La soledad está de moda. Mejor dicho lo que está de moda es la soledad como tema de investigación y de salud pública. Por algo la venerada revista The Economist publica en su reciente edición un sesudo artículo sobre el tema: “Los solitarios no solo están más tristes, sino además tienen mala salud y se mueren más jóvenes”.

 

Momento. ¿Quieren decir que en un planeta con siete billones de habitantes hay una epidemia de soledad? Si es así, ¿qué tipo de vida es ésta, la que hemos inventado con tanto esfuerzo? ¿En qué momento “se jodió” la comunidad en la que se supone vivíamos? ¿Cómo fue que pasamos de necesitarnos para sobrevivir a esta “autonomía” que nos está matando? ¿Quién se atreve a medir con números este “estado del alma”?

 

Nos explican que la soledad es un sentimiento, y como tal subjetivo, difícil de definir y aún más difícil de medir. En su esencia es una sensación de aislamiento, de no pertenencia, de no importarle a nadie, de no ser visto por nadie, cubierta por un manto de vacío y desolación. Se estima que todos la hemos sentido alguna vez. Esencialmente es una desconexión entre la realidad de la vida en sociedad que tenemos y la que desearíamos tener.

 

Hay estudios aislados, como uno reciente en el que para el 41% de los británicos, la TV o una mascota es la mayor compañía.

 

Médicos y salubristas están abiertamente preocupados por la soledad que reportan sus públicos. Campañas para reducirla se han lanzado en Gran Bretaña, Dinamarca, Australia, Estados Unidos y Japón, donde existe el fenómeno de los hikikomori o personas que se encierran para siempre en sus casas. Ojo que es necesario distinguir entre la soledad como una elección de  “quiero estar sola” a aquella prolongada en el tiempo y que desea una compañía que no tiene.

 

No existen cifras históricas en este tema. Hay estudios aislados, como uno reciente en el que para el 41% de los británicos, la TV o una mascota es la mayor compañía; o el 45% de norteamericanos que llevan más de 6 años sintiéndose solos. Otro elemento es el aumento exponencial en las ciudades grandes de las personas que viven solas, como también la cantidad  promedio de amistades cercanas, el que ha disminuido en un tercio. El poder curativo de una vida social activa es altísimo. Curiosamente, los suicidios caen notoriamente durante los partidos del mundial de futbol, debido a la sensación transitoria de vivir en una comunidad.

 

Entre las causas la más frecuente es la falta de un compañero o pareja. Los datos muestran que las personas emparejadas que cohabitan reportan mucha menor soledad. Igual cosa declaran los tecnológicamente empoderados.  Aunque hay mucha mitología respecto del daño que hace la tecnología a la vida social, es ésta un medio de conexión irreemplazable para construir redes de apoyo.

 

Pero aquí viene lo mejor: Chile posee un valioso instrumento que de medición llamado Encuesta Nacional de Calidad de Vida UC-Caja Los Andes. Resulta que en nuestro pequeño y vilipendiado país la mayoría encuestada reporta una mayor satisfacción con su vida y una mejor salud que hace 10 años. En una década las personas (en especial los mayores de 60 años) han mejorado su nivel económico y su autonomía. Pero un tercio de ellos dice sentirse solo.

 

¡Dulce patria!

 

FOTO:FRANCISCO FLORES SEGUEL/AGENCIAUNO