En esta columna no intentaremos revivir la epopeya del 21 de mayo, donde el Capitán Arturo Prat y su tripulación dieron la vida por Chile. Sin duda quedaríamos cortos o huérfanos de caracteres para lograr ese objetivo. Los relatos de aquella gesta heroica realizadas por los grandes historiadores de la época, entre ellos Vicuña Mackenna, dan cuenta del profundo sentimiento patrio que dicho combate despertó en el pueblo chileno de aquellos años. Uno de los hechos históricos más profundos y admirados por los chilenos de hoy. Un hecho cuya importancia para evocar y resaltar los sentimientos patrios está por sobre toda clase de ideologías, sectores o intereses. Una fiesta de “nosotros”, es decir, de todos y cada uno de los chilenos; donde ninguno está excluido y el júbilo es un tributo permanente. Es el mérito de hombres o mujeres cuyo recuerdo inmortal no pertenece a nadie, sino que a todos.

Este 21 de mayo será muy especial. Por primera vez en décadas -y en varias generaciones-, las tradicionales ceremonias y eventos conmemorativos, que se realizaban en todo el país, han debido suspenderse por la crisis sanitaria. Aunque muchos queden con las ganas de seguir los festejos, no podemos ser injustos ni mezquinos con Prat y sus hombres. Su legado no se agota en un día ni en un desfile. La trascendencia de estos hombres es algo que perdura todo el año y en todo momento. Es más, creemos que dada la coyuntura actual, este año es un buen momento para recordarlos con más nitidez y sentido y rendirles un homenaje a través del ejemplo de miles de chilenos que están luchando día a día para combatir el covid-19. Hemos sido testigos de la entrega, compromiso y sacrificio con que estos héroes anónimos, al igual que nuestros héroes navales en el siglo 19, se han abocado a defendernos y cuidarnos del virus, sin esperar reconocimiento alguno.

Como chilenos, no podemos caer en la ingratitud y en el olvido, ni con los héroes de ayer ni con los héroes de hoy. Demos muestras que el ejemplo de esos nobles héroes, no ha sido en vano. Para ello, nada mejor que recurrir al valor de los símbolos que nos unen como chilenos, como es el caso de nuestra bandera nacional. Como uno de los símbolos más importantes que tiene Chile, la bandera no solo sirve para representar al país en el extranjero o para celebrar victorias o gestas deportivas, sino que también para demostrar patriotismo y concordia entre los chilenos en la vida diaria, especialmente en momentos de tragedias, desastres o crisis. Desplegar la bandera chilena en todas nuestras casas y edificios, públicos y privados, este próximo 21 de mayo, en plena pandemia, sería un emotivo gesto de reconocimiento y unidad entre todos los chilenos en torno a la figura de nuestros héroes patrios: los de ayer y los de hoy.

“Nuestra bandera no es un símbolo de un partido político porque ha de serlo de todos; no es un símbolo de la derecha ni de la izquierda porque ha de ondear en todo el espectro ideológico constitucional; no es un símbolo de los militares, aunque la custodian y la honran, sino también de los civiles. Nuestra bandera representa a todos y al deseo libre y democrático de querer vivir juntos. Nuestra bandera es la expresión emocionada e inteligente de que los españoles, juntos, somos más que separados“, nos recuerda el político español José Bono. Ese es el espíritu que nos convoca.

La invitación, en consecuencia, es muy simple: celebremos este 21 de mayo, poniendo la bandera chilena en un lugar visible y destacado. Motivemos e invitemos a nuestros familiares, amigos y vecinos. Hagamos de nuestra bandera el símbolo de unidad de nuestro país en el combate a la pandemia. Esa bandera que ha flameado en estadios de fútbol y en elecciones populares: gane, quien gane; en terremotos y también festejos. Ese símbolo que conecta nuestro pasado con nuestro presente, los dolores con nuestras esperanzas y muestra al mundo lo mejor de lo nuestro: la unidad de los chilenos.