Los estadounidenses han manifestado el apoyo o desaprobación a la presidencia del disruptivo Trump desde el inicio de manera constitucional –en las urnas. Lamentablemente no puede decirse lo mismo de las histéricas élites, tal como estamos conociendo estos días sobre el FBI a través de las nuevas memorias de su ex Director Andrew Mc Cabe.

Cuenta McCabe que, luego que Trump despidiera al director del FBI Jim Comey en mayo de 2017, éste y los oficiales superiores del Departamento de Justicia “discutieron si el Vicepresidente y una mayoría del gabinete podría ser reunido para remover al Presidente de los Estados Unidos bajo la Enmienda 25”, de acuerdo a una entrevista del domingo pasado en CBS. McCabe fue despedido el año pasado por mentirle a los investigadores del FBI, por lo que es difícil saber cuánto creerle. Pero ninguno de los involucrados ha negado el intento, lo que resulta en una situación sin precedentes. El Presidente ejerce su derecho constitucional de despedir al director del FBI y sus empleados inmediatamente hablan sobre deponerlo, en lo que sería un golpe de estado.

La Enmienda 25 fue aprobada luego del asesinato del John F. Kennedy para permitir la transferencia de poder cuando un Presidente no puede delegar sus deberes. Se reserva para cuando hay probada evidencia de imposibilidad de ejercer el cargo, testificada por los más cercanos al Comandante en Jefe. No existe para dirimir diferencias políticas, o para dejar que cobardes burócratas imaginen que están salvando al país de alguien que ellos temen es un candidato al estilo Manchuriano. El proceso constitucional para ello es el juicio político.

Pero no es extravagante, ya que incluso los medios y otras elites no políticas discutieron entonces la posibilidad de invocar la Enmienda 25 para provocar un golpe de estado. El despido de Comey enfureció a tantos, que estuvieron dispuestos a considerar declarar nula una elección constitucional a cinco meses de haberse realizado. Prueba de ello es el titular de mayo de 2017 del New York Times: “La Enmienda 25 como solución para remover a Trump”. Aparentemente se subestimó la falta de confianza en la democracia e instituciones norteamericana de la clase política y medios de comunicación. Pero con estas memorias está claro que el pánico de esa elite fue una amenaza mayor a las normas constitucionales que cualquier hecho que se haya conocido de Trump hasta ahora.

La conducta de McCabe también concuerda con lo que se sabe del FBI durante la era Comey, quien inició un proceso de espionaje a un asesor de Trump durante la campaña a la presidencia basado en un documento preparado por la candidata opositora con escasa evidencia acerca de unos contratos rusos. En julio de 2016 Comey violó las reglas del Departamento de Justicia al exonerar a Hillary Clinton en el caso de los emails. Pero para protegerse después de la elección, once días antes de ésta y también contra las normas, reabrió el caso, lo que quizás hizo más para lograr la elección de Trump que cualquier otra cosa. Luego de su despido, Comey filtró a los medios información con el objeto que resultara nombrado Robert Mueller como consejero especial para investigar los supuestos lazos de campaña Trump-Rusia. Veintiún meses después todavía se está esperando evidencia de colusión.

Pasando a estos días, pero siempre en la era en la que toda controversia parece tener conexión con Donald Trump, no podía dejar de especularse que el hombre más poderoso del planeta está detrás del hombre más rico, en lo que ha estallado como el escándalo de mayor venta de los últimos tiempos. Y es que a Trump se lo culpa hasta de la aventura que está protagonizando por estos días Jeff Bezos -Amazon, USD136 mil millones– rival encarnizado de Trump, principalmente a través del Washington Post, del que es propietario desde 2013.

La vida personal de Bezos se vio expuesta de una manera “trumpiana” paradójicamente cuando el periódico Enquirer publicó once páginas de fotos del millonario en un romance “fuera de regla” junto a la piloto de helicópteros Sánchez paseándose románticamente a lo largo y ancho del país, además de dar otros detalles sabrosos, aunque de dudoso gusto. Nada que no suceda desde que el hombre es hombre. Bezos, sin embargo, acusó a Trump de haber usado inteligencia para descubrirlo y pasarle la primicia al tabloide. El hombre más rico del planeta se pasea por 40.000 millas en cinco estados, jets privados, cenas exclusivas, hoteles seis estrellas, con una presentadora de TV 90-60-90 en un romance extramatrimonial y ¡Trump tiene la culpa que salga a la luz! Los medios masivamente se volcaron a favor de Bezos y lo han apoyado incondicionalmente, especialmente con su silencio. Esto demuestra el grado de subjetividad que existe a la hora de tratar la figura de Trump.

Tratando de hacer una lectura un poco más seria y objetiva de lo que es su presidencia ahora que se encuentra con sus dos primeros años cumplidos, se puede decir que es una mezcla de bueno, malo y en el medio. Del lado bueno, ha logrado eliminar un número importante de regulaciones y reducciones impositivas que, como hemos dicho otras veces, han provocado un boom económico, especialmente entre los más pobres y sectores menos favorecidos por el empleo. Los nombramientos judiciales han sido sobresalientes y en total cumplimiento de sus promesas de campaña. Las mujeres y hombres nombrados no ven a la Constitución como un librito para dejar de lado para justificar el crecimiento del gobierno.

Por el lado malo, el descuidado gasto de la administración anterior continúa y está acumulando montañas de deuda. Esta administración no ha puesto el foco en arreglar el problema fiscal de largo plazo de la insostenibilidad del gasto producto del estado de bienestar y el déficit fiscal sigue creciendo a pesar del crecimiento económico. Se trata de una tendencia que ningún partido parece dispuesto a analizar y que producirá una crisis a futuro si no se trata en algún momento. La guerra comercial no está ayudando. Si termina logrando que todo el mundo reduzca tarifas, habrá que aplaudir de pie. Por ahora está causando costos y desajustes, que es lo que históricamente han provocado las guerras comerciales.

Y desde luego se desearía que el presidente de un país tan icónico fuera más articulado y tuviera algo de la gracia, temperamento y encanto de Ronald Reagan. Por su personalidad avasallante y sensitiva, Trump tiende a pegarse un tiro al pie incluso cuando hace las cosas bien. Aun así, para quienes valoramos un estado más contenido y que exista para garantizar los derechos individuales que construyeron la historia, es difícil ver estos dos últimos años sino como algo mucho mejor a lo que podría haber sido de haber ganado su rival Hillary Clinton.

FOTO: RODRIGO SAENZ/AGENCIAUNO

Abogado, máster en Economía y Ciencias Políticas