Siempre se ha sostenido que las encuestas constituyen fotografías del momento y que en cuanto tal deben ser analizadas en su contexto y sus alcances se deben proyectar con la debida prudencia. Sin embargo, cuando diversas muestras coinciden en sus resultados, los que además se mantienen estables a lo largo de varios meses e incluso años, la consistencia de la información nos mueve a mirar con mayor atención las luces de alerta que presentan los distintos estudios de opinión.

La serie de sondeos de Adimark, cuyo último resultado acaba de publicarse, sumada a las muestras mensuales del CEP y a las semanales de Cadem, dan diversas señales que corresponde analizar.

Por un lado, es preocupante la falta de confianza en el liderazgo de la Presidenta Michelle Bachelet. En un país de marcado sello presidencialista como el nuestro, con atribuciones amplísimas radicadas en el Poder Ejecutivo, el contundente rechazo a su gestión significa un importante problema político, pero también institucional.

Los chilenos rechazan cómo la Presidenta de la República y su equipo llevan todos los temas de mayor relevancia, salvo las relaciones internacionales -que obtiene un magro 57% de apoyo- y muestran una mayoría social en contra de la gestión presidencial en educación (67% de rechazo), economía (74%), salud (78%) y especialmente en delincuencia donde el 90% de los chilenos reprueba al gobierno según la última muestra publicada por Adimark.

La izquierda apostó ciegamente por el liderazgo de Michelle Bachelet precisamente por la empatía que generaba en partes importantes de la población. Otros sectores, como la DC, se sumaron ante las evidentes posibilidades de victoria. La misma Presidenta gobernó en su primera administración amparada por la confianza y el cariño que los chilenos le prodigaban, lo que le permitió prescindir de la estructura partidaria y gozar de independencia en el nombramiento de ministros y en diversos actos de gobierno.

Hoy la situación es radicalmente distinta. La mayoría de los chilenos considera que nuestra gobernante carece de la capacidad para enfrentar los múltiples problemas del país o para enfrentar situaciones de crisis. Más preocupante aún es que el 64% de los chilenos ni siquiera cree que cuenta con liderazgo, mismo porcentaje que le tiene “poca o nada” confianza.

Este rechazo popular ha llevado a la Presidenta a pasar de la supuesta “independencia” de su primer mandato a un aislamiento político preocupante, gobernando en La Moneda rodeada de asesores afines, grupo de incondicionales que en las últimas semanas ha tenido una serie de desencuentros con ministros de Estado y las cúpulas partidarias oficialistas -quienes ahora gozan de cierta independencia frente a una Mandataria impopular- cuya humillación pública al ministro del Interior fue solo la guinda de la torta.

Encerrarse en palacio no es buena estrategia para los gobernantes. En momentos de crisis como el actual sería bueno que la Presidenta se empapara de una buena dosis de realismo, de conocimiento de la realidad que viven miles de chilenos y apreciara sus preocupaciones más relevantes.

Salir de La Moneda y recorrer el país le haría bien. Descubriría que mientras su gobierno se niega a concesionar la construcción de hospitales, miles de chilenos -demasiados- siguen esperando su debida atención médica; que mientras gastamos millones de pesos en asesores y funcionarios estatales muchos chilenos organizan bingos y rifas para financiar delicados tratamientos de salud; que mientras sus partidarios se obsesionaban con financiar la educación de los más ricos, muchos de los estudiantes más vulnerables no obtienen ni siquiera el puntaje mínimo para postular a la universidad o que mientras lucha contra la desigualdad -cual molino de viento- ya son más de 30 mil las personas y familias que viven en campamentos, una cifra en alza, algo impensado hace un par de años.

Por otro lado, diversas encuestas destacan el apoyo social a iniciativas políticas nuevas.

El movimiento Revolución Democrática de Giorgio Jackson es el mejor evaluado entre los partidos y referentes políticos, seguramente resultado de un trabajo intenso, novedoso, interesante. Al mismo tiempo, la nueva coalición de centroderecha ChileVamos ya es a poco andar el segundo referente mejor evaluado, muy por encima de los partidos y movimientos que la componen, lo que representa un gran desafío para la oposición.

En este sentido, urge tener una coalición política como ChileVamos que represente a la mayoría de los chilenos que rechaza al actual gobierno y que entregue una señal de optimismo de cara al futuro, especialmente en medio del ambiente de pesimismo que ronda en el país. Por eso tan relevante como el nuevo “relato político” que justifica el porqué de nuestra acción pública, es que la oposición salga a decir qué cosas haría distintas al actual gobierno: cuáles son sus planes y medidas contra la delincuencia, qué haríamos para mejorar la educación pública o para acabar con las filas en los consultorios o bien cómo centraríamos la acción del Estado en los más vulnerables, los que viven en campamentos o los que no pueden pagar sus estudios, por ejemplo.

Las encuestas parecen darle la razón a la Presidenta en el sentido de que cada día puede ser peor, por lo que urge levantar alternativas que le muestran a Chile que cada día debe ser mejor.

 

Julio Isamit, coordinador general de Republicanos.

 

FOTO: FRANCISCO LONGA/AGENCIAUNO

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