Si luego de los desordenes y saqueos del 27 F nos hubiéramos dado cuenta, quizá ahora nada habría pasado.
De un momento a otro, veíamos que de un Chile que salía a ayudar a Chile cada vez que una desgracia lo azotaba, aparecía un país nuevo en el que en la adversidad desconfiábamos y temíamos los unos de los otros.
Debimos leer lo que nos estaba ocurriendo. Pero pasaron 9 años y la sensación de dos Chiles se agudizó.
Por un lado, un Chile con capacidad económica para divertirse, viajar, mostrar sus fotos en lugares increíbles y viviendo experiencias increíbles y sobre todo caras en Instagram; mientras en contraste una mayoría silenciosa vive con lo justo, con pensiones que no les alcanzan para lo básico, pagando contribuciones cuando nos les alcanza para comer.
En muchas poblaciones atemorizados, en un “toque de queda” no de hoy, sino permanente, vecinos cercados por narcos que son los verdaderos dueños de su barrio cuando anochece.
Lo sabíamos, pero desde la comodidad de nuestras casas, trabajos y cargos nos hacíamos los desentendidos. También desde la autoridad de ayer y de hoy, que no emprendió el desafío de romper el statu quo y buscar soluciones a estos problemas que son de todos, más allá de las ideologías, de izquierdas o derechas.
Nada habría pasado si ese 27F de 2010 nos hubiéramos dado por enterados del trasfondo de lo que pasaba.
Si en las empresas hubiéramos comenzado a dar participación a los colaboradores sin distinción cuando las cosas andaban bien gracias al esfuerzo de todos. Y nos hubiéramos apretado el cinturón para no afectar a sus familias cuando el negocio no andaba bien.
Si tras el fenómeno de las farmacias populares, que pusieron al descubierto la usura de las cadenas de farmacias con la salud de las personas, hubiéramos regulado de manera efectiva.
Si hubiéramos dejado de usar eufemismos como “gente humilde” para referirnos a nuestros hermanos.
Por el contrario, a preocuparnos por personas con nombre y apellido, por sus familias, por compartir, por aportar, por desarrollar emprendimientos sociales, no solo caridad.
Preocuparnos y ocuparnos también por los que viven en la ruralidad. Los que caminan kilómetros para buscar los servicios básicos que en la ciudad tenemos a la vuelta de la esquina.
Todos queremos desarrollar nuestras capacidades. Ayudemos a otros a hacerlo.
Para así crecer juntos. Porque somos hermanos, de un mismo Chile, de una misma tierra. Los políticos tendrán que hacer lo suyo para salir de esta crisis. Mientras, contribuyamos desde nuestras posiciones a hacer que éste vuelva a ser el país de hermanos que nunca debió dejar de ser.
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Periodista y escritor -
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Investigador Senior FPP. Ingeniero Civil Industrial. Magíster en Economía y Finanzas de la Universidad Politécnica de Milán. PhD (C) en Economía Política de la King’s College London. -
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Sociólogo, cientista político, académico UDP
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