I

La semana pasada, mediante su declaración del 10 de julio, la Presidenta Bachelet reconoció finalmente la necesidad de dar un giro a su gobierno y asumió el liderazgo de la coalición discursiva que durante las últimas semanas ha buscado rectificar la conducción gubernamental.

¿En qué consiste el nuevo relato presidencial?

Su idea eje tiene dos caras. Una dice: «…estamos comenzando el segundo tiempo del gobierno y debemos darle un nuevo impulso a nuestra acción». La otra sostiene: «Para que ese nuevo impulso sea efectivo, hay que considerar las condiciones y las dificultades del nuevo contexto económico, social, político y de gestión que enfrentamos».

La filosofía subyacente es una comúnmente invocada por los gobiernos cuando se sienten débiles, han perdido popularidad y deben admitir, como admitió la Presidenta con un dejo de condicionalidad, “que también podemos haber cometido errores y hemos podido tener fallas importantes”. Es decir la filosofía del sentido común que sostiene: «…en la vida hay dificultades que exigen ordenar, por un lado, y jerarquizar las tareas…». Es asimismo la regla de oro de las burocracias modernas.

¿Cuáles son las dificultades que la administración Bachelet pretende abordar y procurará superar durante el segundo tiempo de esta partida doble?

Primera dificultad, la incertidumbre ante los cambios y los costos en términos de apoyo ciudadano a las reformas que «son evidentes, y cualquiera puede mirar lo que dicen las encuestas». En efecto, el balance es negativo: mucha más gente rechaza las reformas que aquellos que las aprueban.

Segunda dificultad, «una desaceleración económica que se ha mostrado más larga y profunda que lo que esperábamos…».

Tercera dificultad, «nuestro déficit de gestión en la marcha de las reformas. […] Debemos reconocer que la administración estatal no estaba totalmente preparada para procesar cambios estructurales simultáneamente. […] Está claro que hay debilidades en lo comunicacional y en la gestión, y eso tiene que cambiar desde hoy».

Cuarta, «hemos tenido dificultades políticas. Nuestra ciudadanía se ha distanciado de la actividad política institucional y su desconfianza se ha acentuado por los casos de irregularidades o ilegalidades que hemos conocido. El malestar social ha ido acompañado de una erosión de la legitimidad de nuestro sistema político en su conjunto. Y todos los sectores lo estamos pagando caro». Tales son las consecuencias del ciclo de los escándalos.

¿Cómo espera el gobierno hacerse cargo de estas dificultades? Asumiéndolos ha dicho Bachelet, «pero sin que ello signifique olvidar nuestro compromiso con la ciudadanía. Si pudiera sintetizarlo, diría: esto es realismo, sin renuncia». Allí, en esa frase cargada de ambigüedad, está la clave.

Realismo: Forma de presentar las cosas tal como son, sin suavizarlas ni exagerarlas. Sin renuncia: por tanto, sin desistir de algún empeño o proyecto. En concreto: el programa será revisado pero no olvidado. Fórmula ambigua, digo, porque puede entenderse de varios modos o admitir distintas interpretaciones y, por eso, dar motivo a dudas o confusión. Así, los rupturistas entienden que el programa se aplicará gradualmente pero sin alterar siquiera una coma de sus objetivos máximos. Los reformistas, en cambio, esperan una rectificación programática realista que se haría sin renunciar al espíritu progresista. Hay pues un amplio campo para las interpretaciones y la controversia entre ambas sensibilidades al interior de la Nueva Mayoría (NM).

¿Cómo cree la Presidenta Bachelet que debe traducirse su mensaje? Lo explica así: entiéndase el giro como la adopción de “una hoja de ruta clara, acotada, con un norte definido, con instrumentos eficaces y con plazos viables. Ese tiene que ser nuestro marco de trabajo…», remachó.

Para ello propone los siguientes criterios de acción:

  • «Un gobierno para las personas de carne y hueso, para construir más oportunidades, seguridades, derechos y condiciones de bienestar para sus vidas”. Vuelta pues a las preocupaciones y los anhelos de la gente.
  • «Brindar mayores seguridades en los distintos planos. Las personas necesitan que el país funcione bien, para que puedan desarrollar sus vidas en normalidad»: «protección y expansión de las fuentes de trabajo»; «medidas efectivas de seguridad ciudadana»; «funcionamiento eficaz, sin fallas, del transporte público».
  • «Dar prioridad a retomar la dinámica del crecimiento económico y aumentar el potencial».
  • «Actuar de manera fiscalmente responsable. […] Va a ser necesario, entonces, jerarquizar y darle mayor gradualidad a algunos aspectos de nuestros compromisos…»
  • «La jerarquización del programa […]. Las capacidades del Gobierno en este ámbito tienen límites, y también son limitadas las capacidades del sistema político para procesar las reformas… debemos ser prolijos…, ordenar nuestro trabajo para asegurar avances claros…, concentrarnos en lo esencial…».
  • “reconstruir el vínculo de confianza entre la ciudadanía y el sistema político. […] Por eso, para mí es tan prioritario el rol de la implementación de la Agenda de Probidad y Transparencia».

Hasta aquí un apretado pero fiel resumen del mensaje presidencial del 10 de julio al Consejo de Gabinete que inaugura el segundo tiempo de la administración Bachelet. Viene a decir, en pocas palabras, las cosas no marchan bien, es preciso rectificar, debemos ordenarnos, ser realistas y jerarquizar objetivos, cumplir gradualmente -en la medida de lo posible- los compromisos programáticos y no renunciar a los ideales que nos mueven.

En la práctica, el programa deja de ser un dogma intocable. No se habla ya de nuevos paradigmas. El llamado es a acotar, moderar, poner límites y preocuparse de la ciudadanía concreta. Incluso, hay permiso para revisar las leyes de las reformas ya aprobadas. Llámese a esto: gobernar por circulares y reglamentos. ¡Un típico expediente del revisionismo legal chileno!

Hemos ingresado pues al reino de los medios, donde el costo importa, los recursos son limitados y la gestión pasa a ocupar el asiento del piloto. Pronto estaremos instalados, nuevamente en medio del New Public Management para pesar de rupturistas y maximalistas y satisfacción de realistas y moderados.

II

¿Qué se echa de menos en este mensaje presidencial, aparte naturalmente del vacío de contenidos rectificadores, tema al que dedicaremos el grueso de esta sección?

Varias cosas. Por lo pronto, la Presidenta no llamó a la ciudadanía a compartir el giro ni a hacerse parte de un esfuerzo común, que sin duda requerirá sacrificar expectativas y postergar satisfacciones.

En seguida, la Presidenta no interpeló a los actores sociales y políticos más relevantes, cuyo apoyo es esencial para completar el tiro del timón. En efecto, no aprovechó la ocasión para afianzar su liderazgo dentro de la Nueva mayoría (NM); no invitó a los partidos a un nuevo contrato con su gobierno; no invitó a la oposición a plegarse a este esfuerzo y llevar a cabo su propia e imprescindible renovación; no mencionó tampoco a los padres y apoderados, a los estudiantes, sindicatos, empresarios. En este punto, el discurso puso por delante una suerte de república de audiencias, de usuarios de servicios en el mejor de los casos.

Por último, la Presidenta no transmitió un sentido de equipo, no realzó su nuevo gabinete, no ligó el reclamo en favor de una gestión eficaz justamente con aquellos que, se supone, fueron llamados por ella para gestionar el nuevo relato, la nueva agenda, el nuevo programa acotado y priorizado y el nuevo clima que la coalición discursiva reformista busca instaurar.

Sin duda, la mayor incógnita que la Presidenta mantuvo suspendida en el aire, cual neblina de invierno, es la de los contenidos de la nueva etapa; la agenda del segundo tiempo; la nueva hoja de ruta gubernamental y guía para la NM.

Pues si bien resulta evidente que la agenda debe ser ordenada, con objetivos claros y acotados, con prioridades, con una nítida carta de navegación y planilla de cálculo, no lo es menos que en adición se requiere definir un horizonte político, exponer una ideología que oriente la acción y determinar unos objetivos ético-políticos que devuelvan la confianza a los diversos sectores, grupos y personas y permitan avanzar con algunas reformas claves mediante acuerdos.

Si tanto se insistió durante el primer tiempo que el país adoptaba a partir de ese momento «otro modelo», una propuesta de cambios estructurales, un paradigma de políticas avanzadas en materias de derechos sociales, en fin, una vía de radical desmercantilización y refundación constitucional de la República -toda una retórica rupturista pues-, entonces la pregunta que cabe hacerse ahora es esta: ¿qué vendrá a llenar el espacio ideológico durante el segundo tiempo, ahora que la anterior narrativa comienza a desvanecerse en el aire?

Preguntado de otra forma, ¿qué contenidos tendrá la nueva agenda gubernamental reformista durante los 30 meses que restan de la administración Bachelet? ¿A qué tipo de proyecto socialdemocrático responderán las políticas gubernamentales? ¿Cuál será su definición del rol del Estado en la economía y el papel de los mercados en la sociedad? ¿Habrá un mayor énfasis en las libertades individuales negativas -no intromisión en la libre elección de los individuos- o bien en las dimensiones comunitarias de la pertenencia social? ¿Cuánta focalización y cuánta universalización de los subsidios públicos?

En las siguientes columnas tendremos oportunidad de explorar respuestas posibles a esas preguntas.

Por el momento baste decir que el renovado realismo proclamado por Bachelet -en caso de mantenerse discursivamente y luego pasar a comandar el diseño de las políticas gubernamentales- lleva ineluctablemente a una reafirmación de propuestas socialdemócratas de tercera vía. De hecho, el primer paso en esa dirección ya se dio, al dejarse atrás el relato con que nació el actual gobierno y adoptarse en su reemplazo el lema realista (y muy sabio) de que en la vida hay dificultades. Y luego, al comenzar a actuar en consecuencia.

 

José Joaquín Brunner, Foro Líbero.

 

 

FOTO: AGENCIAUNO.

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