La UDI definirá su directiva en una elección competitiva, un militante un voto, lo que representa, por sí mismo, un cambio copernicano respecto de su historia y cultura. En lo personal, y pidiendo perdón por la auto referencia, entré a la UDI por dos razones principales: era el partido que defendía con mayor convicción el modelo de desarrollo y, además, no representaba la tradición socioeconómica de la derecha. Alguien de clase media más bien modesta y que venía de una región, sentía que este partido le ofrecía más convicción en lo importante y un ambiente más natural que la alternativa de RN.
El partido liderado por Jaime Guzmán tenía otro atributo: un acuerdo espontáneo entre sus miembros en todos los temas importantes. Hubo una época en que podía cerrar los ojos y escuchar cualquier discusión política y reconocer la coincidencia de pensamiento. Eran los tiempos en que los demás partidos criticaban que no tuviéramos elecciones y nosotros espontáneamente decíamos: ¿y para qué?
Pero esos eran otros tiempos, con la dinámica de otra etapa del desarrollo de la UDI y de otro momento del país. La política, como la vida misma, no se construye sobre la nostalgia, sino sobre la esperanza. En una extraordinaria canción de Alberto Cortez, escrita en homenaje a su mujer, el cantautor dice seguir queriéndola “más que en el relevo de las cosas idas, en la expectativa de los logros nuevos”.
Esta lógica es fundamental para reflexionar sobre este momento de la UDI, porque en toda disyuntiva electoral hay que responder una pregunta esencial: ¿de qué se trata esta elección, qué está en juego si optamos por una u otra alternativa? Como en los versos de Cortez, no se trata del relevo de las cosas idas, sino de la expectativa de los logros nuevos. Para mí es obvio que no se trata de elegir a la persona más idónea o al que tiene mejores ideas, menos aún al que comparte ciertos “valores esenciales”. La senadora Van Rysselberghe y el diputado Bellolio son dos líderes por los que siento admiración, afinidad y afecto; en distintos momentos y por distintas razones, creo haber dado testimonio de ello a ambos. Ahí no está el punto.
Hay una conferencia de Umberto Eco que suelo citar, se titula “Construir al enemigo” y dice el famoso intelectual: “Hace años, en Nueva York, me tocó un taxista cuyo nombre era difícil de descifrar y me aclaró que era paquistaní. Me preguntó de dónde era yo y le contesté que italiano. Me preguntó que cuántos éramos y se quedó asombrado de que fuéramos tan pocos y de que nuestra lengua no fuera el inglés. Por último, me preguntó cuáles eran nuestros enemigos”.
Lo que el taxista aquél le estaba diciendo a Eco es que para conocer a un pueblo hay que saber quiénes son sus enemigos. Extrapolando, diría que para definir la identidad de un partido hay que saber quiénes son sus adversarios, cuáles son los liderazgos y los conceptos con los que disputa la supremacía en el campo, o en una parte de él.
El sistema político está viviendo una época de cambio de ciclo, la Concertación encarnó durante dos décadas un proyecto socialdemócrata de tercera vía, en sintonía con la izquierda de Occidente en los años posteriores al derrumbe de los socialismos reales. En este sentido, lo que Ricardo Lagos intenta hacer hoy es un verdadero “canto del cisne”, el último fulgor de una coalición antes de extinguirse, un discurso y un liderazgo que se están apagando. Lo que viene será distinto, así lo entiende buena parte de la DC que está procurando arrancar al centro y reposicionar su opción socialcristiana.
También buena parte del PS percibe la necesidad de volver a tener una posición y una identidad propia, clara, que le cierre el espacio a la llamada “nueva izquierda”. Fernando Atria tiene un diagnóstico que me parece completamente acertado para ese partido y completamente equivocado para nuestro país.
Las renuncias están a la orden del día. El PC, por su lado, estira el elástico con la Nueva Mayoría para no perder los cargos en el Gobierno y saca las cuentas de un futuro pacto parlamentario; el PPD, que nació como partido instrumental, ya no sabe a qué puede ser instrumental hoy y en el futuro.
Si uno mira a los políticos mejor evaluados en la última encuesta CEP, ve que de los veintiocho que ocupan ese lugar de privilegio hay catorce que tienen más de sesenta años y sólo cuatro tienen treinta y cinco o menos: Gabriel Boric (30), Giorgio Jackson (29), Camila Vallejo (28) y Jaime Bellolio (35). Es justo precisar que entre 35 y 40 sólo hay uno: Felipe Kast (39). Estos son los políticos jóvenes mejor evaluados; con un agregado, Boric y Jackson están en tercer y cuarto lugar, respectivamente, después de Guillier y Piñera, dos candidatos presidenciales. Esa mitad que tiene más de sesenta está de salida.
Miremos un poco la relevancia de los discursos. El papel que antaño jugó el PC hoy lo está asumiendo aceleradamente esta nueva izquierda de Boric y Jackson, son ellos los que sintonizan con el lenguaje de las reivindicaciones anti mercado, son ellos los únicos que pueden ir sin temor prácticamente a cualquier marcha. Es verdad que, salvo Valparaíso, en la última elección municipal no les fue bien, porque no tienen una organización de cuadros, como fue tradicional a la izquierda, pero eso es menos importante, porque son ellos quienes “la llevan” en los medios, en las redes y en los movimientos sociales.
Invito a ver el debate en la investidura de Mariano Rajoy en el Congreso de los Diputados en España. La política española hoy tiene dos actores cualitativamente fundamentales: el PP y Podemos. El PSOE es más grande que el partido de Pablo Iglesias y puede seguir siéndolo, pero la disputa en el campo de las ideas y el brillo de los liderazgos está entre los dos primeros.
No se trata de sobrevalorar las figuras de Boric y Jackson, se trata de asumir un dato indesmentible: ellos son el adversario que viene en el campo de las ideas; de hecho, los proyectos de izquierda gravitantes en las universidades son los suyos. Si se quiere tener una idea de la política que viene, hay que ver lo que está pasando en las universidades.
Vuelvo al comienzo ¿de qué se trata esta elección en la UDI? De una sola cosa: dirimir si va a ser el partido de centroderecha con el proyecto y liderazgo para jugar el rol de adversario central de esa nueva izquierda o si prefiere ceder ese papel a Evopoli, tras la figura del otro político joven, carismático y talentoso de centroderecha: Felipe Kast.
En la expectativa de los logros nuevos veo sólo una opción para una tarea que es de suyo muy difícil: Jaime Bellolio. Lo demás son buenas intenciones, calidad humana y talento, pero para languidecer en las glorias pasadas, viendo alejarse el futuro.
Gonzalo Cordero, #ForoLíbero
FOTO: MARIO DAVILA/AGENCIAUNO