El Rubicón es un débil curso de agua de 29 kilómetros que nace en los Apeninos y discurre con poco caudal por la campiña de la Emilia Romagna, hasta morir en el Adriático. Sin embargo, es uno de los ríos más famosos del mundo gracias a la decisión de Julio César, que la noche del 11 al 12 de enero del año 49 AC, lo cruzó a la cabeza de sus tropas luego que el Senado le ordenara desarmarse y disolver su ejército. Con esa decisión César violó la ley que prohibía a los generales romanos cruzar el río con su ejército en armas y la previsible consecuencia fue el inicio de una guerra civil que se prolongó por tres años y culminó con Pompeyo, su enemigo, muerto en Egipto y él dueño de todo el poder.

Suetonio cuenta que César, que se encontraba en Ravena, primero envió sus tropas secretamente, para más tarde, durante la noche, tomar el mismo camino y reunirse con ellas a orillas del Rubicón. En ese momento, relata el historiador, César vaciló y se dirigió a sus soldados diciéndoles que aún estaban a tiempo de retroceder, pero que, si cruzaban el río, ya no tendrían otra opción que combatir. En este instante Suetonio se torna mitológico (escribía cientos de años después de los hechos), porque habla de un hombre, quizá un enviado de los dioses “de noble aspecto y graciosa apariencia”, que de la nada irrumpe y, arrebatándole su clarín a un soldado, cruza el río dejando oír los sones de “adelante”. Inspirado por esta visión César finalmente acabó con sus vacilaciones y tomó una decisión que informó a sus hombres mediante una vibrante arenga: “Vamos a dónde los augurios de los dioses y los crímenes de nuestros enemigos nos convocan. ¡La suerte está echada!”.

Los acontecimientos posteriores demostraron que César tomó la decisión correcta. Una vez que se hubo cubierto de gloria, sus vacilaciones fueron piadosamente olvidadas y sus temores sólo fueron recogidos por la historia como anécdotas menores; de todo ese incidente sólo su soberbio cruce del Rubicón subsistió como una importante realidad.

Esta quizás un poquito larga introducción, está dedicada con el mayor aprecio a la derecha chilena agrupada en Chile Vamos, porque son ellos, ahora, quienes enfrentan su propio Rubicón. El resultado electoral del pasado domingo los ha situado en la posición de fuerza intermedia entre la derecha extrema, expresada por Republicanos, y el Gobierno, apoyado por la heterogénea fuerza que representa una izquierda extrema y un “socialismo democrático” que, paradojalmente, incluye a la Democracia Cristiana.

Las opciones para los partidos de Chile Vamos, son, como le ocurrió a César, simples, pero de la máxima importancia. Tan importantes que la decisión que tomen puede marcar el curso de los acontecimientos políticos durante los próximos años.

La primera opción es competir o aliarse (el efecto es el mismo) con Republicanos en una lucha sin paz ni cuartel en contra del Gobierno. Negarle, como dijo Aniceto Rodríguez que haría el Partido Socialista con el gobierno de Eduardo Frei Montalva el siglo pasado, “la sal y el agua”.

Sería, sin duda, una opción inconducente y mezquina.

Inconducente porque tratar de ocupar el rol que Republicanos está naturalmente llamado a jugar, no va a impedir el drenaje hacia ese partido ni de electores ni de militantes, desde los partidos de Chile Vamos. Ese drenaje es producto del sinceramiento espontáneo que está teniendo lugar en la política nacional, producto, a su vez, de la maduración del sistema de partidos con que ingresamos a nuestra reinaugurada democracia hace tres décadas.

Es necesario admitir que hay dos derechas como hay dos izquierdas, sólo que los partidos (algunos viejos, otros nuevos) no terminan de situarse en el lugar que les corresponde por su historia, sus ideas y su actitud contemporáneas. De sincerarse, en suma. Pero, así y todo, ese sinceramiento, lentamente y con avances y retrocesos, ha ido ocurriendo con el tiempo.

Nadie podría negar que los partidos de derecha que emergieron de la dictadura, celosos defensores de lo que llamaban el “legado” de ésta y dispuestos a declararse ofendidos ante cualquier mención al líder militar o a su régimen, han quedado muy atrás. En ese proceso surgió un nuevo partido, Evópoli, que ha demostrado su talante reformista y democrático, en tanto que la UDI y Renovación Nacional han experimentado severas divisiones internas por el mismo motivo, que en el caso del primero dio lugar al nacimiento de Republicanos. RN se mantiene aún unido a pesar de sus evidentes y publicitadas diferencias internas, las que sólo han terminado por alimentar las filas de adherentes o seguidores de Republicanos.

La decisión de no distinguirse de Republicanos en una campaña de acoso al gobierno sería también mezquina, porque significaría empantanar al país en la inacción política, en un momento que justamente clama por lo contrario. Problemas acuciantes como el incremento del delito y la presencia del crimen organizado, el terrorismo en la Macrozona Sur y más recientemente la supervivencia de las Isapres, así como otros que vienen exigiendo solución desde mucho antes, como la necesidad de un nuevo sistema previsional y una buena ley tributaria, pueden comenzar a ser solucionados sobre la base de una adecuada negociación con el Gobierno.

Es verdad que muchos integrantes del Gobierno, comenzando por el propio Presidente Boric, tienen un pasado que los condena. Pero también tienen un presente, nuevamente encabezado por el Presidente, en que han dado muestras de haber comprendido que, sin negociación, esto es sin hacer concesiones, no van a lograr nada.

Esa negociación, mientras el centro político siga vacío hasta que partidos como Amarillos entren definitivamente al escenario, le corresponde a Chile Vamos o, si no pueden actuar de consuno, a algunos de sus partidos. Ese es el Rubicón que deben cruzar. No esperen que un enviado de los dioses haga sonar el clarín para decidirlo. Al otro lado del río se abre la posibilidad de futuras nuevas coaliciones políticas que convoquen a un amplio centro político, democrático y progresista. De este lado sólo habrá una polarización que tenderá a eternizarse y una inestabilidad que puede hipotecar severamente nuestro futuro como nación.

Economista y escritor. Exsubsecretario de Economía y exembajador de Chile

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1 comentario

  1. El que tendría que cruzar el Rubicón para mi, es el gobierno, que sigue dando muestras de no aceptar dos apabullantes derrotas e insiste en seguir adelante con su programa.

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