El fútbol y la política están profundamente relacionados. Son múltiples las dinámicas que acontecen tanto dentro como fuera de la cancha de fútbol que pueden ser extrapoladas a la arena política, quizás sea porque el fútbol es un juego colectivo, que requiere liderazgos y capacidad de conducción, donde se busca proyectar conceptos e ideas –en este caso de juego- y donde se debe prestar especial cuidado a la táctica (sistemas de juego) y la estrategia.
Para ir directo al análisis de los 90 minutos, y para ponerlo en términos futboleros, la Nueva Mayoría ha sido dueña del terreno de juego. Como decía Pep Guardiola en pleno apogeo de su éxito en el Barcelona FC, y a la usanza de su maestro Johan Cruyff, “si tú tienes el balón, tu rival no lo tiene y no puede atacarte”. La Nueva Mayoría durante el pasado y lo que transcurre del presente año ha sido protagonista exclusivo del juego. Lo que en el fútbol se llama posesión de balón, en política se llama control de la agenda, y en eso los líderes de la Alianza han cometido el tradicional error de correr detrás de balón y del rival, provocando desgaste, y a ratos desesperación, pero sin tener capacidad de terminar con la hegemonía en el campo de juego que imponen las reformas del equipo de Bachelet.
Sin embargo, la Nueva Mayoría ha pecado de exceso de confianza, tal y como le suele suceder a los equipos que tras “campeonar” (la elección de 2013, fue algo así como ganar la liga local, la Copa Chile y la Libertadores), experimentan cierta displicencia frente a los nuevos desafíos. El ABC del fútbol señala que la posesión de balón no es condición suficiente para el éxito y así aconteció con la coalición de gobierno. Lo cierto es que la Nueva Mayoría ha cometido errores tácticos de proporciones, como apurar el tranco con reformas que imponen un ritmo vertiginoso de juego, pero a la larga inconducente; falta de finiquito, al desperdiciar ocasiones de gol con mala capacidad de concreción de sus ministros; y por malas declaraciones de alguno de sus jugadores que a lo largo de todo el año han declarado y sobre-declarado, como se suele decir en jerga futbolera: “en caliente”. Muchos de estos autogoles han sido provocados por un actor que aunque no juega, siempre participa del espectáculo: el público, la hinchada, el jugador número 12. El ciclo de impopularidad por el cual atraviesa el gobierno de Bachelet se explica en buena parte por el escepticismo y rechazo en los espectadores al modo de juego que exhibe la Nueva Mayoría. Entonces, para la Alianza aplica el canto de la hinchada del club más popular de Chile, que tanto sorprendió a Marcelo Bielsa en su recordado paso por Chile: “cuando el equipo anda mal, la hinchada lo hace ganar”.
Pero, para ser sinceros en el análisis de partido, y separar el rol de comentarista del de hincha, la oposición social, el público; ayuda a motivar a los jugadores, pero lamentablemente no convierte goles. No capitaliza políticamente. Y en definitiva, la Alianza, no está ganando.
También es cierto, que algunos elementos extra-futbolísticos han intervenido en el juego. El “Caso Penta” ha golpeado duramente al camarín de la Alianza, en particular de la UDI. Pero no todo está perdido, en un juego de fútbol así como en el juego de la política, hay que jugar los 90 minutos, y siempre es posible apelar a la más efectiva de todas las estrategias en el campo de juego: el “factor sorpresa”.
Corría el año 2009 cuando el Barcelona arrastraba una racha de resultados negativos y debía enfrentar al siempre poderoso Real Madrid. Guardiola, consciente de que debía innovar para sorprender al rival y así cortar la mala racha, decidió observar las grabaciones de los juegos del Real Madrid desde otra óptica, un nuevo ángulo. Miró todos los partidos anteriores del Real desde una toma aérea, y se percató que entre la línea de defensa y la de los volantes mixtos se generaban espacios importantes en ciertas transiciones del juego. El DT llamó a Lionel Messi y le explicó cuál sería la forma para salir de la seguidilla de derrotas. Messi, como en toda la temporada, entraría al terreno de juego como delantero, pero traspasados los 10 primeros minutos, retrasaría su posición, descolocando al rival, para jugar en los espacios generados en las transiciones del Real; es lo que hoy se conoce como “falso nueve”. La jugada era arriesgada; de no dar resultados, el jugador más importante de los azulgrana se perdería en el campo de juego hipotecando en buena parte el resultado del club catalán. ¿Cuál fue el resultado? El Barcelona ganó 6-2.
Al caso Penta se debe mirar, así como lo hizo Guardiola, desde otro prisma desde la Alianza, quizás sea la oportunidad para cambiar estrategias, emplear nuevas tácticas, cambiar la filosofía de juego, re-encontrarse con su hinchada y así, en un proceso largo –en el fútbol y en la política los procesos valen- volver a ser un equipo competitivo, con sed de triunfo, un plantel renovado que juegue al ataque. Quién sabe si post Penta, surge un nuevo “falso nueve” en la oposición.
Jorge Ramírez, Coordinador Programa Sociedad y Política Libertad y Desarrollo.
FOTO: RODRIGO SÁENZ/AGENCIAUNO