Dos semanas atrás en esta misma columna señalé que a menos que el Gobierno anunciara un giro sustantivo a su programa, persistirá el rechazo hacia él por parte de la ciudadanía, el clima de crispación interno en la Nueva Mayoría y la incertidumbre en el mundo privado.
Las encuestas CEP y Adimark dadas a conocer la semana pasada me dieron la razón. La evaluación de la Presidenta Bachelet y de su gobierno ha caído dramáticamente y la crisis al interior de la coalición gobernante es evidente.
Las reacciones oficialistas frente a este negativo escenario han sido muy variadas. Desde el Gobierno muchos buscan minimizar el problema señalando que se trata, básicamente, de un déficit comunicacional. Esta es la reacción típica de todo gobierno, el problema no está en las políticas, ni en las personas: la carencia está en el área de las comunicaciones. Tal como dice el refrán, el cojo le echa la culpa al empedrado. Aquí no hay problema comunicacional. Todo el mundo sabe que la izquierda, la Concertación, la Nueva Mayoría, o como quieran llamarse, tienen muchos defectos, pero ninguno de ellos está en su capacidad para engatusar a la gente. Tienen un poder de comunicación enorme y lo saben usar.
Otra cosa es que a veces la capacidad de engañar también tiene un límite. Si quieren hacerle creer a los padres que están preocupados por la educación de sus hijos que la mala imagen de la reforma educacional corresponde a una campaña del terror orquestada desde la alicaída oposición política, es muy probable que esa estrategia comunicacional fracase porque la gente puede comulgar con ruedas de carreta, pero es difícil que se trague la carreta entera con bueyes y todo.
También se trata de minimizar la crisis cuando se dice que el origen de ésta es una mala conducción política o fallas en el equipo de gobierno. Es evidente que hay déficit en la conducción y que hay errores de gestión, pero, cuidado, en este caso el equipo de gobierno y su esencia son la misma cosa. En efecto, el equipo y la conducción política está en manos de Peñailillo, Arenas y Eyzaguirre, ellos son el gobierno, ellos son la Presidenta, cualquier cuestionamiento a otros ministros es otra forma de embolinar la perdiz. Lo que los críticos de la Nueva Mayoría debieran pensar, cuando hablen de cambios en el gabinete, es si quieren cambiar al gobierno en su esencia o si solo quieren maquillarlo. Y es aquí donde comienzan los problemas y las diferencias de fondo.
Para una parte muy importante de la Nueva Mayoría, lo que se requiere es hacer ajustes menores, corregir defectos en la implementación de las reformas, comunicarlas mejor y cambiar los procedimientos, para que no exista este “incomprensible rechazo a los cambios que todo el país quiere realizar”. Incluso muchos piensan que el déficit que ha tenido el Gobierno es no haber impulsado con mas energía estas reformas. Para los sectores mas ideologizados, la mayoría del país quiere las reformas que propone el gobierno, comparte su propósito y solo bastaría convencerlos que los costos que ellas traen consigo son necesarios de pagar. La Presidenta en ENADE lo dijo, el retroceso que está experimentando la economía no será obstáculo para seguir adelante con las reformas.
Los que piensan así, hicieron hace años un diagnóstico y se aferran a el: las protestas estudiantiles por el costo de la educación superior y los movimientos sociales en Chile y el mundo son evidencias que el sistema de libre mercado fracasó, que sumió al mundo en la inequidad y que hay demolerlo y construir un nuevo modelo de sociedad. La prosperidad que ha vivido Chile en estos últimos 30 años es un espejismo y que el modelo, más que sacar a millones de chilenos de la pobreza lo que ha hecho es profundizar diferencias inaceptables. Que la gente está cansada de las desigualdades, que el lucro es abominable, que el sector privado abusa, que solo el Estado tiene una real preocupación por el bien común y que la institucionalidad chilena hay que cambiarla de raíz porque es herencia de Pinochet. Para ellos, la sociedad chilena cambió, los paradigmas de hoy son los de la izquierda.
Para otros, no existe tal giro a la izquierda en la sociedad chilena. Así lo sostiene al menos Ignacio Walker, quien declaró que lleva cuatro años resistiendo esa postura. Andrés Zaldívar parece pensar igual cuando señala que si no hay rectificaciones, el gobierno entrará en caída libre.
Planteadas así las cosas hay dos incógnitas por despejar. La primera, es saber cuan distinta es la postura de Walker y Zaldívar de la del resto de la Nueva Mayoría porque, mal que les pese, en los cuatro años que Ignacio Walker lleva tratando de rectificar la postura no se ha anotado ningún éxito importante. A lo más, la DC le ha puesto un poco de lubricante a los proyectos de reingeniería social para hacerlos mas digeribles, pero eso mas que una virtud es un problema adicional. Si fuese una postura realmente distinta, la pregunta es: ¿Qué posibilidad existe de que el Gobierno rectifique en una línea que vaya en contra de lo que la izquierda quiere hacer?
Tengo mi opinión sobre cuál será el resultado de esta pugna pero me la reservaré por ahora. No quiero añadir mas pesimismo al deteriorado ambiente nacional.
Jovino Novoa, Foro Líbero.
FOTO: PEDRO CERDA/AGENCIAUNO