Tiene una oficina muy seria y elegante en el Capitolio, la sede del Parlamento en EE.UU. Pero es diferente a la de sus colegas, ya que el pasillo está poblado de fans que la quieren ver y tomarse selfies con ella, y de mensajes de apoyo y admiración pegados a la pared en post it amarillos. Los medios la siguen con fervor. Cuentan que sus intervenciones en las comisiones y en la sala están llenas de imaginación, que es una experta en contar historias para afirmar su punto. Tiene la convicción que es el relato lo que permite cambiar las políticas, sintonizar con el público, liderar con ideas y practicar los principios.

“Las mujeres como yo no están supuestas a postular a cargos políticos. No vengo de una familia rica ni poderosa, mi padre es del Bronx y mi madre de Puerto Rico. Nací en un lugar en el cual el código postal determina tu destino. Mi nombre es Alexandria Ocasio Cortez. Soy educadora, líder comunitaria y miembro de la clase trabajadora de Nueva York. He trabajado con madres solteras, sirviendo mesas, y he conducido salas de clase. Entrar en la política nunca fue parte del plan. Pero luego de 20 años de la misma representación, tenemos que preguntarnos quiénes han sido los beneficiados por los cambios en la ciudad. Ciertamente no hemos sido nosotros. Es tiempo de dar nuestra batalla. Para eso quiero ser elegida. Tenemos el coraje político necesario. Este es nuestro tiempo.”

Esa es ella: AOC. Así conquistó los votos necesarios en su distrito para derrotar en las primarias demócratas a un hombre blanco y mayor con veinte años en la cámara de representantes. Luego fue elegida al congreso como la mujer más joven de la historia. Hasta donde se recuerda, no ha habido nunca un diputado que haya transformado con esa velocidad unos pocos votos en tanto capital social y político. No es de extrañar, ya que es parte de los millones de latinos que viven en Estados Unidos, es una demócrata socialista y, como tal, les habla a los millenials, en su mayoría progresistas desilusionados del capitalismo. Es la mujer maravilla para sus partidarios; la bruja maldita para sus oponentes.

Villana o heroína, no ha sido temerosa al desafiar el status quo, aportando a la agenda una vital impaciencia juvenil. Le importan más los movimientos que las elecciones, no se refiere a escaños ni votos, sino a ganar los corazones y las mentes del público. Se afirma en la política de lo posible, y desdeña lo práctico. No está pensando en mantener la mayoría de su partido dos años más, sino en definir la agenda para los próximos veinte años. Dice que una generación completa – la suya, que es hoy la más numerosa del país – creció sin tener la experiencia de la prosperidad,  la que confiesa no haber visto ni vivido mientras ayudaba a su madre a limpiar casas, ni cuando hacía puerta a puerta por la candidatura a presidente de Bernie Sanders. Tampoco hoy cuando paga las cuotas de su crédito universitario.

La historia de AOC, su pelo castaño largo y brillante, sus labios ultra rojos y su forma de expresar el mundo podrían hacernos pensar que estamos frente a una muestra más del sueño americano. O de un reality de alta calidad. Pero no. Son mujeres fantásticas como ella, como nuestras criollas Camila y Karol, venidas de movimientos sociales, las empeñadas en hacer la diferencia. Esa diferencia es la que permitirá sanar al planeta de las heridas que lo desangran, educar niños enseñándoles a pensar, contar con una salud que cubra a toda la población, promover la diversidad, cuidar a hijos y padres, crear comunidad., acoger a los emigrantes. ¡Bravo AOC! Te miramos y admiramos. Sigue por ese camino, no aflojes, te estamos acompañando.