El Comité Central del PS emitió una declaración, luego de reunirse con la participación de sus máximos dirigentes, en la que le hace presente al gobierno que en las actuales condiciones de estancamiento económico no es viable seguir adelante con el programa presidencial, puesto que la menor recaudación fiscal hace imposible cumplir con los compromisos de gasto público que conllevan sus reformas; esto “obliga a priorizar y tener gradualidad”.

Acertada y digna de reconocimiento es la conclusión socialista, aunque merece algunas reflexiones. Seriamente nadie puede hacer una declaración de este tipo y obviar “olímpicamente” si el actual estancamiento económico tiene alguna relación precisamente con la aplicación del referido programa. ¿El PS, o alguien a estas alturas, puede sostener que la paralización económica que sufre Chile no tiene nada que ver con el programa y son completamente independientes? ¿Qué está diciendo realmente el PS? ¿Que el programa hay que frenarlo porque la economía está estancada, o que es necesario frenarlo para que la economía vuelva a reactivarse?

La izquierda ha sostenido sistemáticamente que las reformas no tienen impacto en el crecimiento; al contrario, la mayor carga tributaria generará condiciones de legitimidad de la economía de mercado, la educacional aumentará la productividad, la laboral llevará relaciones laborales modernas a las empresas, la nueva Constitución nos hará una sociedad más estable, porque en este nuevo pacto político nos encontraremos todos los chilenos.

Si todo lo anterior fuera cierto, hay dos cosas que tendrían necesariamente que ser efectivas: el estancamiento de nuestra economía es exclusivamente consecuencia de factores externos; y, segundo, esta sugerencia del PS debiera hacer caer la bolsa, junto a una inmediata reacción del empresariado “pidiendo” a la Presidenta que no haga caso a su partido y siga adelante con un programa tan importante para estimular la actividad económica.

Pero sucede algo muy curioso, los inversionistas –o sea los empresarios- dicen que las reformas son las que generan incertidumbre, aumentan el costo de los factores productivos, no ven ningún aumento de productividad derivado de ellas y la reforma constitucional es una grave amenaza a la estabilidad de instituciones jurídicas esenciales para la economía. De hecho, si la Presidenta decidiera acoger la sugerencia de su partido y anunciara rápidamente que no habrán más reformas en su período, los inversionistas recuperarían buena parte de la confianza y la economía empezaría a moverse de nuevo.

Lo que estamos viviendo es una combinación de factores negativos, una suerte de “tormenta perfecta” integrada por la disminución de algunos factores positivos externos (nada dramático en realidad, el mundo no está en recesión ni mucho menos); un gobierno de izquierda con mayoría parlamentaria y con la voluntad política de llevar adelante reformas de fondo a nuestro modelo de desarrollo; una pérdida brutal de liderazgo presidencial y de capacidad de gestión gubernamental; una oposición de derecha disminuida en su poder y convicciones; el persistente discurso de posiciones extremas que demandan terminar con un modelo que ellos consideran fuente de injusticia y no de progreso.

Por primera vez en décadas nadie puede ver, con un mínimo de realismo, la estación de llegada a la que nos conduce el programa presidencial; pero esa incertidumbre sí estimula razonablemente los temores atávicos de parte de nuestra sociedad que recuerda con horror que hace relativamente poco los chilenos caminábamos “con empanadas y vino tinto” hacia el paraíso comunista.

La estabilidad, siempre precaria de toda sociedad política, depende fundamentalmente de la legitimidad de quienes ejercen el poder estatal, de la capacidad para responder a las expectativas de progreso de las personas y de la cohesión social alrededor de un proyecto común compartido. La declaración del PS es un reconocimiento implícito de que al menos los dos últimos están gravemente amenazados si el Gobierno pretende seguir adelante con su programa y la sucesión de torpezas políticas de los últimos meses ha empezado a abrir un fundado temor respecto de la capacidad de las autoridades para asegurar la gobernabilidad.

Demasiado temprano el partido de la Presidenta da por concluido políticamente este gobierno y empieza a pensar en la forma de viabilizar uno futuro. No deja de ser una ironía y paradoja del destino que esto lo haga el PS presidido por una hija del Presidente Allende; aunque para ser justos, a diferencia de hace 42 años atrás, ahora es un PS que se aparta del Gobierno por seguir el camino de la moderación y no el de la revolución. Tal vez este país tenga alguna esperanza después de todo y a pesar de casi todos.

Gonzalo Cordero, Foro Líbero

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