El resultado de la última elección de alcaldes me trajo a la memoria la fábula del escritor danés Hans Christian Andersen donde un monarca le encomienda a unos famosísimos sastres que le confeccionen el mejor traje del mundo. Estos, luego de deleitarse un buen tiempo en palacio, anuncian que han confeccionado el traje más maravilloso existente, tan precioso que “sólo los tontos no pueden verlo”.
Por supuesto que el rey se ve desnudo, pero no lo reconoce porque no quiere aparecer como un tonto frente a sus sastres. Convoca entonces a sus asesores, a quienes les pregunta por la belleza de su traje. Superada la sorpresa de verlo desnudo y enterados de que semejante traje es tan hermoso que “sólo los tontos no pueden verlo”, toda su corte confirma lo que el monarca desea escuchar.
En Chile, durante el último año, todas las encuestas señalaron que el Gobierno y la Presidenta Bachelet habían perdido el respaldo ciudadano. Por lo mismo, era esperable que la insatisfacción de la ciudadanía castigara en las recientes elecciones a quienes representaban las ideas de la Presidenta.
Pero como en la fábula de Andersen, la Presidenta se jactaba de que en terreno siempre se encontraba con los que la respaldaban, restándole permanentemente importancia a las encuestas y dando a entender que su respaldo ciudadano era mucho mayor a la que éstas señalaban. ¿Andaba desnuda?
Muchos analistas han esgrimido que el problema de la Presidenta está en sus asesores. Se reitera con frecuencia que ella es permanentemente mal aconsejada y que, por lo mismo, sería hora de que cambiara a sus colaboradores del “Segundo Piso” y a sus ministros más cercanos (los sastres).
En mi opinión, el problema es al revés. La Presidenta ha escogido rodearse, al igual que el rey de la fábula, de personas que le digan exactamente lo que ella desea escuchar. Que su programa de gobierno es maravilloso, que es progresista, que la gente está demandando cambios profundos y que es necesario reducir el ámbito de lo privado para dar paso a un Estado benefactor y todopoderoso que haga reinar la igualdad. Concepto que solo aplicaría para la plebe, no para quienes lucran desde el aparato estatal con cargo a los impuestos de todos los chilenos.
El mayor error de la Presidenta y de quienes la acompañan en este gobierno es creer que el progreso tiene que ver con derrotar a la riqueza, cuando en verdad el mayor enemigo a vencer es la pobreza.
El problema radica en que la agenda personal de Michelle Bachelet dista mucho de lo que los ciudadanos interpretan. Algunos aún creen que ella hará cambios sustantivos para reorientar a su gobierno o que cederá a las demandas de una facción de la DC, que está desesperada por dejar de lado el programa y volver a transitar por el camino del progreso y los acuerdos.
Yo creo que eso no ocurrirá. Creo que la Presidenta, desafortunadamente, busca convertirse en el Salvador Allende del siglo XXI, y piensa que al terminar su mandato podrá pasearse por el mundo dando cátedra acerca de cómo romper con el modelo neoliberal. A diferencia del rey de la fábula, ella se ha dado cuenta de que anda desnuda, pero no le importa.
Desde el punto de vista de sus objetivos personales, su gobierno ha conseguido aprobar suficientes reformas. No era relevante para éste que fueran improvisadas y muy mal implementadas, ya que el objetivo primordial siempre fue impactar de lleno en la línea de flotación de nuestro modelo neoliberal. Lo han logrado.
Por lo tanto, si en las próximas elecciones parlamentarias no se consigue un cambio importante en la composición del nuevo Parlamento, será imposible corregir las pésimas reformas y el actual gobierno habrá condenado a Chile a la mediocridad por muchos años.
Afortunadamente, una parte importante del pueblo se dio cuenta de que el programa de gobierno es un traje invisible, sin contenido alguno, y que al igual que el rey de la fábula, la Presidenta se encuentra desnuda.
Gonzalo de la Carrera Correa, Ingeniero Comercial UC
@carreragonzalo