cláusula de salida expedita. Con ello se fomenta el ahorro individual.
  • Descontar obligatoriamente, en forma gradual, una cotización jubilatoria en las boletas de honorarios que emiten los independientes, tal como se hace con el impuesto global complementario. Con ello lograremos que todos los independientes formales comiencen a ahorrar para su jubilación, y con ello achiquemos el costo de los subsidios.
  • Modificar la comisión de las AFP sobre sueldo a una sobre saldo ahorrado. Con ello aumentamos la competencia por facilidad para comparar, alineamos los resultados de las AFP a la rentabilidad de los fondos que manejan, y mejoramos los retornos de los ahorros individuales.
  • Separar las funciones de cobranza de las imposiciones del manejo de las inversiones. Con ello podemos aumentar la eficiencia del sistema, reducir las barreras de entrada para que entren nuevos competidores que solo se dediquen a manejar inversiones, y mejorar los retornos de los ahorros individuales.
  • Crear una AFP estatal. Dado el consenso que hay al respecto, la libertad de elección que debieran tener las personas, y el objetivo de aumentar la competencia, una AFP estatal gestionada con estándares de profesionalismo y transparencia, con un grado de autonomía similar al Banco Central, y con la exigencia de un retorno de capital positivo, contribuiría a mejorar la legitimidad y competencia en el sistema.
  • Establecer la hipoteca reversa de inmuebles, esto es, poder vender a una institución financiera la propiedad recibiendo a cambio un monto mensual hasta la muerte de ambos conyugues. El diseño tiene que ser tal que no afecte la plusvalía del inmueble y el sector.
  • Mejorar la educación financiera, generando medidas y herramientas que permitan que los jóvenes y adultos del país conozcan adecuadamente el sistema, y las consecuencias positivas y negativas de sus decisiones.

En definitiva, no se trata de ciencia nuclear, sino de simple sentido común, que no es el más común de los sentidos cuando prima el populismo.